Capítulo X

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—Señorita Johnson —la voz de aquel oficial me saca de lo aturdida y confundida que aún se encontraba mi cabeza.

—¿Sí? —digo despacio, más bien como un susurro mientras camino con pasos temerosos hasta aquel imponente hombre. Aún no entiendo como un simple traje te puede hacer sentir nerviosa y cohibida, pero vamos... su cara de ogro no es que ayude mucho.

Mis manos se aferran con fuerza al material oxidado, puedo sentir como raspan la palma de mi mano y suelto una maldición.

—Ya pagaron su fianza... puede retirarse —dice mientras abre la reja con una pila enorme de llaves.

Giro mi cabeza para observar a mi amiga, mi cómplice; Ana. Su mirada me indica que estará bien, mientras yo muevo mis labios sin hablar con un apenado: lo siento. Mis ojos viajan en Oliver, la decepción se hace presente en mi rostro; la mentira no es algo que yo olvide así sin más. Sus ojos llenos de lágrimas me ruegan que lo perdone, pero no sé si voy a ser capaz de hacerlo.

Niego con la cabeza y me encuentro con la potente mirada y oscura de Pierce, en ellos puedo ver un reflejo de enojo, tristeza y compasión, todo en un mismo tiempo. Me produce un tornado de emociones con esa ligera sonrisa en su rostro, donde me hace saber que ahí estará él. Sonrío de vuelta en modo de agradecimiento.

—¿Y ellos? —señalo a las tres personas que estuvieron por no sé cuanto tiempo encerrados conmigo en esta celda.

—Sus familiares se encuentran pagando la fianza —escupe con frialdad —apúrate niña, que tengo que seguir trabajando.

Salgo con rapidez de aquella celda sin mirar atrás.
¿Cómo demonios paso todo esto? ¿Y por qué carajos esta Ana, Oliver y Pierce conmigo en una celda?

Bueno, los iluminare.

Hace 4 horas.

Odiaba con todo mi ser estar enferma; odio la gripa.
Me estoy cuestionando en estos momentos si hice bien en haberme levantado o no de mi calientita cama.

Había dormido mis 8 horas de la lista, también había cumplido con el número uno y dos, no fue fácil, créanlo.

Esa pequeña demonio llamada Ana, tratar con ella, era como crear un pacto con el diablo. Como si estuviera invocando alguna entidad paranormal; al principio no se manifiestan o se hacen de rogar, (lo digo por los veinte mensajes que le envié y las treinta llamadas pérdidas de mi parte), después te piden cosas a cambio con tal de dejarte en paz, pero todo es una trampa y terminas atrapada.

La primera de ellas es que me perdonó y tendré su compañía esta noche. La segunda, es que el sábado saldré obligada a una fiesta con ella. La tercera, la mas importante, será invitarle por una semana su café preferido, sin olvidar sus donas de canela. Esta chica tiene un grave problema, su obsesión podría ser preocupante.

Justo antier necesitaba un marcador y ella me prestó uno, cuando abrió su bolso, una caja de donas estaba ahí dentro, ni siquiera había libros, sólo donas. Una obsesión total. Y antes que lo pregunten, no, no tiene ningún trastorno alimenticio, simplemente su adicción son esos círculos inflados llenos de masa y ya está. Mi adicción son los libros y el tuyo ¿Cuál es?

Me observo en el espejo varias veces, había optado por ponerme un pantalón levis, unas botas de piso negras largas hasta la rodilla y un suéter grueso café grande de estambre, mi bufanda y un gorrito para cubrirme del frío la parte de mi cabeza y orejas.

Una vez lista bajo las escaleras mientras le envío un mensaje a mi amiga diciéndole que estoy lista y que en 10 minutos salgo. Ella ya esta esperando afuera de mi casa en su auto.

El tormento de Jade (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora