Capítulo IV

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¿Han sentido alguna vez como su pecho se detiene? Es una sensación de calor intensa que te emana en todo el cuerpo, una sensación que no te deja pensar ni actuar con claridad, una sensación potente que te paraliza, que desestabiliza y descompone todo a un mismo tiempo.

Pierce ladea su rostro lentamente hasta quedar muy cerca del mío. Su respiración es tan fuerte que golpea su aliento en mi rostro y en el proceso cierro los ojos por un momento disfrutando de su aroma, que de alguna manera se mezcla con el mio en un complejo y tormentoso vaivén.

Intento respirar, necesito moderar mi ritmo cardíaco para alejar este manojo de nervios que este hombre produce en mi, que hasta cierto punto dudo mucho que no se haya dado cuenta siquiera.

Por otro lado, consciente aún que no he obtenido respuesta alguna por parte de él, sigo sosteniéndole la mirada de igual manera.

—Y tu siempre eres así de nerviosa —dice tras un silencio largo. Su voz suena ronca y tosca en un mismo tiempo, mientras yo desconcertada en partes iguales por dicha afirmación.

—¿Me conoces? —pregunto sin apartar ni un segundo la mirada de la suya.

De pronto me siento estúpida, es lógico que me conoce pero su expresión cambia indicando haber entendido la finalidad de ello.

—Tal vez.

Mi corazón da un vuelco en un ir y venir, intento hablar pero solo balbuceos salen de mi boca.

—Me gusta tu sonrisa —su mirada viaja de mis ojos a mis labios.

—¿Que? —es lo único que sale de mi y un escalofrío recorre mi interior poniéndome la piel de gallina.

Pierce toca mi cachete derecho con su dedo índice y por inercia me apartó un poco.

—¿Qué haces? —pregunto confundida.

—Tus hoyuelos son muy adorables.

Al instante, solo por el echo de oír al chico mas oscuro y seco decir algo tan lindo, una gran sonrisa aparece en mi rostro.

—Hacía tiempo que no te miraba sonreír —acaricia con delicadeza una de mis mejillas, lo hace muy despacio tan minuciosamente, como si tuviese miedo de que me rompa o algo, mientras yo cierro los ojos disfrutando su tacto.

Hacia tiempo que no te miraba sonreír.

Abro los ojos con rapidez y me aparto un tanto confusa.

—¿De qué hablas? —el desconcierto en mi voz lo transforma en ese chico oscuro como la noche en un santiamén. 

—¿Por qué eres tan preguntona? —sus ojos emanan una frialdad tan intensa que por un momento me siento incómoda.

—¿Qué te pasa? —suspiro enfadada —yo no te he echo nada.

—¿Estas segura?

—Por supuesto, ni siquiera te conozco.

Pierce aprieta su mandíbula con dureza que temo vaya a lastimarse.

—No hagas eso —toco su mejilla y una chispa eléctrica atraviesa mi cuerpo, nuestros cuerpos, pero se aparta antes que pueda siquiera disfrutar más de esa extraña sensación.

—No vuelvas a tocarme —entre cierra los ojos y su respiración se vuelve pesada —no lo soporto.

—¿Qué? —Me levanto de golpe tomando mi bolso y pierce hace lo mismo.

—Aparte de preguntona ¿Sorda?

—Pero, ¿Qué coño? —suelto molesta.

Pierce inhala y exhala con fuerza, aprieta con sus dedos el puente de su nariz mientras que la otra mano descansa en su cadera.

El tormento de Jade (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora