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El aire me sube penosamente por la garganta hasta la boca mientras mi madre habla con nuestra nueva casera. La casa está muy fresca, pero el aire está enrarecido, seco y vacío. Imagino que esto es lo que sentirá alguien que sufra asma: una constante lucha por respirar. Miro a mi madre echando chispas. De todos los lugares del mundo a los que mudarse, ha escogido un desierto. Estoy convencido de que es una sádica. Seguimos a la señora Hennessey y sus andares de pato por la puerta trasera de su casa, y al instante nos zambullimos en el árido calor. Este me succiona la piel, absorbiendo la humedad de mi cuerpo como un gran aspirador, y hace que me sienta débil. Solo llevamos dos días en Chaparral y el desierto ya me está pasando factura. Justo lo que mi madre sabía que ocurriría. -¡Una piscina! -exclama Jisung. -Vosotros no la podéis usar - aclara la señora Hennessey, y Jisung pone cara de enfado, aunque enseguida se le pasa. Nada puede hacer mella en su optimismo. Un pueblo nuevo, un mundo nuevo, una vida nueva a su alcance. Yo voy detrás de mi madre y mi hermano. Cada paso requiere un montón de energía. La señora Hennessey se detiene en el borde curvado de la piscina y señala la verja que tiene detrás. -Podéis entrar y salir por la portezuela trasera. Mamá asiente, dándose golpecitos en una pierna con el periódico enrollado en el que ha visto el anuncio que nos ha traído hasta aquí. Las llaves tintinean en la mano de la señora Hennessey. Abre la puerta de la casita de la piscina y se las tiende a mi madre. -El pago del próximo mes se abona el día uno. -Su mirada legañosa nos abarca a Jisung y a mí-. Me gusta el silencio -añade. Dejo a mamá tranquilizándola y entro en la casa. Jisung me sigue. Me quedo mirando la sombría sala de estar, que huele levemente a moho y cloro. Me deprimo más todavía, si eso es posible. -No está mal -declara Jisung. Le lanzo una mirada y replico: - Habrías dicho eso mismo de cualquier cosa. -Bueno, esto solo es temporal - afirma, encogiéndose de hombros-. Pronto tendremos nuestra propia casa. Sí, claro: ni en sueños... Sacudiendo la cabeza, reviso las otras habitaciones, preguntándome cómo piensa Jisung que va a suceder eso. Mamá tuvo que pagar la cena de anoche rebuscando calderilla. Cuando se cierra la puerta principal, yo hundo las manos en los bolsillos y voy haciendo bolitas con las pelusas mientras vuelvo a la sala. Mamá se pone en jarras y examina la casa -y a nosotros- con lo que parece sincera satisfacción. Pero yo no puedo creerlo. ¿Cómo puede estar tan contenta cuando yo lo estoy... tan poco? -Bueno, chicos, bienvenidos a casa. A casa. Esa palabra resuena huecamente en mi interior.

Es de noche. Estoy sentado en el borde de la piscina, mojándome los pies. Hasta el agua está caliente. Levanto la cara esperando viento, añorando la bruma, las montañas, el aire fresco y húmedo. Detrás de mí, una puerta se abre y se cierra. Mamá se sienta a mi lado y se queda mirando hacia delante. Sigo su mirada. Lo único que se puede ver es la parte trasera de la casa de la señora Hennessey. -A lo mejor conseguimos que cambie de idea sobre la piscina cuando llevemos un tiempo aquí -dice-. Sería agradable poder nadar. Supongo que esta es su manera de animarme, pero solo oigo «cuando llevemos un tiempo aquí». - ¿Por qué? -le espeto, moviendo las piernas más deprisa-. Podrías haber elegido un millón de sitios. ¿Por qué este? Podría haber escogido cualquiera: un pueblecito encajado en montañas o colinas de frías brumas, por ejemplo. Pero no: ha elegido Chaparral, una ciudad desparramada en medio del desierto, a ciento cincuenta kilómetros de Las Vegas. No hay nada que alimente mi cuerpo. No hay brumas ni nieblas protectoras. No hay montañas o colinas fácilmente accesibles. No hay tierra cultivable. No hay escapatoria. Es de lo más cruel. Mi madre toma aire y empieza a dar una explicación: -Pensaba que esto podría hacértelo más fácil... Yo suelto un bufido. -En esto no hay nada fácil. -Bueno, tomará la decisión por ti. -Alarga una mano para apartarme el pelo de la oreja-. No hay nada como un entorno árido para aniquilar a un draki rápidamente. Yo debería saberlo. -¿Qué quieres decir? -le pregunto, lanzándole una mirada cortante. -Viví aquí durante mi viaje - contesta, después de respirar hondo. Yo me echo hacia atrás y la miro sin pestañear. Muchos drakis hacen un viaje para adquirir soltura en el mundo exterior, pero siempre durante un breve espacio de tiempo. Un año, tal vez dos. Y nunca van a lugares calurosos y secos. Jamás a un desierto. Para sobrevivir, un draki necesita aprender a fingir que es un ser humano. En ocasiones, muy rara vez, un draki opta por quedarse en el mundo humano. -Pensaba que habías ido a Oregón -digo-. Que viajaste con Joy y que allí compartisteis un apartamento. Mamá asiente. -Empecé el viaje con Joy, pero al cabo de unos meses decidí... -Hace una pausa para respirar-. Decidí que no quería regresar con la manada. Me enderezo. -¿Y cómo es que yo no sabía eso? Ella tuerce un labio. -Resulta evidente que regresé. No hacía falta que todos supieran que necesité algo de persuasión. Entonces lo capto. Entiendo quién la persuadió. -Papá - sugiero. Su sonrisa se suaviza. -Él nunca hizo el viaje, ya lo sabes. No tenía sentido. Jamás quiso ser otra cosa que no fuera un draki. -Le tiembla el labio y me toca una mejilla-. Tú te pareces mucho a él. - Suspirando, baja la mano-. Aun así, iba a visitarme una vez al mes a Oregón..., y siempre intentaba convencerme de que volviera a casa con él. -Su sonrisa se vuelve triste-. Me lo hizo muy difícil. Yo quería alejarme de la manada, Jeongin. Ya entonces. Aquello nunca fue para mí, pero tu padre no me lo ponía fácil. De modo que huí. Y vine aquí. -¿Aquí? -Pensé que tu padre no me encontraría en este lugar. -Me froto un brazo. Ya noto la piel seca y calcárea-. Mi draki empezó a marchitarse casi al instante. Muy pocas veces me descontrolé e intenté volar, pero ni siquiera en esos momentos me resultó fácil manifestarme. Estaba funcionando. Acabaría por convertirme en humana. -Pero regresaste. -Al final me enfrenté a la realidad. Quería abandonar a la manada, pero echaba de menos a tu padre. Él no podía vivir sin ser draki, y yo no podía vivir sin él. Me quedo mirando la superficie del agua, que está inmóvil y muerta, pues no sopla la más mínima racha de viento, e intento imaginar cómo será amar tanto a alguien. Tanto como para renunciar a todo lo que siempre has querido para ti mismo. Mi madre lo hizo. ¿No podría yo hacer un sacrificio por quienes quiero? ¿Por mi madre y por mi hermano? Ya perdí a mi padre... ¿De verdad querría perderlos también a ellos? Justo entonces la imagen de Hyunjin, el cazador, aparece en mi mente. No sé por qué. Quizá porque él me dejó marchar. Ni siquiera me conocía, pero me dejó marchar..., incluso aunque está entrenado para hacer lo contrario. Combatió lo que, sin duda, le nace de manera natural: el instinto de cazar y destruir a los de mi especie. Si él pudo romper con su mundo, entonces yo puedo romper con el mío. Podría ser así de fuerte. La voz de mi madre me envuelve: -Sé que ahora mismo es duro aceptarlo. Por esa razón escogí esta ciudad. El desierto se ocupará de todo por ti... al final. -Al final. Solo tengo que esperar a que mi draki esté muerto. ¿Seré feliz entonces? ¿Se lo agradeceré algún día a mi madre, como ella parece creer? Me aprieta una rodilla y añade-: Vamos adentro. Quiero repasar algunas cosas contigo y con tu hermano antes de matricularos en el instituto. Se me contrae el pecho al oírla, pero me levanto, pensando en todo lo que mamá ha sacrificado por mí, todo lo que ha perdido. Y Jisung... Nunca ha tenido nada propio. A lo mejor es el momento. El momento para ellas dos.

🔥Alma de Fuego🔥 [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora