Capítulo 24

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El tren frenó en seco, habían llegado a Londres.

—Ya está.

—No quiero bajar del tren —Albus se abrazó a Scorpius con fuerza. Estaban sentados en los asientos del compartimento que habían compartido durante todo el viaje desde Hogsmeade. Llevaban todo el día allí dentro, apenas habían salido para comer algo o saludar a alguien. Solo Rose había estado con ellos por la mañana, para comprobar que todo seguía bien y que Albus seguía terriblemente afligido.

—Albus, no es para tanto.

—Parece que no te importe...

—Eres un drama, Al —Scorpius le sonrió—. Rose tendrá razón al final.

—¿Desde cuando te llevas tan bien con Rose?

—Albus, basta ya.

—Lo siento —y volvió a abrazarse al torso de Scorpius—. Lo siento...

Scorpius le correspondió el abrazo, apretando su cuerpo contra el suyo, intentando almacenar el recuerdo de su calor tanto como pudiese. Scorpius —por mucho que callara— iba a echar de menos a Albus demasiado como para poder expresarlo. Albus estaría acompañado la mayor parte del tiempo, rodeado de sus hermanos y el calor de su hogar. Scorpius, sin embargo, pasaría la mayor parte del tiempo en la Mansión, solo y buscando entretenerse con cualquier cosa.

—Mi padre está fuera la mayor parte del día —dijo Scorpius—. Puedo dejar la chimenea encendida cuando se marche para que puedas usar la red Flú cuando quieras.

—Acabarás cerrándola para que no te moleste más.

—¿Vas a ser muy pesado, Potter? —se burló Scorpius, rozando su nariz con la suya.

—Puede.

—Espero que lo seas.

—Tendré que escabullirme de mis padres y del cotilla de mi hermano, que siempre está husmeando —Albus rodó los ojos—. Tendré que hablar con mis padres sobre ti.

—¿De qué les hablaras concretamente?

—Primero les diré que eres mi amigo y tal... Luego, pues... Dejemos lo otro para más adelante.

—Pueden enterarse, el tuyo y el mío, el día de la boda —bromeó Scorpius con una sonrisa burlona.

—¿Qué boda?

—La nuestra.

—Eres tonto —Albus se abrazó a él de nuevo. Se sentía absurdamente pesado, siendo incapaz de apartarse de él, se hubiera quedado abrazado a su cuerpo durante días, sin necesidad de nada más—. Ahora si que tenemos que bajar del tren... —Albus fijó su mirada en el movimiento de alumnos que había fuera del compartimento, que caminaban de aquí para allá, cargados de baúles y jaulas y alegría—. Vamos.

Se separaron a duras penas finalmente, cogieron sus cosas y salieron del compartimento. Caminaron absortos en sus propios pensamientos hasta la salida del tren, al final del pasillo. Antes de bajar, Scorpius cogió a Albus por el brazo y lo arrastró hasta él.

—Último beso por unos días —dijo Scorpius con una pícara sonrisa dibujada en el rostro—. ¿Podrás soportarlo, Potter?

—Lo intentaré.

Fue un beso corto y conciso, pero tan suave y delicado como el balanceó de una pluma impulsada por una brisa veraniega. No había amargura ni pesar, solo dulzura. Un beso liviano, que dejaba la puerta abierta a todos los que estaban por venir.

—Te quiero.

—Y yo a ti.

Se separaron antes de atravesar la pequeña puerta del tren. Fuera se colapsaban centenares de familias y alumnos a su encuentro. Correteaban de aquí para allá cientos de alumnos, con sus baúles mientras la alegría inundaba toda la estación.

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