🔥8🔥

609 89 0
                                    

La señora Hennessey nos observa a través de las persianas. Debe de haber estado esperando a que volviéramos. Entramos silenciosamente por la verja trasera, cuidando de que no se cierre con un golpe a nuestras espaldas. Y, aun así, por sigilosas que seamos, ella está lista, espiándonos desde la seguridad de su casa. Lo ha hecho muchas veces desde que nos instalamos aquí. Es como si no estuviera segura de no haber alquilado la casita de la piscina a una familia de expresidiarios. Al parecer, yo no soy el único que se da cuenta. - La señora Hennessey nos está vigilando -masculla Jisung-. Otra vez. - No mires hacia allí -le ordena mamá-. Y habla en voz baja. Jisung obedece. - No resulta algo inquietante vivir en el patio trasero de una señora mayor? - susurra. -Es un barrio encantador. -Y lo único que podíamos permitirnos - le recuerdo a mi hermano. Bordeamos la piscina en fila india. Mamá va la primera, balanceando una bolsita de comestibles sobre la cadera. Yo voy el último. Miro hacia la piscina de un azul cerúleo y veo un tembloroso reflejo de mí misma. Me pica la nariz por el olor a productos químicos. Sin embargo, el agua parece refrescante bajo este calor seco que me arruga la piel y contrae mis sedientos poros. Ni siquiera tenemos bañera; solo un plato de ducha. A lo mejor puedo darme un chapuzón a hurtadillas más tarde. Nunca se me ha dado bien seguir las normas, la verdad. -Solo espero que no registre nuestras cosas cuando estamos fuera - rezonga Jisung. ¿Qué cosas? Con las prisas por marcharnos, no se puede decir que cogiéramos demasiado. Ropa y unos cuantos efectos personales, poco más. Dudo que la señora Hennessey pueda encontrar nuestras piedras preciosas. Ni siquiera yo he sido capaz de encontrarlas, y eso que lo he intentado siempre que mamá salía a buscar trabajo, ansiosa por verlas, por tocarlas simplemente. Hubiese sido un roce tonificante contra mi piel. Mi madre abre la puerta y mi hermano la sigue al interior. Yo me detengo, me vuelvo a mirar por encima del hombro... y descubro que la señora Hennessey continúa observándonos. Cuando ve que la miro, cierra la persiana de golpe. Yo entro en la casita de la piscina con olor a moho preguntándome a qué hora se acostará esa mujer. El agua me llama por mi nombre. Y, de momento, está más cerca que el cielo. Mientras Jisung y yo fregamos los platos, mamá se cambia para ir a trabajar. En la diminuta cocina todavía huele a deliciosa mantequilla y queso. Los macarrones a los cinco quesos de mi madre, con su mezcla única de hierbas, es mi plato favorito. Y no lo digo porque mi madre no sea una cocinera excelente en general. Es una draki verda..., bueno, lo era. Los drakis verdas saben todo lo que hay que saber sobre las hierbas, especialmente cómo optimizarlas en forma de comida y medicinas. Mi madre puede revitalizar el plato más anodino. Y también puede elaborar una cataplasma para librarse de una espinilla durante la noche o para extraer el veneno de una herida. La cena de hoy era para mí. Mi madre está intentando ser buena por mí..., supongo que porque le doy pena. Soy yo quien le preocupa. Es a mí a quien quiere ver feliz aquí. Con Jisung el esfuerzo es innecesario, pues mi hermano quería abandonar la manada hace años. La cena estaba buenísima, exquisita. Como en casa. Tengo el estómago agradablemente lleno de abundante comida. Mamá sale de su dormitorio vestida con pantalones negros y una camiseta morada con lentejuelas atada a la nuca. Sus hombros descubiertos brillan como mármol pálido. A lo mejor aquí se pone morena. Frunzo el entrecejo. A lo mejor nos ponemos morenos todos.
-Seguro que estaréis bien, chicos? - pregunta, mirándome a mí. - Estaremos estupendamente -contesta Jisung con alegría-. Ahora ve a ganarte unas buenas propinas. -Lo intentaré - replica con una sonrisa temblorosa-,-pero no me gusta nada dejaros solos en casa. Sé que es espantoso y egoísta por mi parte, pero me encanta que mi madre haya encontrado un trabajo nocturno. En estos momentos me resulta demasiado duro tenerla cerca. Y, además, así solo tendré que preocuparme de Jisung si hago una escapadita... Cuando haga una escapadita... En cuanto decida cuál es el lugar más seguro para manifestarme. No podrá estar muy lejos, pues, cuando acabe, tendré que volver andando hasta aquí. La risa burbujea como ácido en mi pecho, porque aquí no hay ningún lugar seguro en el que manifestarse. Esto es un desierto. Sin brumas ni montañas que me oculten, jamás estaré completamente resguardado. -No os quedéis levantadas hasta muy tarde - nos alecciona mamá-. Y haced los deberes. Es su primer día de trabajo en el casino local. El turno de noche es el mejor pagado. Estará fuera desde la diez de la noche hasta las cinco de la madrugada. De esa manera, podrá vernos antes de irnos a clase, dormirá unas horas y luego dispondrá de otras pocas durante el día; después podrá recogernos en el instituto y pasar la primera parte de la noche con nosotras. Ideal, siempre que logre funcionar con cinco horas de sueño. - Recordad que la señora Hennessey está aquí al lado. Yo suelto un resoplido. -Ni que fuéramos a molestarla. -Vosotros tened cuidado. Pasea la mirada significativamente entre Jisumg y yo, y me pregunto qué le preocupa de verdad. ¿Que la manada aparezca y nos secuestre? ¿O que yo me largue y vuelva con ellos por mi cuenta? -¿Sabes, mamá? - interviene Jisung-. Podrías vender unos cuantos rubíes, una esmeralda o un diamante -añade, encogiéndose de hombros-. Entonces no tendrías que dejarnos solos. No tendrías que trabajar tanto. -Luego echa una mirada a la pequeña sala de estar con paneles de madera y dice-: Y podríamos alquilar un bonito apartamento. -Sabes que no podemos hacerlo -replica mi madre cogiendo su bolso. Si una de las gemas que han estado en nuestra familia durante generaciones empezara a circular, la manada lo sabría al instante. Deben de estar deseando que eso suceda. Es lo que esperarán que hagamos para sobrevivir. De no ser por eso, sé que mi madre vendería todas las piedras preciosas que poseemos. Ella no les concede ningún valor sentimental. Después de todo, las gemas son nuestro legado familiar draki... y ella quiere cortar todos los lazos con esa parte de nuestra vida. Tenemos piedras preciosas desde siempre, y esa es una de las razones por las que nos cazan. Dinero. Ambición. Además de codiciar nuestra sangre, nuestra piel y nuestros huesos -de los que se dice que tienen propiedades curativas para los humanos-, nos persiguen por nuestros tesoros. Pero para nosotros no es una cuestión monetaria. Es una cuestión vital. La tierra cultivable nos sustenta, pero las piedras preciosas nos proporcionan algo más. Son la guinda del pastel, la energía más pura de la tierra. Ellas nos fortalecen. Al igual que nuestros antepasados dragones, nosotros podemos detectar las gemas bajo el suelo. Estamos sintonizados con su energía. No tener cerca tierra cultivable ni piedras preciosas es semejante a morirse de hambre. Jisung se pone en jarras y suplica: -Venga, vende solo una. Necesito ropa nueva. -Cobraré el viernes -responde mi madre negando con la cabeza-. Ya veremos de qué podemos disponer entonces. -Sería para tanto vender solo una piedra pequeñita? -pregunto yo como si nada, fingiendo no ser consciente del peligro potencial; por no mencionar el dolor de perder una de las gemas de mi familia. Vender una sería como vender una parte de mí, pero quizá valga la pena. Porque no quedará nada de mí si permanezco aquí. De esta manera, la manada nos encontraría y nos llevaría de vuelta. La mirada de mi madre se desvía hacia mí, centelleante y dura. Ella ve a través de mis palabras, conoce mi juego. -Sería una mala idea, Jeongin. Es una advertencia. Su tono amenazador parece definitivo. - Bueno -replico, colocando la última fuente en el escurreplatos. Y luego cruzo la sala de estar en dirección al dormitorio que comparto con Jisung. -Jeongin -me llama mi madre mientras me dejo caer en la cama. Me sigue, y se detiene en el umbral con expresión dulce-. No te enfades. -De todo esto, ¿qué parte se supone que tiene que hacerme feliz? -digo, dándole un puñetazo a un cojín fofo. -Ya sé que es difícil. Sacudo la cabeza y ruedo de costado. Ni siquiera puedo mirarla. Ella me comprende. Ella ha estado donde yo estoy ahora. Eso es lo que más me fastidia. -Tú elegiste dejar morir a tu draki -le espetó- y ahora estás eligiendo por mí. -Para mí tampoco resulta fácil. -Eres tú quien ha decidido que teníamos que hacer esto -le recuerdo, lanzándole una mirada asesina por encima del hombro. Ella mueve la cabeza con tristeza, y durante un momento pienso que a lo mejor puedo convencerla de que esto es un error. A lo mejor se da cuenta de que yo no pertenezco a este lugar, de que nunca lo haré. -Sé que fue decisión mía, que no te di ninguna opción -admite-. Pero quiero que estés a salvo. -Siento que se me cae el alma a los pies. La seguridad de nuevo. ¿Cómo puedo discutirle eso?