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— ¿Se puede saber por qué no estás haciendo un coño?—escuché a lo lejos y levanté la vista solamente para darme cuenta de que Yoongi venía para acá.

Nada más me paré un momento a descansar porque no aguantaba. En la última semana me había puesto a trabajar como un esclavo, sin descanso, había hecho un esfuerzo sobrehumano y eso no me hacía bien. Está claro de que no soy un robot incapaz de cansarse, pero insiste en matarme todos los días. Estoy comenzando a pensar que me tiene arrechera, pero no sería nada más a mí, ese carajo le tiene arrechera a medio mundo.

—Para algo estoy gastando mi plata contigo y no es para que andes flojeando. Empieza a arrancar ese monte es lo que es—mandó y yo me paré del tronco donde me había sentado para enfrentarlo.

—Lo que quiero arrancar son las mechas tuyas...—le respondí lo más bajo que pude, pero sé que me escuchó y la captó.

Me hizo una mueca pero no me pudo responder, y sonreí. Se quedó pajúo porque está claro que es insufrible, todo el que lo conoce le agarra arrechera y es porque sí es una maldita piña en el culo, trata mal a todo aquel como si tuviera el derecho por ser familia de no-sé-quién y tener no-sé-cuántos millardos en cada una de sus cuentas bancarias, es demasiado flojo y por eso contrata gente para que le trabaje o le haga cualquier gafedad, hasta tiene a una persona que le compra la ropa y se la lleva a la puerta de su casa, y otro que recibe plata por hacerle la cola en farmatodo cuando llega algo.

A pesar de todo, el bicho no es feo, es lo único que lo salva de que no lo haya agarrado a coñazos por lo mucho que me estresa. No quería dañarle esa carita que tanto me gusta, y a la que después seguro le voy a sacar provecho.

— ¿Y esa cara?—cuestionó extrañado.

Seguro yo no me había dado cuenta de que al estármelo buceando estaba poniendo una cara demás de obvia, que delataba que me lo estaba comiendo con la mirada y que estaba pensando en todas las posibles maneras en las que me podía ayudar con el problema que cargaba en el pantalón. Ups...

— ¿Cuál cara?—me hice el loco, sin quitar la sonrisita.

—Esa de guevón. ¿Qué tanto me ves, obrero er coño? Muévete.

—Sí, voy—obedecí para convencerlo y que se fuera y me dejara en paz.

Después de dar la orden final, se dio media vuelta y partió camino a su casa otra vez, parece que solamente se había dignado a salir para joderme la vida, a ladillarme porque no estoy haciendo nada hace cinco minutos, y después volverse a meter a su cueva. Me le quedé viendo hasta que cerró la puerta, terminando de examinarlo; gracias a SeokJin tal vez no solo me encontré un trabajo, sino que también voy a terminar cuadrándome un culito.

—Ahorita le estoy echando machete al monte, pero mañana llevas machete tú...

Me arrancó el corazón ↠ jimsu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora