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— ¡Mira, Yoongi!—llamé al que estaba saliendo de su casa con una pinta arrechísima y complementada con unos lentes de sol más caros que todo, seguro.

Qué ganas de escoñetárselos para ver con qué reacción dramática me salía.

Cuando me oyó llamarlo volteó y se guardó su Samsung para después encaminarse hacia mí, luego de haber lanzado una posible maldición en voz baja.

— ¿Qué coño quieres?

—No me trates así. Respeta—exigí.

—Soy mayor que tú, carajito.

Pero vas a dejar que yo te meta.

Me quedé callado y me tragué mis palabras, él se quedó esperando a que yo dijera lo que quería.

—Habla pues, voy saliendo y tú no te antojas de molestarme en peor momento.

—Se me perdió algo.—Lo vi poner una cara de indignación ante lo que dije, se le desfiguró la expresión después de oírme.

— ¿Tú eres marico?—exclamó desbordando arrechera, abrí la boca para responder pero me cortó—. No contestes, ya sé.

Me reí disimuladamente pero me callé después de que volvió a hablar, esta vez soltando las palabras con una sonrisa de maldad.

— ¿Qué se te perdió, tu hombría? Tranquilo que eso es normal, vale.

—No me hagas arrechar.

—Mámamelo pues.

Quité todo rastro de docilidad de mi cara y di un paso hacia adelante, quedando lo más cerca posible, logrando que se callara esa jeta y se cagara del tiro.

—Jimin.

— ¿Qué?

— ¿Qué... qué se te perdió?—consiguió decir, seguro para distraerme o que dejara la vaina y me quedara quieto.

—Esa vaina no importa.

—Nojodas, que sí. Habla claro, ¿para qué la ladilla entonces?

— ¿Quieres saber?

—No seas guevón. Si no hablas me voy.

Veía en su cara cómo estaba nervioso pero tampoco se quería mover para atrás, como que para no perder el orgullo y no quedar como cobarde, tan bello.

—Se me perdieron varias cosas...

—Te voy a escoñetar, trimardito.

—Entre esas—ignoré lo que dijo y seguí —, mi respeto por ti.

En eso terminé con el guabineo y le zampé un beso en los labios. Ya me preparaba para la mentada de madre monumental y el posible coñazo que iba a tener después de aquello, pero bueno, nadie lo mandaba a ser tan bello y a provocarme así vale.

—YO SABÍA QUE ERAS ROLITRANCO E MARICO, PERO TAMPOCO QUE ERAS ENFERMO, MARDITO CAREVERGA NOJODA, MAMAGUEVO SEAS, ¿TAS LOCO?

Se apartó de inmediato y casi que se fue corriendo del sitio. Volvió a ponerse en el porche de su casa, aparentemente esperando que lo fueran a buscar. Cuando se estacionó un carro enfrente, me volteó a ver una última vez y yo me despedí con la mano desde lejos.

— ¡Te veo en lo que llegues, mi rey!—grité con toda la intención de que se oyera hasta Miraflores y le lancé un gran beso sonoro.

Después casi me meo de la risa cuando me responde sacándome el dedo antes de montarse, pero lo sapearon sus cachetes rojo rojitos.

Me arrancó el corazón ↠ jimsu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora