Capítulo 10

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Abro la puerta lentamente y la cierro a mi espalda. He preferido que Desdentao se quedara fuera por si ve algo.

Dentro está muy oscuro como es lógico, excepto por la luz de mi espada Inferno, que me ayuda a ver. Camino lentamente hacia el centro de la sala hasta que una figura sale de detrás de la silla de mi padre. Él mismo se ilumina.

Es un hombre de mediana edad, delgaducho y con el pelo muy canoso, más bien blanco. Sin esperármelo un dragón, un Aguijón Venenoso, se le une y se pone a su lado.

—¿Quién eres? —me atrevo a preguntar.

—¿No sabes quién soy? Soy Grimmel, uno de los mejores cazadores de dragones de todos los tiempos.

Me pongo a la defensiva. Este es el hombre del que habló mi madre. El que mató a un dragón sin piedad. Bueno, no sólo a uno, sino a muchos.

—Ya sé quién eres. ¿A qué has venido? —intento ir al grano.

Él suelta una risa que me sobresalta en el silencio de mi casa. Veo que se mueve y se sienta en la silla que era de mi padre. Esto me hace enfadar.

—Vaya, no sabía que eras tan directo. ¿Sabes? Tu padre y yo éramos buenos compañeros de caza. Estoico el Inmenso era uno de los mejores cazadores que había, y después él cambió. —dice con un tono repulsivo.

—Él cambió a mejor.

—Tú lo hiciste cambiar. Un mocoso como tú. —todavía sigue con el tono repulsivo.

Levanto más mi espada y me respaldo detrás de ella.

—Mi dragón y yo lo hicimos. Todo es posible.

—Claro, ¡tú dragón! —se levanta de la silla y le pone la mano encima a su dragón—. Un furia nocturna ¿no? por lo que he oído.

Me pongo en guardia ante la mención de Desdentao.

—¿Qué quieres de él?

Pone una mirada sombría y me dedica una sonrisa retorcida.

—Como ya sabrás, he matado a cada furia nocturna, excepto el tuyo. —esto último lo dice con algo de rabia.

—Nunca te lo daré.

Gruñe y me mira desafiante.

—¿Estás seguro?

De repente, más Aguijones Venenosos descienden del techo y lo envuelven todo en llamas. Me muevo rápidamente e intento huir de las llamas. Tenía que haberme dejado puesto el traje ignífugo.

Me sitúo a un lado del desastre cuando todavía sigo viendo a Grimmel y al dragón.

—Te doy 24 horas. Si no me das lo que me pertenece, destruiré todo lo que amas.

En un abrir y cerrar de ojos desaparece junto con los dragones. Astrid y mi madre llegan junto con Desdentao y me sacan de mi casa que está en llamas. Él ha ido a avisarlas.

—¿Hipo estás bien? —me pregunta mi madre.

Todavía aturdido le contesto.

—Sí, estoy bien.

Astrid se acerca a mí y me inspecciona de arriba a abajo. Me da un golpe en el brazo sin esperarlo.

—Tonto, cuando tienes que llevar tu armadura, no la llevas.

Luego me da un abrazo. Yo le correspondo.

—¿Qué ha pasado hijo? Desdentao estaba nervioso y nos ha traído corriendo.

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