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El lunes estoy despierto cuando Jisung se marcha a clase, pero no me levanto. Finjo estar dormido mientras se viste. Cuando el y mamá se van, salgo de la cama y preparo una tortilla con queso como las que solía hacer mi padre, y me la como mientras veo un programa de entrevistas matutino, con los sentidos embotados. A primera hora de la tarde estoy harto del silencio sepulcral de la casa, harto de preocuparme por lo que Hyunjin hará o dejará de hacer, de modo que salgo a pasear. Al cabo de cinco minutos empiezo a tirar de mi camiseta, que se me pega por el calor. Cuando llego al campo de golf, me detengo a regalarme la vista con la verde extensión, tan fuera de lugar en medio del resto de la tierra, seca y cuarteada. Me paro al borde del césped y deslizo los dedos por la hierba, hasta que los jubilados de pelo blanco y pantalones penosos empiezan a mirarme con curiosidad. Jurándome a mí mismo que intentaré volar de nuevo esta semana, me encamino a casa, trazando mi próximo movimiento: colarme en casa de Hyunjin para examinar otra vez el mapa. Al llegar, la señora Hennessey está fuera regando las plantas. -Así que eres tú… Me detengo. -¿Cómo? -Tu madre me contó que habían expulsado a uno de los dos. - Genial. He confirmado sus sospechas de que ha alquilado la casita de la piscina a una familia de sinvergüenzas-. Suponía que eras tú - añade. «Estupendo», pienso escabulléndome hacia mi casa, pero entonces me grita-: ¡He preparado gulash ! -¿Qué es eso? -le pregunto, parándome de nuevo. -Carne de vacuno, cebollas, pimentón picante y un poco de salsa agria por encima - me explica, y se encoge de hombros-. Te lo digo por si tienes hambre. He preparado mucho. No he llegado a acostumbrarme a cocinar para uno. Me quedo mirándola un instante, reconsiderando mi opinión sobre ella. A lo mejor no es que sea entrometida, sino que está sola. Sobre todo si está encerrada día y noche en una casa silenciosa. Sí, supongo que está sola. - Claro -contesto-. ¿Cuándo? -Ahora está caliente -me informa, y entra en su casa arrastrando los pies. Al cabo de un momento, la sigo.

Al día siguiente no espero invitación. Me dirijo a la casa de la señora Hennessey en cuanto mi hermano y mi madre se marchan. La señora Hennessey no habla mucho. Cocina y hace pasteles, todo en gran cantidad. No bromeaba al decir que siempre está preparando demasiada comida. Me alimenta como si fuera un escuálido que necesitase engordar. De algún modo, resulta agradable. La compañía me ayuda a mantener a Hyunjin fuera de mis pensamientos. Mientras desayuno una tostada francesa generosamente espolvoreada con azúcar glas y chorreante de sirope, oigo un sonido. Llaman a una puerta. -¿Llaman a tu casa? -me pregunta la señora Hennessey, pues ella también lo ha oído. Dejo la cuchara, sacudo la cabeza y me levanto para ir a la ventana del salón. -No sé quién puede ser -respondo, mirando a través de la persiana. Entonces veo que Hyunjin está delante de la casita de la piscina. Me quedo paralizado, sopesando mis opciones. ¿Puedo tirarme al suelo y esconderme sin que él perciba el movimiento? No estoy preparado para esto. Para él. -¿Es tu novio? - No…, sí…, no -digo, ladeando la cabeza. Ella se echa a reír con carcajadas oxidadas. -Desde luego, es un regalo para la vista, de eso no cabe duda. ¿Por qué no sales a hablar con él? -La miro de reojo-. ¿Qué? ¿Es una mala idea? ¿De qué tienes miedo? Niego con la cabeza un poco demasiado ferozmente y contesto: - De nada. Pero es mentira. Sí, tengo miedo. Temo lo que él vaya a decir. Temo las palabras que no logró pronunciar en el servicio de las chicas y donceles, pero que estaban allí, en sus ojos. Y ahora las habrá solidificado y preparado para lanzármelas como piedras. Me acurruco al lado de la ventana, mirando hacia fuera. Veo cómo Hyunjin vuelve a llamar. -¿Jeongin?- dice delante de la puerta. La señora Hennessey mira de soslayo por las persianas abiertas. -Si no tienes miedo, ¿por qué te escondes? Él no te trata mal, ¿verdad? -No, él no me haría daño. Por lo menos eso creo. No me lo hizo la primera vez que nos vimos. Pero ahora… Suelto un bufido y entierro mis manos temblorosas bajo la camiseta. Se me tensa la piel. Inspeccionó el patio trasero con la mirada, como si esperara ver a sus primos escondidos en los arbustos, esperando para atacar. Miro hacia arriba, pero no hay helicópteros volando en círculos. Recuerdo a Hyunjin en aquel cuarto de baño, mirándome por encima del cubículo. No he conseguido sacudirme de encima la expresión de su cara. Los ojos dilatados de espanto. La conmoción al contemplarme -a mí, el chico que le gustaba-, transformado en la misma criatura que le han enseñado a cazar. Qué contraste tan grande con la primera vez que me vio bajo mi aspecto draki… Esa diferencia es la que me forma un nudo en el estómago. -Bueno, ¿a qué estás esperando? -me pregunta la señora Hennessey. A que todo sea más fácil. A que la vida deje de ser tan dura. Como eso no va a suceder, le dirijo una sonrisa temblorosa a nuestra casera y salgo.
-Hola, Hyunjin -digo en voz queda. Él se gira de golpe y me examina como si estuviera revisando algo. ¿Qué? ¿Acaso espera que aparezca ante él completamente manifestado? ¿Con alas, piel llameante y todo lo demás? Su mirada se desvía por encima de mi hombro, y sé que ha visto a la señora Hennessey en la ventana. -Vayamos dentro. Paso deprisa ante él y entro en la casa de la piscina, al chorro de aire helado que actúa como un bálsamo en mi humeante piel. Cuando mi madre y mi hermano se han marchado, he bajado el termostato, deseoso de sentir la frescura y el aire gélido sobre la piel. Ahora me alegro especialmente de haberlo hecho, ya que Hyunjin está aquí. Oigo cómo la puerta se cierra tras de mí. En medio de nuestra pequeña sala de estar, me giro para encararme con él. Hundo las manos profundamente en los bolsillos de mis pantalones cortos y le pregunto: -¿No deberías estar en clase? Hyunjin se queda mirándome con ojos brillantes. Hoy son más dorados que marrones o verdes, y siento una punzada en el corazón al recordar el ámbar que mi madre vendió, un trozo de mi alma perdida. Los ojos de Hyunjin siempre han sido penetrantes, pero esto es diferente. Es como si estuviera viéndome por primera vez. Y supongo que, en cierta manera, así es. En esos expresivos ojos está todo: el dolor, la traición… Yo le he hecho eso, y no puedo esconderme. Hacerle daño me duele a mí. Más de lo que habría imaginado jamás. Este dolor es tan grande como el que sentí cuando perdí a mi padre. Como cuando abandoné la manada, dejando atrás a Félix y Nidia. Como cada vez que noto que mi draki se esfuma como niebla entre los dedos. Este dolor es tan grande como el que me produce haber traicionado a mi especie, incluso aunque los miembros de mi clan planearan cortarme las alas y traicionarme a mí… -Me he tomado el día libre -anuncia, como si yo se lo hubiera pedido. -¿Es que tu padre te deja…? -Yo no le pregunto a mi padre. Para casi nada. Mientras no suspenda, todo le trae sin cuidado. -Los surcos que bordean sus mejillas se acentúan-. A él le importan otras cosas. -Asiente despacio, mirándome, y se me retuerce el estómago-. Ya puedes imaginarte qué cosas son. El estómago se me retuerce de nuevo, más dolorosamente. Ya hemos llegado. Yo mismo podría haberlo dicho, haberlo puesto sobre la mesa. Él sabe que yo lo sé. -El negocio familiar… -digo. Hyunjin aprieta los labios, que forman una línea dura. - Sí. El negocio de mi familia es cazar a tu familia. Inhalo. Odio preguntar, pero tengo que saberlo. -¿Les has contado lo…? -¿De verdad crees que seguirías vivo si lo hubiera hecho? - responde con voz cortante mientras sus ojos furiosos se clavan en mí. Yo me dejo caer en el sofá y me tiro del borde de los pantalones. -Supongo que no. Hyunjin sacude la cabeza. -Tú viste esa habitación de mi casa… -Sí - respondo deprisa, pues no quiero hablar de la sala de trofeos de su familia. Me persigue cada vez que cierro los ojos-. Ya sé de lo que son capaces tus parientes. -¿Y aun así viniste a mi casa? ¿Es que deseas morir? -¡No tenía otra opción! Me abrazo a mí mismo, estrechándome con fuerza, como si así pudiera protegerme de su furia. Suspirando, Hyunjin se sienta a mi lado. Mucho más cerca de lo que yo me esperaba, mucho más cerca de lo que quiero que esté en estos precisos instantes. Huelo su jabón, su piel, y poco a poco mi pecho empieza a inflamarse, hasta que noto el sabor del calor en la boca, el humo en la nariz. -Imagino que no eres un enkros -dice-. Eres un… ¿dragon? Advierto cuánto le cuesta decir eso y casi sonrío. -No, no soy una enkros. Y no somos dragones. Desde hace ya mucho. Solo descendemos de ellos. Nos llamamos a nosotros mismos drakis. -Drakis -repite, asintiendo despacio, y luego se inclina más hacia mí, con ojos iracundos-. Debes de haberte reído mucho con todo esto, ¿eh? -No -digo, estremeciéndome. De angustia o de alegría, no lo sé. Quizá de ambas cosas. Lo cierto es que Hyunjin no debería estar tan cerca de mí-. Yo no diría que nada de esto ha sido divertido. -Supongo que no. ¿Sabes?, podrías haberme contado… -¿En serio? -Me froto la frente, justo en el centro, donde ha empezado a latirme-. Como que tú has sido muy sincero conmigo… -replico con voz firme, aunque esté temblando por dentro. La expresión de Hyunjin se vuelve tan dura como la piedra. -¿Qué esperabas que hiciera? ¿Que le contara a el chico que no puedo sacarme de la cabeza que mi familia caza criaturas míticas? ¿Que están obsesionados con las cacerías? ¿Con hacer dinero despedazando…? -¡Basta! Levanto una mano, controlando mis labios, intentando ahuyentar el mal sabor de boca, calmar mi estómago revuelto, porque no quiero conocer todos los detalles. No soporto oír lo que su familia hace con los de mi especie. Lo que Hyunjin les ha visto hacer…, en lo que quizá haya colaborado incluso. Mi visita a ese museo de los horrores que él llama hogar es un recuerdo que todavía tengo que borrarme de la mente. -Pero tú lo sabías -continúa-. Tú me habías visto antes. -Sus ojos son feroces, sus palabras, un torrente salvaje; cada una se me clava como un cuchillo afilado-. Tú me conocías de las montañas. Aquel primer día, en el pasillo, me reconociste. -Sus ojos se pasean por mi rostro, bajan por el cuello y se deslizan por mi cuerpo, y de nuevo siento como si estuviera viéndome como me vio en aquella caverna, en el cuarto de baño. Está viendo, a través de mi piel humana, a el draki que hay debajo-. Tú tenías que saber que yo jamás podría hacerte daño. No lo hice en aquella primera ocasión, así que ¿cómo iba a hacerlo ahora? Me levanto para dirigirme a la cocina, desesperado por poner distancia entre él y yo, pero Hyunjin no está dispuesto a concederme ese deseo. Me sigue, pisándome los talones, y anuncia: -Yo sabía que eras tú todo este tiempo. No te engañes… -En su mirada arde un brillo febril, y me coge la cara con las dos manos, como si fuera a darme un beso. -¿Qué quieres decir? -replico, separándome bruscamente, y me muevo alrededor de la pequeña isla, reconfortada por el objeto que hay entre él y yo. Frunciendo el entrecejo, Hyunjin se queda mirándome y continúa: -Antes de que pudiera entenderlo, yo… te recordaba. Te sentía. De algún modo, eso no me sorprende. Plantado ante mi taquilla con Jisung, percibí algo en los ojos de Hyunjin, en su cara. Vuelve a levantar una mano, y yo me acomodo en ella. Mi piel suspira contra el hueco de su palma. Muevo la boca, paladeo el intenso aroma salado de su piel. Su voz atiza el fuego de mi interior. -Te recuerdo. Eras como una hoguera encendida en aquella cueva, toda como en llamas… -Yo me inclino más por encima de la isla, hipnotizado por sus palabras, con su mano en mi cara. Si Hyunjin sigue hablando así, acabará viéndome de nuevo como en aquella ocasión-. Dime que pensabas en mí, que piensas en mí ahora. Mis labios se mueven, pero no puedo hablar. Él retira la mano y yo me siento repentinamente frío, despojado, igual que me he sentido durante mucho tiempo. Incluso desde antes de llegar a Chaparral. Desde que me manifesté a los once años y me perdí a mí mismo. Para todos los que me conocían, me convertí simplemente en el piroexhalador. Imagino que incluso yo soy culpable de eso, de verme nada más que como el último ejemplar de draki piroexhalador. Solo ahora, con Hyunjin, me doy cuenta de que soy algo más, un ser que no está sometido a las normas de su manada, su raza, su familia. Soy un ser que puede ser amado por sí mismo, sea draki o no. - Claro que pensaba en ti -susurro, con una voz que ya no es la mía. Pertenece a otra persona. Alguien valiente, que está a punto de arriesgarlo todo y de seguir los impulsos de su corazón-. Jamás he dejado de pensar en ti - añado, y de algún modo dudo que jamás deje de hacerlo. Y entonces me veo recompensada con sus manos de nuevo en mi cara, con sus labios sobre los míos, rozándolos muy suave y tiernamente; el desasosiego está ahí, pero bajo control. Siento como si se estuviera formando una tormenta. Mi aliento se estremece contra sus labios y él me besa con más intensidad, apretando las manos sobre mi cara. Durante un momento, me permito olvidar los vientos tormentosos. Cuando sus manos ladean mi cabeza, yo me aferro a él y disfruto del abrazo, de la presión de su cuerpo contra el mío. De pronto, sin embargo, los labios de Hyunjin empiezan a parecer fríos, como hielo contra mi boca, y comprendo que no se trata de él. Soy yo, que voy subiendo de temperatura. Demasiado. Con un grito ahogado, me despego de él, rodeo la isla y me agarro al borde de la encimera con ambas manos. Los vientos tempestuosos se apaciguan. Hyunjin todavía no sabe nada de mi talento particular, y preferiría que no se enterase de esta manera. Hyunjin respira entrecortadamente y pronuncia mi nombre con tanta intensidad que necesito cerrar los ojos un instante. Cuando vuelvo a abrirlos, él parece más tranquilo. Yo ya no siento la necesidad de alejarme de un salto cuando me tiende una mano, así que la tomo y él me guía de vuelta a la sala de estar. -Cuéntame -me insta, con un fulgor en los ojos, esos ojos que prometen el refugio que yo anhelo, desesperado y ansioso por conocer la verdad-. Quiero saberlo todo sobre ti. Ya lo sabe. Por lo menos el mayor secreto de todos. Y, aunque, lógicamente, yo debería reservarme tanto como pueda para mí mismo - por el bien de la manada y de mi especie-, no puedo. Ya no. No con Hyunjin. No puedo ocultarle nada. No al chico que me ha protegido incontables veces. En las montañas, en su casa, incluso aquel día en el instituto. Si quisiera hacerme algún daño, ya lo habría hecho mucho antes. Si quisiera hacerme daño, no me miraría como me está mirando. No podría fingir eso. No quiero que nada se interponga entre nosotros de nuevo. Es la hora de la verdad. -Mi madre, Jisung…, ellos no son como yo. No son… drakis. Hyunjin me mira, confundido, mientras me coge la otra mano. Yo me lanzo, le hablo de la manada, de cómo vivimos, nos manifestamos y nos desmanifestamos. Le explico cómo nuestra evolución nos ha proporcionado el mejor medio de protección, permitiéndonos adoptar forma humana-. Pero nos resulta imposible conservar el aspecto humano cuando nos sentimos asustados o amenazados. Es un mecanismo de defensa de nuestra especie: en esos momentos recuperamos nuestra verdadera forma, con la que somos más fuertes y podemos usar nuestros talentos. Por eso empecé a manifestarme en el baño, cuando IU y su grupo me atacaron. Guardamos silencio, y poco después Hyunjin pregunta: -Has mencionado vuestros talentos. ¿Cuál es el tuyo? Yo aparto la mirada. - Quizá ya hayas advertido cuál es. Esta es la parte difícil, aunque no debería serlo. Después de todo, Hyunjin ya sabe que soy un draki, pero esto nos lleva a otro nivel. Soy un draki anormal incluso entre mis propios congéneres. Después de respirar hondo, me giro hacia él y confieso: - Soy un piroexhalador.
Hyunjin parece desconcertado, y yo me muero por borrar la arruga de su frente. -No existe tal cosa. Ya no - replica-. No hay noticias de piroexhaladores desde… -Supongo que yo me beneficia de algún afortunado gen recesivo. Will no sonríe. Su mano revolotea sobre mi rostro, pero esta vez no me toca. Poco a poco sus ojos revelan que va comprendiendo. -En el hueco de la escalera… tu piel se puso de lo más caliente. Tus labios…, ahora mismo… Me arde la cara, aunque sus palabras hacen que sienta frío por dentro. Asiento. -Sí. Digamos que yo… aumento de temperatura cuando me besas. -Pero entonces…, ¿qué significa eso? ¿Que, cuando nos besamos, yo podría prenderme fuego? -Sus ojos se dilatan-. Por eso me has evitado. Por eso saliste corriendo cuando nos besamos aquella noche. Resisto la tentación de señalar que por eso he salido corriendo todas las veces, no solo aquella noche. Hyunjin se toca los labios, como recordando la calidez de los míos hace unos instantes, y yo suelto una carcajada triste. ¿Puede ser más mortificante todo esto? -Solo puedo hacer daño a alguien si libero fuego o humo -le explico. Por lo menos, creo que eso es cierto. Mientras hablo, sus dedos se deslizan por mi brazo, y me siento muy aliviado por que no le importe tocarme después de lo que le he contado. Le da la vuelta a mi mano y recorre las líneas de la palma. -¿Y? - Levanta la vista sin levantar la cabeza-. ¿Qué más debería saber sobre ti? -Mi piel… -empiezo, y me detengo para tragar saliva. Él se inclina y pega sus labios contra mi muñeca en un delicado beso. -¿Qué pasa con tu piel? -Ya sabes. Lo has visto -contesto con voz ronca-. Cambia. El color se vuelve… -Como fuego. -Alza la mirada de mi muñeca y pronuncia la palabra que pronunció hace tiempo, rodeado de frías brumas, agazapado en un saliente sobre un susurrante estanque-. Es una preciosidad. -Dijiste eso mismo entonces. En las montañas. -Y hablaba en serio. Ahora también. Yo me río débilmente. -Supongo que eso significa que no estás enfadado conmigo, ¿no? -Lo estaría si pudiera - replica, frunciendo el entrecejo-
-. Debería estarlo. -Se me acerca más en el sofá y nos hundimos en los raídos cojines-. Esto es imposible - afirma entonces. -¿El qué? -le pregunto, agarrando el cuello de su camisa. Su rostro está tan cerca que examino el color variante de sus ojos. Durante un buen rato, Hyunjin no responde y se queda mirándome de esa manera que me azora. Durante un momento, parece que sus iris brillen y sus pupilas se reduzcan a simples líneas. Luego dice en voz baja: -Un cazador, enamorado de su presa. Se me contrae el pecho y tomo una bocanada de aire. «Es maravilloso», pienso, pero me da demasiada vergüenza decirlo. Incluso aunque él acabe de admitirlo.
¿Hyunjin me ama?
Lo observo con atención, pensando si estará hablando en serio. Pero ¿cómo no va a ser así? ¿Qué otra cosa lo habría traído hasta aquí? ¿Qué otra cosa le haría darle la espalda al modo de vida de su familia? Mientras Hyunjin me contempla de esa forma desesperada y devoradora, recuerdo los instantes que pasamos aquella noche en su coche, cuando se ocupó del corte de mi mano y me acarició la pierna. Me da un vuelco el estómago. Miro a mi alrededor, y veo lo peligrosamente solos que estamos. Mucho más solos que en aquella escalera. O incluso que cuando nos vimos por primera vez, en aquella cueva. Me humedezco los labios. Ahora estamos solos, sin ningún timbre de aviso listo para separarnos. Y lo que es más alarmante: ya no hay secretos entre nosotros. Ninguna barrera. Nada que nos detenga. Contengo la respiración hasta que siento la presión de sus labios, seguro de que jamás había estado tan cerca de otro ser, tan vulnerable. Nos besamos hasta quedarnos sin aliento, enredándonos el uno en el otro sobre el sofá. Sus manos me acarician la espalda por debajo de la camiseta, recorriendo todas las elevaciones de mi columna vertebral. Noto un cosquilleo en la espalda: las alas vibran justo bajo su superficie. Absorbo el aire fresco de los labios de Hyunjin, y lo llevo hasta mis pulmones ardientes. Ni siquiera me importa cuando Hyunjin se para a contemplar cómo mi piel muda de color, o cuando me toca la cara mientras esta varía. Besa mi rostro cambiante. Las mejillas, la nariz, las comisuras de los ojos, susurrando mi nombre entre cada caricia. Sus labios se deslizan por mi cuello y suelto un gemido, me arqueo, olvidada de todo excepto de él. Perdiéndome en esto, con él, estoy tan cerca del cielo como jamás había estado.

🔥Alma de Fuego🔥 [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora