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Me estaba bebiendo lo más lentamente posible un nestea que me había traído el jalabolas de Yoongi. Veía las gotas resbalándose por el vidrio de la jarra, el hielo derritiéndose dentro del jugo, como se derretía mi corazón por Yoongi, o como él mismo se derretía delante de mí. Me fijaba en cualquier cosa, hasta en el pajarito sobre la rama, en todo menos en apurarme. Ya se estaba volviendo maña hacerlo picarse conmigo, cualquier cosa porque viniera a reclamarme y repetir el ciclo: el venía, se estresaba por mí, yo le chanceaba, y él se iba como alma perseguida por un motorizado con los cachetes rojitos de la pena y la arrechera.

Después de todo no es tan mamaguevo conmigo y es tan amable —picatorta— como para traerme algo todas las tardes, incluso me había entrar unos minutos a su casa, al cuarto de invitados y echarme aire cuando me atacaba el calor. Tan bello.

Pero iba a esperar para aceptar, tampoco que el que se le arrima así como así.

Quería, pero no podía. Arriesgaba mucho y tenía que calmar esas hormonas. Qué es.

Terminé la otra mitad del patio de atrás, emparejando todo lo mejor posible. El patio de este carajo tenía más kilómetros cuadrados que una parcela. Pero al ritmo que iba, estaría terminando de arreglar este monte ar coño en menos de dos meses, entonces iba a reclamar unas vacaciones.

Eran casi las 5:00pm y me fui a sentar, admirando mi trabajo. A mí me parecía chévere, había quedado burde lo que tal. Pero ya veremos la otra opinión, la que importa.

—Qué vaina es... esta jodía quedó mal, desde lejos se ve todo disparejo, ¿tú crees que estás trabajando para un marginal del campo, que no sabe lo que se ve bien y lo que no? Hazme el favor.

Cerré los ojos y suspiré viendo hacia el cielo, pidiéndole al señor que me dé paciencia y fuerza para controlar estas ganas de zampármelo para callarle esa jeta tan ladillosa.

—Claro que quedó bien, lo hice yo—respondí con calma, sonriendo con aires de picardía y soberbia, al mismo tiempo que me volteaba para verlo a la cara.

—Si yo estoy diciendo que quedó mal es porque así es, falterespeto. —replicó con más carácter, señalándome con el dedo. Luego se volteó y siguió viendo alrededor, insatisfecho con el resultado, e insistió: —No sabes hacer un coño.

Me crucé de brazos, sin poder esconder una sonrisa más grande, me daba mucha risa su necedad. Yo como siempre ya comenzaba a hacerme mentes; sacando teorías, imaginándome —y queriendo creer— que Yoongi también jugaba conmigo a propósito, insistiendo en denigrar mi trabajo bien hecho solamente para que siguiéramos así. Me gustaba pensar que él también quería verme y que por eso me reclamaba vainas estúpidas.

—Yo lo veo perfecto.

—Está mal.

Este carajo no daba el brazo a torcer ni por el coño. Claro que podíamos pasar así toda la tarde y la noche si él quería, no le iba a decir que no.

Si quería podíamos seguir discutiendo el asunto en su cuarto. Pa lante comandante.

—Muéstrame dónde.

—No me jodas, todo quedó mal... empezando por ahí—apuntó hacia la izquierda de donde estábamos, donde según él estaba irregular. Me agaché y con inocencia trataba de hallar el lugar, disimulando que estaba buscando la falla que no había.

— ¿Dónde?

—Ahí mismo...

— ¿Adónde?

—Coño de la madre, en el culo tuyo pues...—exclamó arrecho ya—, te estoy diciendo que ahí, animal.

Sin quitar la sonrisa me volteé vagamente para asegurar la exactitud de mis próximos movimientos. Estiré la mano para agarrarlo del brazo y jalarlo con fuerza, provocando que cayera en el suelo y de manera precisa, encima de mí.

Rápidamente me había acomodado para quedar boca arriba y ver su expresión genuina ante el acto. Sonreí por la satisfacción de tenerlo así, en esa posición, a mi disposición y perteneciéndome a mí.

—Ups, perdón—pedí metiendo la coba con mi cara de niñito sin culpa.

—QUÉ COÑO TE PASA, MARDITO OBRERO, ¿VES LO QUE HACES? QUE ME LLENASTE DE TIERRA ESTA ROPA QUE VALE MÁS QUE LA VIDA TUYA, MARGINAL TENÍAS QUE SER—gritaba alterado, parándose de inmediato y limpiándose la franela.

Tuve que abstenerme de echarme a reir en su cara, su expresión era una mezcla de arrechera y vergüenza por la situación. Tenía que parecer serio y seguir metiendo el embuste de que pasó sin querer.

—Cálmate.

— ¿CÓMO QUE ME CALME? MÁMAME EL GUEVO.

Ay hijo...

— ¿Ya? ¿Ahora sí le vas a poner fundamento, como un hombre?—inquirí, estirando la mano esperando un apoyo.

Su cara se desfiguró trágicamente. Ahora parecía traumatizado, con una expresión de haber entrado en shock. Ahorita y puse medio loco al muchacho.

Coño qué peo.

— ¿Qu-

—No es mi culpa que estés más aguao que quesillo mal hecho.

Se volvió a poner nervioso y me dio la mano para ayudarme a levantar.

—Yo no...—comenzó, pero se quedó pegao—. Sendo beta, guevón—susurró más para él mismo y yo me reí de su crisis mental.

—No fue culpa mía, vio.

Asintió a mi regaño, todavía muriéndose de pena y se volteo para irse sin decir más, dejándome ahí celebrando al punto de casi brincar en una pata, felicitándome a mí mismo por el triunfo del embuste.

—Tremenda táctica, soy es yo.

Me arrancó el corazón ↠ jimsu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora