Capítulo 12

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Han pasado dos días desde Desdentao se fue, y la verdad es que no dejo de preocuparme por él. ¿Estará con la furia diurna? ¿Y si lo han capturado? ¿Y si está herido? Son tantas las preguntas que me hago, que no he pegado ojo.

—Hipo, hijo, ¿estás bien? —me pregunta mamá mientras me da un apretón en la mano.

No me he dado cuenta de que me he quedado mirando el plato más de la cuenta, ya estará frío.

—Sí, estoy bien. —le digo para que no se preocupe.

Ella suspira y deja de comer.

—Hipo, Desdentao está bien. Si le hubiera atrapado un cazador, ya nos habríamos enterado.

Puede que tenga razón. Desde lo de Drago, he estado mandando a algunos vikingos a los mercados que organizan algunas islas, para que me informen de cualquier atisbo de tramperos o cazadores de dragones. Aunque claro está que, desde que nos hemos mudado aquí a Nueva Mema, todos hemos estado algo ajetreados construyendo casas, y establecimientos. Y todavía nos queda trabajo por hacer. Espero que este cambio no nos haya traído problemas.

—Eso espero mamá.

Al decir esto, ambos nos percatamos de una silueta en la entrada de la tienda de campaña. Nos miramos mi madre y yo, y ella me dedica una sonrisa y va a recibirla.

Cuando retira la tela, la dulce cara de Astrid aparece en mi campo de visión. Ella le sonríe y mi madre le hace un ademán invitándola a entrar.

Una vez dentro, Astrid me ve y me sonríe. Me encanta verla sonreír.

—Astrid, ya sabes que puedes entrar sin formalidades. —dice mi madre volviéndose a sentar en su sitio.

—Ya lo sé, pero prefiero esperar a que me reciban.

—Esta también es tu casa, ya te lo he dicho muchas veces. —intervengo yo.

—Bueno, esta no es técnicamente tu casa, por eso.

Mi madre sonríe para sí mientras sigue comiendo.

—Bueno, olvídate de mi casa de Mema. Y ya sé que esto es una tienda de campaña, pero aquí es donde estará mi futura casa. Nuestra casa.

Astrid se sienta a mi lado en la mesa. Y entrelazo mi mano con la suya por debajo de la mesa.

—Está bien. Aunque todavía no sería mi casa, pues aún no estamos casados. —ella se sonroja al decir esto.

Mi madre deja de comer, y se levanta incorporándose.

—Os dejo chicos, acabo de olvidar que Bocón necesitaba mi ayuda. Nos vemos luego hijo. Astrid. —asiente con la cabeza y se marcha por la puerta.

¿Acaso eso ha sido una excusa para dejarnos solos?

Astrid me vuelve a mirar algo confusa, por la repentina marcha de mi madre. Yo intento recordar lo que había dicho.

—Astrid, no importa que aún no estemos casados. Al fin al cabo eres mi prometida ¿no?

De repente Astrid se incorpora, y se sienta  de lado en mi regazo.

—Claro. Me encanta oírte decir que soy tu prometida. —me mira fijamente a los ojos y me coge de la cara con ambas manos.

—Mi prometida, y pronto mi esposa.

Le doy un beso en los labios antes de dejarle responder. Llevo mis manos a sus caderas y ella las lleva a mi pelo e intensifica el beso. Nos besamos con ganas y pasión, hasta el punto de hacer que nuestras lenguas se encuentren.

El mundo ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora