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Finalmente me levanto para regresar a casa. A casa. Esa palabra es cualquier cosa menos reconfortante. Camino despacio. Me duele el cuerpo; lo siento pesado y vencido en cada paso. La noche está tranquila. A estas horas, no hay coches por el barrio. Arrastro los pies por el pavimento, siguiendo la sinuosa acera, observando cómo mis zapatillas pisan una tras otra el hormigón blanqueado por el sol. Doblo la esquina de mi calle y cuando ya estoy cerca de la casa de la señora Hennessey, levanto la vista. Pero entonces unos faros giran por el extremo opuesto y se van acercando. Yo me arrimo a la parte interna de la acera, distanciándome de la calzada. El vehículo está casi a la altura de la casa de la señora Hennessey; su motor ronronea ruidosamente. Aminora la velocidad y yo lo imito. No necesito que nadie me vea fuera de casa a estas horas de la noche. No necesito que un amigo de la señora Hennessey u otro vecino se lo mencione a mi madre. A estas alturas, veo que no se trata de un turismo. ¿Será un camión? El parabrisas reluce como un espejo mientras se aproxima a la acera. Siento un estremecimiento, y el pulso me late en la nuca con la violencia de una navaja. He visto bastantes series de crímenes para sentir un recelo inmediato. Y sé lo suficiente para fiarme de mis instintos. Me preparo, reduciendo tanto el paso que apenas avanzo. Espero, observo, evalúo con un rápido movimiento de los ojos. Reprimo mi aprensión antes de que estalle en un pavor tremendo y acabe manifestándome…, suponiendo que pueda hacerlo, claro. Entonces lo veo. El vehículo lleva una barra de luces en el techo, apagada. Como si estuviera de incógnito. Lo veo y lo entiendo todo. Están aquí. Donde yo vivo. Acechándome. De algún modo, lo han averiguado. Han averiguado la verdad sobre mí. Puede que Hyunjin me haya reconocido por fin, y esté aquí para revocar su acto de compasión de aquel día en las montañas. Entonces ellos me ven. El Land Rover acelera de golpe, directo hacia mí. Yo doy media vuelta y echo a correr. La adrenalina bombea por todo mi cuerpo y anula el agotamiento y el malestar de hace unos momentos. Intentan darme caza de nuevo, solo que esta vez me encuentro en una ciudad extraña y en un cuerpo que ya no conozco. Antes, con tanto miedo, me habría manifestado al instante: es un instinto que un draki no puede resistir. Que siga manteniendo mi forma humana solo puede significar que me estoy muriendo, que me estoy debilitando. Mis zapatillas golpean la acera y los resonantes pasos me llenan la cabeza, mezclándose con el torrente de sangre que resuena en mis oídos… y con el rugido del motor del Land Rover, que acelera detrás de mí como un gigantesco monstruo que hubiera cobrado vida. La calle se extiende ante mí. No hay ningún sitio en el que esconderme, ningún sitio en el que perderme si sigo su senda abierta. Me arriesgo, corro al otro lado de la calle y me meto directamente en un jardín. Los neumáticos chirrían sobre el asfalto, quemándolo. Yo continúo y, sin mirar atrás, salto una valla. Las suelas de mis zapatillas ascienden ruidosamente, sacudiendo la madera. Agarro la parte superior y los extremos puntiagudos de las estacas se me clavan en las manos. Me lanzo por encima de la valla y atravieso un jardín de rocas y cactus. Escalo otra verja y llego al patio delantero de otro vecino. La piel se me tensa de calor. El puente de mi nariz empuja hacia arriba, elevándose. Mis pulmones empiezan a arder, y el pecho a vibrar. Mi draki, por fin. Supongo que eso debería reconfortarme. Debería alegrarme sentir cómo mi esencia responde, saber que no estoy completamente muerto por dentro. Me ensordece un chirrido de frenos. Los faros oscilan salvajemente en la noche y yo me giro y trepo a otra  valla. - Jeongin! ¡Para! ¡Espera! No puedo evitarlo. Esa voz me alcanza al instante, tira de mí como una mano invisible. Colgando de la valla, miro por encima del hombro. Hyunjin se halla bajo una farola, y su pelo castaño reluce donde incide la luz. Sus ojos también parecen de oro. Resplandecientes y ardientes, se clavan en mí, con el Land Rover ronroneando a unos pasos de él. Hyunjin alarga una mano, como para apaciguar a una criatura salvaje que pretendiera domesticar. —Hyunjin… El nombre escapa de mi boca, demasiado bajito para que él pueda oírme. Parpadeo con fuerza largo rato, dejando que el miedo se desvanezca, y con él, mi draki. Luego abro los ojos y bajo de la valla. Barro la calle con la mirada, buscando a los demás. A menos que haya alguien escondido en el coche, Hyunjin está solo, así que suelto un suspiro tembloroso. Su mano sigue tendida hacia mí. -¿Qué estás haciendo fuera de casa a estas horas? -me pregunta, frunciendo la boca-. Es la una de la madrugada. -¿Yo? -Recorro el césped lentamente, todavía sin confiar del todo-. ¿Qué es lo que estás haciendo tú aquí? -le pregunto, pensando que esto no es casualidad-. ¿Me estabas espiando? «¿Pretendes darme caza?», deseo añadir. Hyunjin pestañea y entonces parte de la tensión que le esculpe la cara desaparece, reemplazada por otra cosa. Se frota la nuca en un gesto de timidez. Es un gesto innatamente humano que muestra que está avergonzado. -Yo… - Me estabas espiando -concluyo, con una sonrisa incontrolable. -Solo quería ver dónde vives -masculla, con mirada rabiosa, a la defensiva. -¿Por qué? Hyunjin vuelve a frotarse la nuca, pero esta vez el gesto es feroz, molesto. Lo que ignoro es si está molesto conmigo o consigo mismo. A nuestra izquierda, se enciende la luz de un porche. Me sobresalto y bizqueo ante el aluvión de luz amarilla y hostil. -¡Vamos! -exclama Hyunjin al oír cómo alguien abre la puerta de su casa. Presa del pánico, corro…, y ni siquiera vacilo cuando Hyunjin me abre la puerta del copiloto. Salto al interior del vehículo, y de inmediato me veo asaltada por el olor a tapicería de cuero. La puerta se cierra de golpe a mi espalda. Durante un momento me quedo a solas. Echo una ojeada a los relucientes chismes y botones del enorme salpicadero. Miro hacia atrás y compruebo que el todoterreno es grandísimo y podría transportar cómodamente a varias personas. Me estremezco al pensar en las personas a las que suele transportar… Hyunjin se sienta a mi lado antes de que pueda reflexionar sobre dónde estoy, y se separa de la acera en el preciso instante en que un hombre con albornoz sale de la casa. Poco a poco soy consciente de la situación. Estoy con un cazador de drakis, y a la una de la madrugada. Y nadie sabe dónde estoy. Se me pasa por la cabeza que esta puede ser una de las cosas más insensatas que haya hecho jamás. Y me convenzo de que sí lo es cuando Hyunjin toma la dirección opuesta a la de mi casa. -Sabes dónde vivo, ¿no?  -Le pregunto. -Sí. -Entonces, ¿por qué no me llevas allí? -Pensaba que podríamos hablar. -Vale -respondo lentamente, apretándome los muslos. Como él no dice nada más, añado-: ¿Cómo sabías dónde vivo? -No es difícil de averiguar. Tu dirección está archivada en la secretaría del instituto. -¿Te has colado en la secretaría? -No. Conozco a una de las ayudantes. Ella me consiguió tus señas el primer día. Mi primer día. Ha tenido mi dirección todo este tiempo… ¿Por qué? Sale un chorro de aire frío por el conducto de ventilación, y yo me estremezco un poco, solo que no por el aire. -¿Tienes frío? -me pregunta Hyunjin, ajustando un regulador. -¿Para qué necesitabas mis señas? -Por si acaso quería encontrarte. Verte. Y al final lo ha hecho. -Eso resulta muy curioso, sobre todo teniendo en cuenta que hoy has pasado de mí en clase. -Y tú has roto mi nota -me acusa él. Un músculo le acentúa la mandíbula. -Da igual - contesto, haciendo rotaciones con un hombro para engrasar la articulación.
-No, no da igual. Deberías haberla leído. Me resisto a preguntarle qué decía la nota, negándome a dejarme embaucar. Ya había decidido mantenerme alejado de él. No puede importarme, no puedo permitir que llegue hasta mí. -¿Estabas planeando llamar a la puerta de mi casa a la una de la madrugada? -Por supuesto que no… -Y, entonces, ¿por qué…? -No duermo bien. He pensado que por lo menos podría ver dónde vives. ¿Hyunjin no duerme bien? Pues ya somos dos. Pero ¿qué le impide a él conciliar el sueño? ¿La culpabilidad? ¿Tener las manos manchadas con la sangre de mis congéneres? ¿O tal vez esté relacionado conmigo? Hyunjin me pidió que saliera con él y luego cambió de idea…, me trató como a una leprosa en la sala de estudio. ¿Por qué? Quiero saberlo, pero no me atrevo a preguntarle. Eso solo serviría para abrir la puerta a más problemas. Abrir una puerta que he jurado sellar para siempre. Nos rodea el silencio. Es tan denso que puedo paladearlo. Hyunjin me lanza una mirada de soslayo, y el dorado de sus ojos avellana se convierte en chispas que caldean mi pecho, encendiendo una hoguera que yo creía casi apagada. Con una sola mirada, los rescoldos se reavivan. Las hojas de los árboles se agitan sonoramente por un viento repentino. Eso es lo que me hace Hyunjin. No importa cuánto intente convencerme de que no lo necesito para despertar a mi draki, pues Hyunjin siempre acaba demostrándome que estoy equivocado. Tal vez no haya que separar «necesitar» de «querer».

🔥Alma de Fuego🔥 [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora