Capítulo 30.

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Mi nombre es Etherias Natsu Dragneel.

La multitud estaba furiosa. Gritos, acusaciones, exigencias. Las calles de Magnolia estaban abarrotadas de gente exaltada y embravecida, sobretodo en las cercanías del gremio de Fairy Tail. Ya no era el gremio más querido de todos, al contrario. Ahora lo que recibían eran insultos y amenazas, exclamaciones furiosas que ordenaban que les dejasen pasar al interior del gremio. De alguna forma, se habían enterado que ahí dentro se escondían dos Spriggan y eso, de ninguna manera, iban a permitirlo.

—¿Y bien? —preguntó Gajeel en cuanto entró en el gremio, dirigiéndose al instante hacia Levy.

Su esposa, con un suspiro, se quitó las gafas y colocó un mechón de pelo tras la oreja. A su lado se encontraban sus hijos y los demás miembros de la nueva generación que no habían tenido permiso para salir a luchar.

—He contactado con Hisui —informó—. Mest ya está con ella. Vendrán en cuanto tengan claro cómo proceder para no complicar esto aún más. De nada sirve que aparezcan si la gente va a pensar que Hisui tiene algo que ver con todo esto.

Gajeel asintió, comprendiendo, y desvió la mirada hacia la barra del gremio, ahí donde una Mavis recién despertada se ponía al tanto de la situación e intentaba encontrar una solución a algo tan complejo e imprevisible como lo era el miedo y el instinto de protección humana. A su lado, demostrando una calma sorprendente, se encontraba el hijo de su antiguo compañero. Era sorprendente de ver la confianza y cercanía con la que trataba a los Spriggan. Bueno, se corrigió, en realidad lo sorprendente era que Natsu se hubiese vuelto cercano a ellos.

Y hablando de Natsu... Llevaban varias horas en las que no habían vuelto a saber nada de él. Sin embargo, en cierto modo, seguía tranquilo. Estaban hablando de Salamander después de todo; siempre conseguía ganar sus peleas de una forma u otra. Y dudaba que, aún habiendo pasado doce años, eso hubiese cambiado.

Pensando en esto, le revolvió el pelo a Levy para llamar su atención y se agachó para besarle la cabeza.

—Regresaré fuera —dijo. El ruido y los gritos no habían dejado de escucharse en ningún momento—. Aquí no puedo ayudar en nada.

Levy asintió de acuerdo y masculló que tuviera cuidado. Gajeel estaba a punto de volver a abrir la puerta pata salir cuando, de pronto, la exclamación de Igneel dejó a todos inmóviles:

—¡Ha ganado!

Por un momento nadie supo de qué estaba hablando y, perplejos por tal arrebato, lo vieron abrazar a Irene y reír.

—¡Papá ha ganado!

Las expresiones de todos eran dignas de un cuadro.

—¿Que Salamander ha...? —murmuró Gajeel, intentando procesar—. ¿Han acabado con Acnologia?

Poco a poco, una sonrisa ladina torció sus labios hacia arriba. Rio entre dientes. Lo había conseguido. De pronto, una especie de envidia frustrada lo invadió; le habría gustado participar en esa pelea.

Y entonces, en el centro del gremio, un círculo mágico de color violeta comenzó a formarse. Más de uno contuvo el aliento e Igneel salió corriendo solo para lanzarse en los brazos de una figura que acababa de materializarse. Natsu, sorprendido, trastabilló hacia atrás con torpeza, aunque sonrió en cuanto reconoció a su hijo y no tardó en estrecharlo contra sí.

—¡Habéis ganado! —exclamó, con los ojos brillantes y una sonrisa enorme iluminándole el rostro.

Natsu, pese al cansancio y el agotamiento, rio, asintiendo, aunque fue Dimaria la que contestó, revolviéndole el pelo aún estando en brazos de su padre:

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