Capítulo 4

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Seguimos a Bocón hasta el centro de la aldea donde mi madre está hablando con algunos vikingos. AsaltaNubes está a su lado y parece inquieto. Mi madre me ve y se dirige a mí, corriendo.

—¡Hipo! Te estaba buscando. Acabo de llegar.

—¿Qué pasa mamá? ¿Cómo qué hay más cazadores?

Mi madre suelta un suspiro y frunce los labios.

—Será mejor que hablemos en la Gran Sala. —digo yo, mirando a los chicos para que vengan también.

Eret hijo de Eret aparece entre la multitud que se va disipando.

—Eh. ¿Qué ha pasado? Estaba patrullando con Quebrantacraneos como es mi deber, y vi a Valka aterrizar bruscamente. Creía que su dragón estaba herido.

—No pasa nada Eret. Mi madre está bien. Pero los dragones en general, parece que no.

—Oh. Mierda.

—Vamos a la Gran Sala.

Los chicos y yo nos quedamos alrededor de mi madre que dibuja algo en un papel, y luego lo pone en una de los grandes pilares para que lo veamos.

Nos quedamos mirándolo por un segundo. Es una especie de arena pero tanto en su interior como su exterior, están lleno de jaulas para dragones. Palidezco.

—¿Eso es cómo una cárcel para los dragones? —pregunta Patapez algo rehuso a hablar.

—Peor. Es un sitio de tortura para los dragones. Un tipo extraño al que le llaman Grimmel... —mi madre hace una pausa y palidece también—. mató a uno de los dragones que tenía cautivo en la arena y a sangre fría. Sin ningún tipo de piedad.

Abro la boca horrorizado. No puede ser. Se supone que Draco era el peor de ellos, el jefe de los tramperos y cazadores. Pero nos equivocábamos. Empiezo a marearme.

Astrid me pone una mano en el brazo en muestra de apoyo. Agradezco su toque. La miro y está tan afectada como yo. Los demás se han quedado en blanco. Tampoco se lo pueden creer.

—¿Hablaste con él?

Mi madre asiente con la cabeza.

—AsaltaNubes y yo volábamos hacia aquí hasta que unos tramperos nos capturaron. Luego me llevaron a ese sitio y lo vi a él. Se me acercó y vio que estaba con AsaltaNubes. Me separó por un momento de él. Quería quedárselo. Luego, supliqué que lo soltara que era mi dragón y no podía hacer eso. —hace una pausa—. Me enseñó unas pieles de dragones y me dijo que eso es para lo que los dragones servían aparte de atacar, matar y arder en llamas. Luego mató a un dragón que acaban de capturar delante de mis ojos para que me concienciara. —me fijo en que mi madre está traumatizada por haber presenciado esa escena—. y luego, me dejó escapar con una condición.

Me quedo en shock con la historia que está contando mi madre. Lo peor es que no es una historia, es real.

—¿Cuál era la condición? —pregunta Astrid por mí.

—Me preguntó dónde vivía y luego me dijo que no me volviera a meter las narices en sus asuntos. La próxima vez mataría a AsaltaNubes y a mí.

Sin evitarlo, me mareo y caigo de rodillas en el suelo. Los demás se sobresaltan. Astrid y mi madre se acercan a mí para ayudarme, pero esperan a mi reacción.

—¿Qué es lo qué vamos a hacer? —susurra Patán.

—No lo sé.

—Hipo puede que tenga un plan. Siempre lo tiene. —dice Chusco confiado.

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