Capítulo 15.

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Dar explicaciones es mucho más complicado de lo que me había imaginado.

—¿Natsu Dragneel? —repitió Hisui, mirando al aludido como si fuese un espectro o una ilusión.

Todos los demás compartían su misma expresión de desconcierto e incredulidad. Natsu, ¿emperador? Y lo peor de todo, ¿de Alvarez? Erza, incapaz de contener tantas emociones, dio un paso al frente con gesto amenazante, dispuesta a acabar con aquella broma de mal gusto.

—Dejaos de juegos —exigió—. No hay forma de que ese sea Natsu. Él no...

—Soy yo, Erza. No hay ningún engaño —interrumpió él con una expresión de resignación y tristeza. Ya había supuesto que algo así acabaría pasando, pero no se esperaba encontrarse con ninguno de sus antiguos compañeros tan pronto.

Y dolía. Dolía tanto ver sus ojos anegados en lágrimas por su culpa que quería desaparecer allí mismo. No le sorprendió tampoco ver que, de un momento a otro, cuando la comprensión hizo mella en la pelirroja, su rostro pasaba de la tristeza a la ira y el rencor.

—Tú, desgraciado, ¡¿cómo has podido hacernos esto?! —exclamó, perdiendo la calma y lanzándose hacia delante sin que nadie pudiera detenerla.

—¡Erza no! —exclamaron tanto Jellal como Gajeel, alarmados al ver que hacía aparecer una de sus espadas.

Sin embargo, no llegó nunca a tocar a Natsu pues, de la nada, todo su cuerpo se vio inmovilizado por el hielo. Intentó forcejear sin atender a razones, llena de dolor por la traición que sentía, pero fue inútil. En el puerto, se hizo el silencio. Ninguno había visto a Invel moverse ni lanzar ningún hechizo.

—Deberíais controlar mejor a vuestra gente, reina Hisui —dijo el mago de hielo con calma pero con un tono lleno de amenazas—. No queremos que ocurra ningún accidente.

Hisui, superada por toda esa situación, solo pudo contemplar al Spriggan de hito en hito.

—Invel, tranquilo. Deshaz tu magia; no van a volver a intentar nada —ordenó Natsu, dirigiendo sus últimas palabras a Erza, quien solo desvió la mirada sin pronunciar palabra.

Para la perplejidad y resignación de todos, el Spriggan acató la orden sin rechistar, liberando a la maga con un simple movimiento de muñeca. Aquello había sido muestra suficiente para dejar claro que, en efecto, Natsu se había convertido en su emperador.

—¿Por qué? —susurró Erza, temblando y aguantando las lágrimas—. ¿Por qué estás con ellos? ¿Por qué estuviste desaparecido todo este tiempo? ¡Te dimos por muerto!

Natsu suspiró y la miró a los ojos con una seriedad y madurez que la dejó sin palabras. El nuevo color de su mirada le puso los pelos de punta. Ese no era el Natsu que ella recordaba.

—Es una larga historia.



—¿Qué ha pasado? ¿Dónde están? —Esas fueron las primeras palabras de Gray en cuanto él y los demás irrumpieron en la sala a toda prisa.

Para su resignación, habían tardado cuatro horas más en llegar a la ciudad y no podían evitar ponerse en lo peor de la situación. En cuanto entraron, su atención recayó con fuerza en los tres Spriggan que aguardaban en una esquina en absoluto silencio, tranquilos y apartados de los demás. Wendy, al ver a Dimaria, se tensó sin poder evitarlo, recordando cómo las había atacado a ella y a Sherria sin piedad alguna. Gray tuvo más o menos la misma reacción al reconocer a Invel y lo observó con recelo y cautela mientras en su mente revivía de nuevo la desesperante situación de ser superado por su mismo tipo de magia.

Ellos, sin embargo, no les dedicaron más que dos segundos de su atención antes de proceder a ignorarlos de nuevo.

—Gajeel, ¿qué está pasando? ¿Dónde está el emperador? —preguntó Levy al ver que Erza seguía sumida en su mundo con Jellal a su lado mirándola preocupado.

¿Quién soy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora