🔥1🔥

3.2K 180 1
                                    

Contemplo tranquilo la superficie del lago y sé que vale la pena correr el riesgo. El agua está inmóvil y lisa, como cristal pulido. Ni el más mínimo
soplo de viento la altera. Una bruma baja forma montañas líquidas que flotan contra un cielo amoratado. El sol saldrá pronto. Felix llega sin resuello. Sin molestarse en poner el caballete, deja su bicicleta en el suelo ruidosamente, junto a la mía. -¿No me has oído llamarte? Ya sabes que no puedo pedalear tan deprisa como tú. -No quería perderme esto. El sol asoma por fin sobre las montañas, en una fina línea de oro rojizo que ribetea el lago. Felix suspira a mi lado y tengo la certeza de que está haciendo lo mismo que yo: imaginarse qué sensación provocará en su piel la temprana luz matinal. Jeongin, no deberíamos hacer esto -me dice, pero su voz carece de convicción. Yo me meto las manos en los bolsillos y me balanceo sobre los talones. -Tú quieres hacerlo tanto como yo. Mira ese sol... Antes de que Felix pueda protestar de nuevo, me quito la ropa. Tras esconderla detrás de un arbusto, me acerco al borde del agua temblando, aunque no por el frío del amanecer. Me recorre un escalofrío de emoción. La ropa de Felix cae al suelo y afirma: -A Siwon no le va a gustar. Yo frunzo el entrecejo. Como si me importara lo que Siwon opine... No es mi novio, aunque ayer me pilló por sorpresa en Maniobras de Vuelo Evasivas intentando cogerme la mano. -No estropees este momento. Ahora mismo no quiero pensar en Siwon. De hecho, la culpa de esta pequeña rebelión la tiene en buena parte él. Siempre está revoloteando a mi alrededor. Siempre está ahí, observándome con sus ojos oscuros, esperando. Estoy harto. Que Jisung se quede con él. Me paso el tiempo deseando que él la quiera, que la manada la hubiese elegido a el en vez de a mí. A cualquiera en vez de a mí. Se me escapa un suspiro. Detesto que ni siquiera vayan a darme elección. Pero falta mucho hasta que haya que concertar nada. Ahora no voy a pensar en eso. -Vamos allá. Relajo mis pensamientos y absorbo todo lo que canturrea a mi alrededor. Las ramas con sus hojas de un verde grisáceo. Los pájaros, estimulados por el amanecer. La bruma fría y húmeda que se adhiere a mis piernas. Flexiono los dedos de los pies sobre el suelo áspero, contando mentalmente los guijarros que toco. Y, entonces, esa pulsión tan familiar se abre camino en mi pecho. Mi exterior humano desaparece, se desvanece, reemplazado por mi piel draki, mucho más gruesa. Mi cara se tensa, los pómulos se afilan, mudando sutilmente, estirándose. Mi respiración cambia conforme se transforma mi nariz, al elevarse y multiplicarse el puente. Mis extremidades se aflojan y alargan. La resistencia de mis huesos resulta deliciosa. Miro al cielo. Las nubes parecen borrones grises; las veo como si ya estuviera deslizándome entre ellas. Siento cómo la fría condensación me besa el cuerpo. No tardo mucho. Puede que haya sido la manifestación más rápida de mi vida. Con la mente clara y libre de restricciones, sin nadie más a mi alrededor excepto Felix, resulta más fácil. No está Siwon, con sus miradas perturbadoras; ni mi madre, con miedo en los ojos; ni ninguno de los demás, observándome, juzgándome, evaluándome. Siempre evaluándome. Me crecen las alas, levemente más largas que mi espalda, ligeras y vaporosas. Se despliegan en el aire con un suave susurro, un suspiro. Como si ellas, también, buscaran alivio, libertad. Una vibración conocida va creciendo en mi pecho. Es casi como un ronroneo. Me giro para mirar a Felix y descubro que ya está preparado, y hermoso, a mi lado. Es de un azul iridiscente. Bajo la creciente luz, percibo las tonalidades rosas y escarlatas que se esconden en el azul intenso de su piel draki. Hasta ahora jamás había reparado en algo tan diminuto. Solo en este instante lo veo, al romper el día, cuando tenemos previsto volar. Cuando la manada lo prohíbe. De noche te pierdes muchas cosas. Al bajar la vista admiro el brillo dorado y rojizo de mis lustrosos brazos. Mi mente divaga. Recuerdo el pedazo de ámbar que hay en el tesoro de piedras preciosas de mi familia. Mi piel se asemeja a eso ahora: a ámbar báltico atrapado en luz solar. Resulta engañoso. Mi piel parece delicada, pero es tan dura como una coraza. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me vi así. Demasiado tiempo desde que sentí el sol sobre mi piel. Felix ronronea suavemente a mi lado. Nos miramos -con ojos de iris alargados y negras líneas verticales como pupilas-, y sé que el no va a seguir protestando. Me mira fijamente con sus ojos de un azul reluciente, tan feliz como yo de estar aquí. Aunque hayamos quebrantado todas las normas de la manada para escaparnos de los terrenos protegidos, estamos aquí. Somos libres. Apoyándome en los talones, salto hacia arriba. Mis alas baten el aire y sus membranas se estiran mientras me levantan. Con un giro rápido, me elevo. Felix está a mi lado, riendo con un sonido quedo y gutural. El viento sopla sobre nosotras y la dulce luz del sol nos besa la piel. Cuando estamos lo bastante alto, Felix desciende en barrena atravesando el aire, dirigiéndose a toda velocidad hacia el lago. -¡Fanfarron! -exclamo, después de fruncir los labios, y el sonido de mi voz draki vibra en lo más hondo de mi garganta mientras Felix se zambulle y permanece varios minutos bajo el agua. Puesto que es un draki acuático, siempre que entra en el agua le aparecen branquias en los costados, lo que le permite aguantar sumergida..., bueno, para siempre si así lo quisiera. Es uno de los muchos talentos útiles que nuestros antepasados dragones desarrollaron para poder sobrevivir. Aunque no todos podemos hacerlo, desde luego. Yo, por ejemplo, no puedo hacer eso. Yo hago otras cosas. Revoloteando sobre el lago, espero a que Felix emerja. Por fin rompe la superficie con una brillante rociada de agua; su cuerpo azul brilla en el aire, y de sus alas se desprenden gotitas. -Muy bonito -digo. -¡Ahora tú! -Niego con la cabeza y salgo volando de nuevo, sumergiéndome en las montañas de niebla y fingiendo que no oigo a Felix, que grita-: ¡Venga, es genial! Mi talento no es genial. Daría cualquier cosa por cambiarlo. Por ser un draki acuático, o un visiocriptor, o un ónix. O..., bueno, la lista es muy larga. Yo, en cambio, soy esto. Exhalo fuego. Soy el primer ejemplar de draki piroexhalador de la manada en más de cuatrocientos años. Eso me ha hecho más popular de lo que desearía. Desde que me manifesté a los once años, dejé de ser Jeongin y pasé a ser el lanzallamas. Por esa razón, la manada decidió que era ella la que debía controlar mi vida, y sus miembros son peores que mi madre. De repente, oigo algo más aparte del viento susurrante y las arrulladoras neblinas de las montañas de cima nevada que me rodean. Se trata de un sonido tenue y distante. Aguzo el oído y me paro, revoloteando en el denso aire. Felix ladea la cabeza. Sus ojos de dragón parpadean, escrutando el horizonte intensamente. -¿Qué es eso? ¿Un avión? El sonido aumenta, acercándose deprisa, con un ritmo constante. -Deberíamos bajar un poco. Asintiendo, Felix desciende. Yo lo sigo, mirando a nuestras espaldas, pero solo veo la cadena irregular de montañas. Sin embargo, oigo algo más. Siento algo más. El sonido continúa avanzando. Nos persigue. - ¿Deberíamos volver a las bicis? -me pregunta Felix mientras su pelo negro de mechas azules ondea en el viento como una bandera. Yo vacilo. No quiero que esto acabe. ¿Quién sabe cuándo podremos escabullirnos de nuevo? La manada me vigila tan estrechamente, y Siwon es siempre tan... -¡Jeongin! -exclama entonces Felix, apuntando al aire con un dedo azul iridiscente. Yo me giro a mirar y me da un vuelco el corazón. Un helicóptero rodea una montaña baja: al principio se ve muy pequeño, pero va creciendo conforme se aproxima, atravesando la niebla. -¡Vamos! - grito-. ¡Abajo! Desciendo horadando el aire, con las alas plegadas y pegadas al cuerpo y las piernas muy juntas y rectas, como una flecha, perfectamente colocadas para ganar velocidad. Pero no la suficiente. La hélice del helicóptero golpea el aire con un martilleo frenético. Cazadores. Empiezo a volar más rápido de lo que he volado jamás y el viento me hace daño en los ojos. Felix me sigue. Al girarme a mirarlo, distingo una oscura desesperación en sus ojos líquidos y grito: -¡Felix, aguanta! Los drakis acuáticos no están hechos para la velocidad. Las dos lo sabemos. La voz de Felix se transforma en un sollozo, y en ese sonido quebrado percibo lo consciente que es el también. -¡Lo intento! ¡No me dejes, Jeongin! ¡No me dejes! Detrás de nosotros, el helicóptero continúa su camino. Un miedo amargo me sube a la boca cuando se le unen dos más, lo que acaba con cualquier esperanza de que fuera una aeronave solitaria en busca de fotos aéreas. Se trata de un escuadrón, y ya no cabe duda de que vienen a por nosotros. «¿Lo que le pasó a papá fue esto? ¿Sus