Capítulo IX

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Se puede escuchar el latir de nuestros corazones en toda la sala sonando al compás; a un ritmo uniforme, como si de una melodía se tratase. Con el celular en la mano, con la vista asombrada y pasmada me encuentro frente a él; con su pijama ya puesta, su cabello alborotado entre húmedo y seco.

Esa camiseta blanca pegada a su cuerpo me aturde de sobre manera y ese pantalón negro ajustado, me hace olvidar absolutamente todo. No entendía nada, no entendía ni una mierda de lo que estaba pasando. Su aspecto de indiferencia me hace fruncir el ceño.

Sin embargo sus ojos no han dejado de mirarme, no a dejado de estudiarme desde hace un largo rato. No obstante su silencio me hace especular que está pensando que decirme, pues mi reacción con el mensaje de aquel desconocido deja mucho que pensar.

—¿Qué me vez? —decido hablar primero para aligerar esta extraña tensión. Sus ojos se entre cierran, como si estuviera tratando de meterse en mi mente.

—Bonita ¿Qué estas escondiendo? —la curiosidad en su voz me hace sentir nerviosa, inquieta.

Bloqueo el celular y lo guardo con mi mano temblorosa en uno de los bolsillos delanteros del pantalón.

—¿Eso fue un mensaje? ¿Quién era? —sus pasos acercándose me empiezan a sentir ansiosa.

—¿Q-ué? No era na-die —trato de lucir normal, pero mi cuerpo parece como una gelatina apunto de derretirse por la baja temperatura que se formuló con la fuerte tensión.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —un atisbo de burla y mucha, pero mucha curiosidad en su voz, manda un escalofrío en mi nunca. Me rasco el cuello con fuerza.

—¿Por qué haces tantas preguntas? Que te importa mi vida —grito molesta.

Eso parece encenderlo como un cerillo, pues su aspecto paso de estar curioso a estar furioso, esta a punto de explotar como un volcán en erupción, lo sé por el humo saliendo de sus orejas.

—Mira quién lo dice —estalla finalmente —la que espía conversaciones ajenas.

Ok, sabia que la erupción seria muy rápido.

—¿Qué? —bajo un poco el tono de mi voz y me hago la loca —no sé de que me estas hablando —término de bajar los tres escalones y paso por su lado, pero su mano me detiene.

Entrelaza sus dedos con los míos con fuerza pero sin lastimarme. Se aferra a mi tacto como si de eso dependiese su vida.

—No soy estúpido —dice entre dientes —¿Qué escuchaste?
—suéltame —digo enojada y desvío la mirada —nada, no escuche nada.

—Te hice una pregunta.

—Y yo te dije que nada.

La tensión volvió a reinar en la sala. Pueden escucharse las respiraciones fuertes de los dos. Como si estuviésemos en una competencia y él quisiera ganar la partida.

—Que voy hacer contigo bonita —agarra un mechón de mi cabello y lo coloca detrás de mi oreja derecha.

—Dejarme en paz —sueno tosca y grosera —eso... eso es lo que deberías de hacer.

—¿Sería egoísta de mi parte pedirte que no te vayas? —entrelaza su mano de nuevo con la mía y un escalofrío me pone la piel de gallina. Sus cambios de humor a veces me dan miedo.

Un estruendo me hace dar un brinco en mi lugar y la risa de Pierce no tardó en aparecer.

—No es gracioso —digo asustada.

—Tu cara fue graciosa —sigue burlándose y puedo notar como se arruga su nariz cuando sonríe.

Admito que se ve lindo cuando esta feliz, hasta parece que es un ser tan bueno como un pan. Literalmente lo es, pero no puedo decir lo mismo de su personalidad.

El tormento de Jade (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora