Capítulo 29.

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Equipo, familia, gremio...
Para mí no hay diferencia.

No intercambiaron más palabras; no lo necesitaban.

Fue Natsu el que tomó la iniciativa, envolviendo sus manos en fuego, con las llamas ondulando hasta los codos. La temperatura volvió a subir de golpe, como si de pronto se hubiese abierto la puerta de un horno gigantesco. En cuanto salió corriendo hacia Acnologia, Larcade se hizo a un lado y disparó múltiples lanzas de luz que obligaron al dragón a protegerse del impacto. Al instante, se levantó el polvo y el estruendo de rocas y tierra volviéndose escombros resonó por toda la isla.

Natsu, impasible, se adentró en la polvareda con decisión y aprovechó la poca visibilidad para propinarle a Acnologia una cadena de golpes impregnados de magia y maldiciones, alternándolos para que el dragón no supiera de qué defenderse. Lo hizo retroceder hasta el mismísimo cráter que se había creado al comienzo de la batalla y, exprimiendo su poder al máximo, lanzó un torrente de fuego a plena potencia. Las llamas se alzaron en el aire en varias direcciones y la arena levantada comenzó a caer en forma de pequeños cristales por culpa del intenso calor.

Sin embargo, una vez más, Acnologia demostró por qué el mundo lo temía y, con un fuerte rugido lleno de furia, alzó el vuelo transformado en dragón para alejarse del desastre. Aún con todas las heridas y una de las alas destrozada, todavía era capaz de mantenerse en el aire a una altura considerable, aunque con evidente esfuerzo. Cuando aterrizó, Natsu chasqueó la lengua, molesto.

—Y luego me llaman a mí cabezota —gruñó para sí—. ¿Qué hace falta para acabar contigo? Me estoy quedando seco.

En ese momento Larcade acudió a su lado, manteniendo su imperturbable expresión de serenidad y estudiando al dragón con atención.

—Él también tiene que estar agotado. Si lo forzamos a atacar sin descanso sin que pueda absorber ningún ataque...
Natsu rió, comprendiendo a dónde quería llegar y sus ojos volvieron a relucir. Estaba agotado, y los músculos le temblaban del cansancio y, aun así, sus maldiciones cosquillearon en su piel con fuerza cuando acudió a ellas de nuevo.

—¿Quién iba a pensar que serías tan ingenioso? —murmuró. Larcade solo esbozó una tenue sonrisa engreída—. Bien, acabemos con esto.

Dicho esto, salió corriendo convertido en un borrón, dejando tras de sí un pequeño rastro de partículas negras del mismo ethernano que se estaba congregando en sus manos. Tal y como esperaba, Acnologia lo vio venir y, sin quedar impresionado por tal arranque de velocidad, volvió a rugir con fuerza.

—¡Estoy harto de juegos! Esta isla será tu tumba, END —declaró, comenzando a reunir magia con una intensidad y concentración alarmantes. En el cielo, un millar de puntos luminosos comenzaron a formarse como un vaticinio brillante y cegador del horror que estaba por venir.
A pesar de todo, Natsu no dejó de correr.

—¡Retenedlo! —exclamó, pidiendo ayuda a los Spriggans una última vez—. ¡August! ¡Dimaria!
Su orden no tuvo que ser repetida dos veces y, por el rabillo del ojo, vio cómo Dimaria volvía a transformarse en Chronos y se alzaba en el aire. August, a su vez, volvió a llevar su poder al límite y su piel se tiñó de granate de nuevo. Empuñó su bastón y lo apuntó hacia el dragón.

Segundos después, enormes grietas en el suelo partieron desde sus pies dirigiéndose a gran velocidad hacia Acnologia. Se alzaron columnas y pilares enormes de roca pura, rodeándolo y creando una prisión de piedra gigantesca. Un instante, un ligero movimiento del báculo, y a continuación fue hielo lo que comenzó a aprisionarlo.

Invel se unió al hechizo sin perder un solo instante y, apoyado por la magia de Brandish, creó una ventisca que congeló no solo al dragón, sino buena parte de la isla. Su magia había resonado con la de August y el resultado había sido de proporciones descomunales. Y, sin embargo, seguía sin ser suficiente.

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