últimos momentos serían así?», me pregunto, pero sacudo la cabeza para librarme rápidamente de esa idea. Yo no moriré hoy, y mi cuerpo no acabará vendido en trozos. Señalo con la cabeza la copa de los árboles, cada vez más cercanos. -¡Ahí! -chillo. Los drakis nunca vuelan cerca del suelo, pero no nos queda otra opción. Felix me sigue, situándose en mi estela. Se aproxima a mi costado, y tiene un pánico tan grande que a punto está de estrellarse contra los árboles. Yo me detengo, respirando entrecortadamente. Los helicópteros zumban por encima de nuestra cabeza; su martilleo ensordecedor sacude los árboles hasta convertirlos en una espuma verde. - Deberíamos desmanifestarnos -dice Felix, resollando. Como si pudiéramos... Estamos demasiado asustados. Los drakis nunca pueden adoptar forma humana cuando tienen miedo. Es un mecanismo de supervivencia. Nuestro núcleo es draki, y es de ahí de donde procede nuestra fuerza. Miro a través del encaje de ramas agitadas que nos protege; hay un denso aroma a pino y bosque. -Puedo controlarme -insiste Felix en la lengua gutural propia de los drakis. -Aunque eso fuera cierto, es demasiado peligroso -replico, negando con la cabeza-. Debemos esperar a que se vayan. Si ven a dos chicos por aquí después de haber visto a dos machos drakis, podrían sospechar. Un puño helado me oprime el corazón. No puedo permitir que eso suceda. No solo por mí, sino por todos. Por los drakis de todo el mundo. El secreto de nuestra capacidad de parecer humanos es nuestra mayor defensa. -¡Si no estamos en casa en una hora, nos la vamos a cargar! -exclama Felix. Me muerdo un labio para no soltarle que tenemos más preocupaciones que la bronca que nos pueda caer, pero no quiero asustarla más de lo que ya está. -Debemos escondernos un rato. De repente, otro sonido atraviesa el de las hélices: es un sonsonete quedo. Siento un hormigueo en el vello de la nuca. Hay algo más ahí fuera, en el suelo, acercándose. Miro hacia el cielo mientras abro y cierro los dedos, semejantes a garras, y mis alas se estremecen en un movimiento apenas controlado. El instinto me invita a volar, pero sé que están ahí arriba, esperando, volando en círculos como águilas. Veo sus formas negras a través de la copa de los árboles. Noto una opresión en el pecho. No van a irse. Con un gesto, le indico a Felix que me siga hasta las gruesas ramas de un pino gigantesco. Tras plegar las alas contra el cuerpo, trepamos a través de las punzantes agujas de pino y las ramitas que nos arañan. Esperamos conteniendo la respiración. Y entonces el suelo cobra vida, bullendo con un séquito de vehículos: camionetas, todoterrenos, motos de cross ... -¡No! -exclamo con voz ronca, contemplando los vehículos y los hombres armados hasta los dientes. En la caja de una camioneta hay dos hombres atrincherados tras un enorme lanzador de redes. Son cazadores experimentados. Saben lo que están haciendo. Saben lo que van a cazar. Felix tiembla tanto que la rama en la que estamos acurrucados empieza a sacudirse con un susurro de hojas. Le agarro de la mano. Las motos abren la marcha, avanzando a una velocidad vertiginosa, pero entonces el conductor de un todoterreno señala a través de la ventanilla y grita con voz profunda y aterradora: -¡Mirad en los árboles! Felix se retuerce y yo le cojo la mano con más fuerza. Ahora tenemos una moto justo debajo de nosotras. La piel se me tensa de una manera casi dolorosa. -No puedo quedarme aquí -dice Felix con voz ahogada-. ¡Tengo que irme! -Felix-gruño con un susurro vehemente y desesperado-, eso es lo que ellos quieren. Están intentando asustarnos para que salgamos. No te dejes llevar por el pánico. -No, no puedo - responde el con los dientes apretados. Y yo sé, con el estómago revuelto, que Felix no va a resistir. Tras examinar la actividad que se desarrolla en el suelo y los helicópteros que surcan el cielo, tomo una decisión. -De acuerdo -digo, y trago saliva-. Este es el plan: vamos a separarnos... -No... -Yo saldré el primero. Luego, cuando empiecen a perseguirme, tú vete hacia el agua. Zambúllete y quédate ahí todo el tiempo que haga falta. -Sus ojos oscuros brillan, muy húmedos; las líneas verticales de sus pupilas laten-. ¿Entendido? Felix asiente entrecortadamente y los puentes de su nariz se contraen con una profunda inhalación. -¿Qué..., qué vas a hacer? -Volar, por supuesto - contesto, esbozando una sonrisa forzada.

🔥Alma de Fuego🔥 [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora