Prólogo

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Y de repente, todo explotó.

Recordé.

Estaban en guerra y, aun así, por un breve momento, todo parecía haber enmudecido. La plaza se encontraba en silencio, nadie se atrevía a pronunciar palabra, y solo los susurros de la fuente conversaban entre ellos.

¿Qué hacer?

Los tres miraban el libro con temor y respeto. Las tres letras negras que se habían grabado en su cubierta producían escalofríos.

END.

Fin.

¿De verdad su alocado e inconsciente amigo escondía algo tan poderoso en su interior? Costaba creerlo. Se hablaban tantas cosas de ese ser... Nadie lo había visto, nadie sabía cómo era, pero todos coincidían en una cosa: era capaz de reducir el mundo a cenizas.

Lucy volvió a mirar el libro y tragó saliva. No se atrevía. Miró a Gray y él asintió sin parecer muy convencido. Ella suspiró hondo y Happy se agarró con fuerza a su brazo. Tenían que intentarlo.

Con miedo, deslizó los dedos por las tres letras, esas iniciales que causaban pesadillas y que, en realidad, estaban compuestas por el nombre de alguien cálido, valiente y sincero. ¿Cómo podían ambos ser la misma persona? ¿Podía siquiera END considerarse una como tal?

Alzó la cubierta poco más de un centímetro, pero fue suficiente.

El libro se abrió de golpe y, frente a los tres, miles de palabras se alzaron en el aire describiendo espirales, contando una historia en un idioma antiguo que nadie entendía pero que cortaba el aliento.

De pronto, una increíble cantidad de magia los sacudió a todos.

END había despertado.

¿Acaso habían cometido un error?




Tenía un deber, uno solo: matarlo.

Natsu comenzó a temblar. Por primera vez en años sentía que se estaba quemando. Su propio poder parecía haberse vuelto contra él, quemándole las entrañas. Dejó que el fuego se apagara y se llevó la mano a la cabeza. Iba a estallarle de dolor.

—¿Natsu? —Zeref lo observó confundido. Hasta hace un momento parecía estar en pleno apogeo de poder. Creyó atisbar incluso los rasgos del Dragon Force en su rostro. Entonces, ¿qué...?

Un repentino pulso de magia surgió del mago. No hizo falta que le diera más vueltas, reconocería ese poder en cualquier parte. Sin embargo, seguía sin comprender. ¿Quién se había atrevido a abrir el libro? Un quejido de dolor le devolvió a la sala del gremio. Vio a Natsu caer de rodillas, temblando y agarrándose la cabeza con fuerza. Zeref supo que estaba recordando: cuatrocientos años de golpe y en un solo segundo era doloroso, podía llevar a cualquiera a un estado de locura extremo.

Sin embargo, no podía sentir lástima, no cuando se había refugiado en el odio hacia el mundo para no tener que matar más. En esos momentos era incapaz de amar, sus ojos rojos eran una muestra de ello.

—¡Natsu! —Mavis pasó como una exhalación a su lado y, por un momento, su templanza se resquebrajó. Sus ojos se volvieron negros. Gritó antes de que se diera cuenta:

—¡Aléjate de él!

Tanto tiempo junto a ella tradujo su mirada antes de que ella pudiera abrir la boca. Le retaba a contradecirla, y prometía dolor si llegaba a atreverse a hacerlo. Iba a ayudar a Natsu y él no era quién para impedírselo. Pero no hubo tiempo para expresarlo con palabras. Natsu alzó la mirada y la ancló en él. Tenía los ojos rojos, ardiendo de dolor, confusión e ira.

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