Capítulo 17.

3.2K 221 86
                                    

Toda paciencia tiene un límite.

Hisui comenzó a dar órdenes a diestro y siniestro, aprovechando que todos los presentes eran magos y podían ayudar. Natsu, por su parte, dejó de prestarle atención a la reina y se acercó a grandes zancadas y con paso apresurado a uno de los enormes ventanales que daban accesoo a un balcón. En cuanto abrió la ventana, todo lo que pasaba fuera del castillo se le hizo audible. Lo que escuchó, sin embargo, no le gustó en absoluto.

—¿Majestad? —preguntó Invel, a la espera de órdenes. Los tres, junto a los que estaban hablando con ellos hacía unos momentos, se habían acercado.

Cuando se volvió hacia ellos, lo hizo con expresión seria, sorprendiendo a sus antiguos compañeros. Él, en cambio, solo tenía ojos para los Spriggan en esos momentos.

—Vamos a ayudar —declaró, dejando a todo aquel que le había escuchado con la boca abierta.

Invel y August asintieron y Dimaria suspiró.

—Si eso es lo que quieres —dijo ella, recibiendo un asentimiento escueto de su parte.

—Nos vemos fuera —declaró, regresando su atención hacia los jardines reales. Se acercó a la barandilla y puso un pie sobre ella.

—¿Natsu? —exclamó Lucy, alarmada.

Él, no obstante, la ignoró.

—Happy —lo llamó segundos antes de dejarse caer al vacío con confianza ciega.

El exceed no se lo pensó dos veces y se lanzó en picado a toda velocidad a por Natsu, atrapándolo del abrigo y alzando el vuelo con él. Para los que los veían, por unos segundos creyeron tener frente a ellos al viejo Natsu, dejándolos aturdidos y perdidos en su melancolía.

—Jamás pensé volver a verlos juntos —reconoció Lucy, contemplando cómo se perdían tras la esquina del palacio.

Sus amigos asintieron, estando de acuerdo con ella. Fueron los Spriggan hablando entre ellos quienes los arrancaron de los recuerdos:

—Muy bien, espero que me entretengan un poco —declaró Dimaria con una sonrisa peligrosa mientras se dirigía hacia la salida junto a Invel y August.

El resto de los invitados no se atrevieron a detenerlos, pero eso no impidió que los que los contemplaran lo hicieran confusos y de hito en hito, sin saber cuáles eran sus intenciones ni lo que pretendían. ¿De verdad podían confiar en ellos?



Sobrevolando los jardines, Natsu observó con el ceño fruncido a todas las personas que se habían reunido frente a la valla. Intentaban entrar a la fuerza, y los guardias hacían lo imposible por mantener las puertas cerradas. Entre los gritos airados, escuchó con claridad varias veces palabras como "traidor" y "demonio", exigiendo que se entregara, que no se podía confiar en alguien como él.

—Natsu... —murmuró Happy, preocupado por lo que estaba presenciando.

Él no cambió su semblante, pero tampoco iba a quedarse de brazos cruzados. Alguien lanzó una lácrima doméstica que guardaba fuego en su interior la cual, al estallar en el suelo, provocó otra explosión que obligó a los guardias más cercanos cubrirse los ojos y el rostro.

—Suéltame, Happy —pidió, y su compañero lo dejó caer sin cuestionarlo.

Aterrizó de cuclillas y sin hacer ruido, como un gato, pero los restos de la lácrima lo alumbraron lo suficiente como para que repararan en él. Al instante, la multitud enfureció, reconociéndolo.

—¡Ahí está!

—¡Largo de aquí, traidor! ¡Vuelve a tu podrido imperio y déjanos en paz!

¿Quién soy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora