Capítulo 11

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Mientras volamos avistamos a un dragón blanco que pasa por nuestro lado entre las nubes.

Desdentao se inquieta y sonríe. Sé enseguida quién es. El dragón vuelve a aparecer, y es la furia diurna.

—¡Es la furia diurna! —grita Astrid desde mi lado izquierdo.

—¡Nos está siguiendo! —dice mi madre. Noto el sonrisa y el asombro en su cara. Es la primera vez que la ve desde que le hablamos de ella.

Los demás también se quedan asombrados.

—¡Vamos campeón! ¡Síguela!

Desdentao me hace caso enseguida y la seguimos entre las nubes. Nos metemos en una gran nube, y vemos que aparece sigilosamente hacia nosotros.

—Oh, mira quién ha venido...

Sin esperármelo, la furia diurna me empuja haciéndome caer de Desdentao. Grito mientras caigo. Tu traje de vuelo Hipo, me recuerdo.

De repente, Desdentao me coge con sus garras por los hombros y me vuelve a poner en la silla de montar. Busco a la furia diurna y la veo que nos mira confusa.

—Venga campeón, acércate.

Desdentao y yo nos acercamos pero la furia diurna desaparece entre las nubes soltando una ráfaga de color morado. Por los dioses, parece que esa dragona es dura de pelar. Desdentao suelta un gruñido triste.

Volvemos a ponernos en cabeza, guiando a los demás.

Cuando nos ven se ríen. Supongo que se reirán de mi gran caída. Me molesta un poquito.

—Ni una palabra...

Pasamos mucho tiempo volando hasta que vemos una gran isla. Nunca he visto una isla como esa. Es enorme y muy alta. Parece que está llena de verde, cascadas y lagos. Parece que es perfecta para descansar.

—¡Chicos, vamos a descansar en esa isla!

—Genial, no puedo aguantar más, me hago pipí y Carnipez también. —dice Patapez.

Los gemelos ríen con su respuesta.

—Patapez tiene la bolsa floja.

—Y Carnipez también.

Pongo los ojos en blanco. Los gemelos siempre igual. Patán también se ríe de sus insultos. Otro que nunca cambia.

Descendemos poco a poco a la isla, las paran y cogemos las pertenencias. Nos asentamos en la isla y montamos tiendas y las cosas necesarias en unas horas.

Estoy retocándole la cola a Desdentao. Ya casi está lista. Él no para de babear y moverse. Está muy inquieto.

—¿Qué te pasa campeón?

—No es obvio, Desdentao está enamorado. —dice Astrid que va de acá para allá con un cubo.

¿Desdentao enamorado? Ya me figuré desde el principio que le gustaba esa furia diurna. Creía que quería ser su amigo, pero de ahí a enamorarse.

Me acerco a Desdentao y le susurro.

—Créeme campeón, las relaciones no traen más que miseria y dolor.

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