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Al día siguiente mi madre no vuelve a sacar el tema de vender una piedra preciosa, y yo tampoco lo hago. Ya sé que es absurdo, pero siento como si no mencionar el tema la ayudara a olvidar que quiere vender una. Mientras ella y Jisung esperan nuestra pizza en Chubby’s, que tiene fama de ser la mejor pizzería de Chaparral, yo voy varios locales más allá a escoger una película para la velada. Preferiblemente una comedia. Cualquier cosa que me distraiga. En el camino de vuelta, con la película en la mano, estoy cruzando por delante la callejuela que hay justo antes de Chubby’s cuando me levantan en volandas y tiran de mí hacia el estrecho espacio, arrastrándome entre dos paredes de cemento idénticas, donde me llega el intenso olor de un contenedor cercano. Me retuerzo, bufando y escupiendo vapor; el fuego me sube por la tráquea. Girando la cabeza, intento enfrentarme a mi agresor y convertirlo en un chisporroteante montón de huesos y cenizas cuando oigo: -¡Para! -Reconozco esa voz ronca al instante y no siento verdadera sorpresa. En lo más hondo de mi mente, sabía que si alguna vez la manada lograba localizarme, encontrarme…, sería él quien encabezaría el pelotón. Me sacude un poco y me pregunta-: ¿Ya has terminado? No pienso darte la vuelta hasta que me prometas que no vas a incinerarme. -No estoy segura de poder prometerte eso -replico con una
risa entrecortada. Al cabo de un largo instante, las grandes manos que me sujetan los hombros se relajan. Me libero tambaleándome y me giro hacia él. -Hola, Jeongin -me saluda, como si nuestro encuentro fuera lo más natural del mundo. Mis ojos son más lentos en procesar, en aceptar, lo que ya sé. Me quedo mirándolo. Su inmensidad es un muro amenazador. Mide casi dos metros de estatura, pero lo había olvidado. Había olvidado su tamaño, su presencia absoluta. De algún modo, con el tiempo y la distancia, desde el mundo humano, él había encogido en mi mente. Ahora vuelvo a comprender por qué, después de su padre, es el ónix principal de mi manada. -¿Cómo nos has encontrado, Siwon? Él ladea la cabeza. Mechones de un negro purpúreo le rozan los hombros. - ¿Pensabas que no lo haría? -No sé por qué tenías que intentarlo. -¿Ah, no? - ¿Por qué no podías limitarte a olvidar…? -No puedo hacer eso. - Porque te lo dijo tu papaíto, ¿no? - digo, pensando en Severin. Un negro carbón destella bajo el tono aceitunado de la piel de Siwon; su piel draki está lista para manifestarse. No estoy aquí ni por mi padre ni por la manada. Mientras sus ojos me atraviesan, noto que está diciendo la verdad. Sé lo que está diciendo en realidad. Está aquí por sí mismo. - Noticia de última hora, Siwon - replico-. No estoy deseando volver a casa. O por lo menos no de esta manera. No quiero que él me lleve a rastras. Siwon responde a la típica manera del draki masculino. Su rostro se tensa en líneas marcadas; se le ensancha la nariz, que desarrolla varios puentes angulosos; su piel parpadea intermitentemente. Piel negra de dragón un momento, carne humana al siguiente. Yo me preparo, doblando los dedos de los pies dentro de los zapatos. De la nariz me brota vapor, como respiración cálida en un día de invierno. -Tu exhibición de macho no me intimida -miento-. Pelearé contigo -le advierto. Puede que él sea más fuerte, pero yo no estoy indefenso. Siwon lo sabe, por supuesto. Esa es la razón de que esté aquí. Después de todo, me quiere por lo que puedo hacer. Me examina, pensando. -¿Estás dispuesto a luchar? -lo desafío. -¿Y tú? -replica. ¿Estoy listo para incinerarlo con una sola exhalación? Pese a su expresión ceñuda, él es parte de mi pasado, uno de los míos, el legado que mi madre empaquetaría y vendería como ropa de bebé vieja. Al cabo de un momento, Siwon añade: -No puedes pelear con toda la manada. Yo arqueo una ceja con una dulzura que no siento. -Oh, ¿vas a meter a la manada en esto? Creía que estabas aquí por tu cuenta. - Así es, pero iban a mandar a alguien tras de ti. Yo me ofrecí voluntario, aunque si regreso con las manos vacías, enviarán a otro. Probablemente a Corbin. -Yo procuro no estremecerme. Corbín, hijo de Jabel y primo de Cassian. Él y Siwon nunca se han llevado bien. Ni siquiera se molestan en intentarlo-. Vuelve a casa conmigo, Jeongin. Es inevitable. Mis manos se cierran en un puño y las uñas se me clavan en las palmas. - ¿Es eso lo que quieres? ¿Que vaya contigo y te odie hasta el resto de mis días porque no me diste elección? -Lo superarás… -No, no lo haré. -Él parece sorprendido un instante, y luego un poco triste. Entorna los ojos como si estuviera viéndome por primera vez. O, en cualquier caso, una nueva faceta de mí-. Podrías regresar tú -sugiero aprovechando la oportunidad-. Darles pistas falsas. Contarles que no has encontrado… -No puedo hacer eso. - Tú crees que un día me despertaré y pensaré: «Caramba, deseo volver a ser propiedad de la manada, una herramienta que puedan emplear para lo que se les antoje». -Entonces cruzo los brazos y le aseguro-: No volveré. Siwon se queda mirándome un largo rato. Se me contrae el estómago bajo esa mirada, y durante unos segundos comprendo por completo el efecto que causa sobre tantas chicas. Sobre mi hermano y sobre todas las demás mujeres de la manada. -Muy bien. No puede gustarte estar aquí - me espeta él-. No puedes desear quedarte. Tú no has nacido para esta penuria. Da igual lo que digas, lo que pienses ahora: acabarás cansándote del mundo humano. Este calor debe de ser un infierno para tu draki. Seguro que está abrasándolo. Esperaré. Volveré a comprobar cómo estás dentro de… - Ladea la cabeza como calculando cuánto tiempo resistiré aquí y enseguida anuncia-: Dentro de cinco semanas. Cinco semanas, vaya. Casi me sorprende que me conceda tanto tiempo. - ¡Oh, a mi madre le encantará verte aparecer por casa! -exclamo-. Probablemente prepare carne asada.
-Tu madre no tiene por qué saber que te he encontrado…, ni que estaré cerca. No quiero que volváis a huir. Mi madre escaparía de nuevo. Siwon tiene razón en eso. Sus ojos me taladran y siento una oleada del antiguo malestar. Y también algo más. Algo que jamás había experimentado con Siwon. Una extraña nostalgia. Me digo a mí misma que es solo por mi manada, mi propia especie, lo cual tiene sentido. No se trata de Siwon específicamente, sino de lo que representa. Casi huelo las montañas y las nieblas en él. Tengo que usar toda mi fuerza de voluntad para no acercarme, pegar la nariz a su cálida y fragante piel, e inhalar. -Puedo ser paciente -añade. Yo no digo nada. Me limito a sostenerle la mirada; me siento algo mareado al contemplar esos lisos y oscuros estanques, y me reprimo para no acercarme más. Yo jamás habría descrito a Siwon como paciente. Es la clase de persona que toma lo que quiere sin pedirlo porque es su derecho de nacimiento. Como cualquier otra draki macho, se supone que debo caer a sus pies en extasiada subyugación. ¿Qué puede haberlo cambiado? Me pongo una mano en la cadera y replico: -¿Paciente? ¿Tú? ¿En serio? Él suspira y se acerca un paso más. Yo reacciono retrocediendo hasta que no puedo alejarme más, con la dura pared de la callejuela contra mi espalda. -No voy a negar que espero que haya algo más entre nosotros, Jeongin. Algo real y duradero. -Debe de ver algo en mi cara, porque se apresura a subrayar-: Lo espero. No voy a forzarlo. -¿Y si yo no lo deseo? ¿Nunca? Él aprieta los labios hasta reducirlos a una firme línea, como si estuviese saboreando esto en la boca. Y como si no le gustara. -Entonces respetaría tus deseos. Escupe las palabras, como si le doliera quedárselas dentro. Su expresión de repugnancia es casi cómica. La idea de que yo no me una jamás a él, de que no me empareje con él para producir un montón de pequeños lanzallamas, no le sienta bien. Tanto si lo ve como si no, ya contempla las cosas como un alfa. El rey de la manada, cuidando del futuro de nuestra raza, a costa de quien sea. Ha asegurado que estaba aquí por voluntad propia, pero no se da cuenta de que la manada es parte de él. Le resulta imposible separar las necesidades y los deseos de la manada de los suyos propios. Ahí reside el peligro. -Necesito tu palabra -digo-. Que me lo prometas. No intervendrás mientras yo esté aquí, no me obligarás a regresar. Si me lo dice, lo creeré. Siwon puede ser muchas cosas, pero jamás ha sido un mentiroso. Sus ojos se clavan en los míos y afirma: -Te lo prometo. -De acuerdo -acepto por fin, pasando ante él-. Confiaré en ti. Hay algo en sus ojos, en su rostro, que hace que lo crea. Y, en realidad, ¿cuántas opciones tengo? -Deberías - murmura Siwon-. Siempre puedes confiar en mí. Al emerger de la callejuela, veo que Jisung y mi madre están saliendo de Chubby’s. Lanzo una rápida mirada por encima del hombro y descubro que Siwon ha desaparecido. Una brisa repentina me impulsa a mirar hacia arriba, a las oscuras sombras del aire, que se retuercen en lo alto, que se desvanecen en la negra noche tan deprisa como bruma que se evapora. Solo persiste su voz, susurrando a través de mí: «Siempre puedes confiar en mí». Espero que tenga razón. Me sobresalto cuando un timbre inesperado suena al poco de comenzar la quinta hora. Confundido, miro a mi alrededor mientras todos mis compañeros abandonan sus pupitres, dejando atrás sus pertenencias. -¿Qué pasa? -le pregunto a la chica de al lado. - ¿Dónde has estado? -replica ella poniendo los ojos en blanco-. ¿No has oído los anuncios? ¿Hoy? ¿Toda la semana? Niego con la cabeza. Sé que, todas las mañanas, la voz del director truena por los altavoces con noticias del instituto, pero ni siquiera ahora, después de llevar un montón de días aquí metido, es algo a lo que preste demasiada atención. «Aquí metido». Pienso como un prisionero, un interno que va contando los días de su condena. Me invade el recuerdo de Siwon. Apenas he dormido con su imagen, tal como la vi, en aquella callejuela. Resulta tentador saber que puede estar cerca, próximo, listo para llevarme a casa si todo se volviera demasiado duro, más de lo que pueda soportar. Sienta bien tener un plan de huida. -Hay una concentración para animar a nuestros deportistas -me explica la chica. -Ah. Bajo la mirada a mi pupitre, preguntándome si podría quedarme en el aula, y ella puntualiza: -La asistencia es obligatoria. -Ah -repito. -Un poquito de espíritu escolar no te haría daño - comenta, lanzándome una mirada de disgusto-. Nuestro equipo de béisbol se ha clasificado para las eliminatorias. Asiento, como si lo supiera, como si me importara, pero ya estoy calculando lo que me espera. Estoy preparándome para la concentración. Ojalá sea en el exterior. Me estremezco ante la idea de quedarme encerrada entre cuatro paredes, apretujada en un recinto con más de seiscientos estudiantes. Eso no puede ocurrir. No podría aguantarlo. Ya ha sido bastante mala la clase de Educación Física en el gimnasio con sesenta alumnos.

🔥Alma de Fuego🔥 [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora