Capítulo 21

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Albus era feliz por primera vez en mucho tiempo. Empezaba a ser consciente del cambio trascendental que había dado su vida en poco más de dos semanas. El espeso manto que lo había estado cubriendo todo hasta el momento se había desvanecido y ahora Albus podía ver más allá. Cómo cuando el telón de un teatro se recoge y las cortinas dejan de tapar la realidad tras ellas. Era ahora cuando Albus lo veía todo con absoluta claridad. Una claridad tan cegadora que le asustaba, temía por la fragilidad de todas las cosas buenas que le pasan. Tenía un miedo atroz a perder todo aquello que ahora le hacía tan feliz, que le hacía sonreír constantemente, aquello que le estaba dando motivos para levantarse cada mañana y reconsiderar toda su vida, de pies a cabeza.

Temía estropear esa perfecta armonía de paz y tranquilidad que envolvía su vida. Una palabra, un gesto, el mínimo error podría estropear todo aquello en lo que Albus sustentaba su vida ahora. Y es que le daba pánico pensar en que su felicidad pudiera tener fecha de caducidad. Por ahora, el epicentro de esa felicidad era Scorpius Malfoy. Él era el que tenía la felicidad de Albus en las manos, él único capaz de proporcionarle toda la alegría del mundo o de arrebatársela. Y tenía un miedo atroz a Scorpius, aquel del que dependía todo, le fallara.

—¿Que haces? —Scorpius le sorprendió en la biblioteca.

Albus se sobresaltó ligeramente al sentir el aliento de Malfoy en la nuca. El chico estaba sentado en la habitual mesa de siempre, la que solían compartir ambos cada tarde al acabar las clases. Algunos días era Scorpius quien le esperaba a él, pero hoy Scorpius había tenido entrenamiento de Quidditch y era Albus quien había esperado por él.

—Pensaba.

—¿En que? —preguntó Scorpius.

—En ti.

—Que gran honor —Scorpius se sentó a su lado—. El gran Albus Potter estaba pensando en mi.

—Siéntete orgulloso, porque lo hago durante todo el día —Albus no pudo creer que hubiera dicho aquello en voz alta.

Cuando a principios de curso ambos empezaron a compartir tardes de estudio en la biblioteca jamás hubieran decidido, por voluntad propia, sentarse al lado. Solían ponerse uno en frente del otro, pero ahora que compartían más noches de pasión que tardes de estudio, sus cuerpos ansiaban el contacto entre ellos y necesitaban estar más cerca que nunca.

—¿Cómo ha ido el entrenamiento?

—Bastante bien, el equipo esta en forma —afirmó—. No haremos "llorar de emoción" a nadie —dijo Scorpius, imitando el tono teatrero de James Potter—. Pero me conformo con ganar a Gryffindor esta vez.

—¿Es este domingo, verdad?

—Sí.

—Me alegro que los jueces reconocieran que James te tiró y repitan el partido. Hubierais ganado de no haber sido por aquel golpe.

—Esta vez no se arriesgará a tirarme de la escoba —dijo Scorpius—. Y si se arriesga, que se prepare, porque esta vez no se lo voy a poner tan fácil.

—¡Que tiemble Hogwarts! El domingo hay una lucha de titanes... —Albus teatralizó sus palabras—. ¡Scorpius Malfoy vs. James Potter! ¿¡Quién ganará!?

—Soy mucho mejor que él —Se jactó Scorpius—. Y lo sabes.

—Decir eso te convierte en una mala copia suya.

—Pues entonces eres un enfermo, Albus Potter.

—¿Por qué?

—Por que te estas acostando con una copia de tu hermano.

—¡Que asco! —Albus le empujó con cariño—. Tu si que estas enfermo.

—¿Vendrás a verme? —Preguntó Scorpius, recuperando la seriedad.

—Sabes que odio el Quidditch.

—Si vienes te lo recompensaré —Scorpius se acercó al oído de Albus—. Tu sabrás lo que haces... —y acarició la fina piel de su oreja con los labios.

—Si me lo dices así — Albus miró a Scorpius, estaban muy cerca—. Me temo que voy a sucumbir a tus encantos.

—No esperaba que hicieras otra cosa.

Albus sonrió y aspiró el sutil aliento del chico a su lado. Estaban muy cerca, pero no paso nada. Scorpius le devolvió la sonrisa y se apartó con suavidad. Albus observó su movimiento evaluando la situación. Estaban en la biblioteca, en una mesa de entre cientos, expuestos a ojos ajenos, expuestos a la habladuría y a posibles burlas. Albus lo sabía, Scorpius no quería correr el riesgo de que todos se enterasen de lo que había entre ellos dos. Y no podía dejar de preguntarse si Scorpius quería mantenerlo en secreto como lo hizo Daren, se preguntaba constantemente si estaría preparado para llevar su relación al terreno público. Albus si lo estaba. Él quería ser libre, deseaba que todos se enterasen de quien era, de lo que era y de su verdadero yo. Quería dejar de vivir a la sombra de su hermano, de su padre y de su maldito apellido. Quería ser él mismo, con las ventajas e inconvenientes que eso pudiera conllevar. Estaba harto de ocultarse tras el apellido Potter, quería dejar de esconderse y salir a la luz como Albus, sólo Albus. Su decisión estaba tomada, estaba totalmente seguro de quien era y de lo que quería. ¿Lo estaría Scorpius?

—¿Me ayudas con los deberes? —Albus volvió a llamar su atención.

—Claro.

Los días pasaban, cada uno mejor que el anterior. Albus se levantaba cada mañana con la cama en llamas. Cada noche, Scorpius se permitía el privilegio de visitar a Albus en silencio y meterse en su cama, dejando su perfume enzarzado entre las sabanas y haciendo imposible que Albus abandonara la cama cada mañana. Cuando Scorpius se iba a su habitación en mitad de la noche y Albus se quedaba solo, se aferraba con fuerza a la almohada y aspiraba esas últimas bocanadas de aire en las que restaba el perfume de su chico, su olor masculino a sudor y semen.

Iban a clase, comían juntos, volvían a clase, pasaban el resto de la tarde en la biblioteca, cenaban y por la noche, se escondían entre las cortinas silenciadas de la cama de Albus y buscaban esa cercanía apasionada que durante el día debían mantener a raya. Se necesitaban él uno al otro de una manera que ninguno de los dos era capaz de explicar. No eran consciente de la necesidad física y psicológica que sus cuerpos y mentes habían desarrollado hacía el otro. Una necesidad que se había escapado a su control.

—¿Has dormido?

—¿Por qué lo dices? —Preguntó Albus a Rose, mientras caminaban por los pasillos camino a Pociones.

—Tienes una ojeras que te llegan a los pies —dijo la chica.

—Pues he dormido... Un par de horas... Pero he dormido —se excusó Albus—. ¿Tan mal aspecto tengo?

—Tienes ojeras, pero te brillan los ojos más que nunca —Rose dibujó una sonrisa—. Estas feliz, Albus.

—Estoy feliz, Rose. Estoy feliz por primera vez en mucho tiempo.

—Lo sé.

Rose rodeó a su primo por los hombros y caminaron el resto del camino juntos, celebrando en silencio esa nueva actitud de Albus, que emergía de su interior y contagiaba a todo aquel que andará cerca.

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Creo que es la primera vez que escribo notas de autora... ¡Hola! No acostumbro a publicar en Wattpad y no estoy muy acostumbrada tampoco a su formato, pero voy a intentar comunicarme un poquito más. 

La historia va poquito a poco pero la idea es acabarla. Estoy muy cansada de dejar las cosas a medias, así que esta historia la acabo segurísimo. Pero poquito a poco jeje. El próximo capítulo está casi listo, un par de retoques y en nada ya estará por aquí. 

Muchísimas gracias a los lector@s que leen estos delirios que escribo. ¡Muchísimas gracias, enserio! Espero poder seguir cumpliendo las expectativas.

Besos, Lutie. 

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