-. Y permanecer con la manada ya no era seguro. Soy tu madre. Tendrás que fiarte de mí en este asunto. Trasladarnos aquí era lo correcto. En su tono se oculta algo..., algo que me hace pensar que no está contándomelo todo. Que en la manada hay un peligro mayor que quiere que yo ignore. Vuelvo a apartar la vista y me quedo mirando las cortinas de cuadros. Aspiro el olor químico de la casa, que me quema las fosas nasales. En esta habitación es más fuerte. Incluso anula el olor a moho. -¿No llegarás tarde a trabajar? - le pregunto. Su suave suspiro flota en el aire. -Buenas noches, niño. Te veré por la mañana -dice, y se va. Ella y Jisung intercambian unas palabras, demasiado bajito para que las descifre, así que sé que están hablando de mí. No he compartido habitación con mi hermano desde que teníamos siete años. No estoy seguro de cómo voy a soportar su optimismo en medio de mi desgracia, pero pienso intentarlo. No tiene sentido aguarle la fiesta. -¿Qué vas a ponerte mañana? - me pregunta mirando nuestro armario fijamente durante un buen rato. Como si, por arte de magia, fuera a aparecer algo que no estaba ahí un minuto antes. Mi madre nos ha dejado la habitación más grande con el armario más grande. Aun así, no está muy lleno. Su tamaño solo enfatiza la escasez de nuestro guardarropa. Me encojo de hombros. -Vaqueros - respondo. -Hoy llevabas vaqueros. - No pasa nada si vuelvo a llevar vaqueros. Cambiaré de camiseta. El se derrumba en su cama. Yo estoy sentada en el mío al estilo indio, poniéndome loción hidratante en las piernas. Otra vez. Ya he gastado casi media botella, pero es que mi piel sigue seca y sedienta. -¿No echas nada de menos de nuestra antigua vida? - le pregunto a Jisung con la esperanza de que pueda haber algo. Algo que la anime a reconsiderar la idea de volver. -No. -¿Ni siquiera a Siwon? El humor de mi hermana cambia de inmediato. Su expresión se ensombrece mientras me espeta: -No era nada mío, como para echarlo de menos, ¿verdad? Ahí está: la vieja herida. -Eso no te ha impedido beber los vientos por él todos estos años. - Cassian no puede estar con un draki extinto. Su padre no lo permitiría jamás. Y lo cierto es que lo comprendo. ¿En serio? Entonces, ¿por qué percibo furia y dolor? ¿Por qué ella lo seguía continuamente con la mirada todos estos años si lo comprendía? -Erais muy buenos amigos -le recuerdo. -Los tres lo éramos. ¿Y? -Yo no era tan amigo suyo como tú. Jisung suspira. -Eso fue hace mucho tiempo. Entonces éramos unos críos, Jeong. -Me mira sacudiendo la cabeza y añade-: ¿Adónde quieres ir a parar con esto? ¿Crees que puedes hacerme creer que tengo una oportunidad con Siwon? ¿Que así volveré a por él? Vaya, estás realmente desesperado por regresar si piensas que soy lo bastante idiota para tragarme eso. Un calor embarazoso me humedece el cuello. ¿Tan transparente soy? -Es solo que me cuesta creer que hayas olvidado a Siwon por completo -contesto. Sus ojos lanzan chispas, y le tiembla la voz al replicar: -¿Acaso preferirías que siguiera engañándome a mí mismo? No tengo ninguna oportunidad con él. La manada no permitiría que sucediera. El propio Siwon no lo permitiría. Voy a empezar de cero aquí. -Sus ojos se endurecen y me dejan helado-. Tengo dignidad, Jeongin. No dejaré que un estúpido enamoramiento me impida vivir mi vida, así que ¿podemos cambiar de tema, por favor? Pasando por alto su petición, le pregunto algo que no he mencionado en mucho tiempo -no me he atrevido-, reacia a dar falsas esperanzas a mi hermano. -¿Y si no le hubieras concedido bastante tiempo a tu draki...? Sus ojos destellan con furia. -No vayas por ahí. Si fuera a manifestarme, ya lo habría hecho. - Quizá seas tardía -replico, encogiéndome de hombros-. Nidia se manifestó tarde... -Un crío de trece años es tardío, no yo. Ahora, por favor, ¿podemos dejarlo estar de una vez? ¡No quiero hablar de la manada nunca más! -Vale, vale -respondo, devolviendo la atención a mis piernas. Secas de nuevo. Sacudo la cabeza ferozmente, con rabia. Mis manos trabajan más duro, presionando mi piel cubiertas de leche hidratante. Leche hidratante sin perfume, porque ya he tenido bastante con los olores que me asfixian constantemente en el mundo humano. Ya me siento diferente. El cambio está surtiendo efecto. Mamá está consiguiendo lo que quería. Mi draki se está marchitando, está muriendo en este desierto. Excepto cerca de Hyunjin. Mis dedos se detienen sobre mi piel. Una esperanza aletea en mi pecho. «Excepto cerca de Hyunjin». Cerca de él, mi draki revive. Hyunjin. Claro, que en eso también hay riesgo. Pero en estos días el riesgo es como el aire para mí. En todas partes. Mi vida está muy lejos de la seguridad..., por mucho que mamá se
aferre a esa idea.

🔥Alma de Fuego🔥 [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora