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La noche no parecía tener fin, tras apenas un par de horas de descanso me encontraba en mi cama recostado mirando solo aquel techo blanco, con el eco del reloj como mi acompañante; hacía ruido en toda la habitación, disimulaba el silencio ahogado del resto de la casa. Me concentré en mis pensamientos... seguía sin creer lo que había pasado, mi mente se empeñaba en volver a los recuerdos de unas horas antes.

Más que nada en aquel rubio ahora con nombre: Park Jimin. Y con su recuerdo extrañas preguntas comenzaron a salir de mi mente; ¿Por qué Jimin me salvó? ¿A qué se refiere con que no lo recuerdo? ¿Por qué suelta estupideces cada que nos encontramos?

Y sobre todo, ¿Quién es Park Jimin?

Mi cabeza regresaba una y otra vez a Jimin y su extraño comportamiento. Pasó el tiempo y sin darme cuenta fueron pequeños destellos de luz solar que se comenzaban a adentrar por el pequeño balcón del lado derecho de mi cama los que me advirtieron del inicio de otro día. Como cualquier otro día, me levanté de la cama, me dispuse a ir a la ducha, salí y en cuanto me di cuenta estaba poniéndome un traje negro el cual llevaba a Londerwork.

—De verdad, que toda la vida... es una rutina asquerosa.—pensé mientras revisaba mi pequeño closet que estaba justo del lado izquierdo de mi cama.

Me quité el traje, cambié los pantalones de vestir por unos jeans oscuros, la camisa por una camiseta de cuello redondo y el saxo por una chaqueta que conseguí aquellos días de otoño; en lugar de los zapatos lustrados me coloqué unos botines, usé un poco de loción, tomé una bufanda y salí de mi habitación.

Camine de largo, pretendí ignorar aquellos dos cuartos que resaltaban en el pasillo, fui directo a las escaleras. —No entres.—me repetía una y otra vez mientras apresuraba mis pasos y bajaba aquellas rechinantes escaleras de madera.

Llegué a la cocina ignorando todo lo comestible y tomé un poco de agua; no tenía hambre. El solo hecho de pensar en ir a Londerwork y hablar con el Señor Mark hacía que mi estómago se contrajera, un poco más y devolvería lo que sea que ahí hubiere.

Con un solo vistazo a mi abrigo sucio salí de la casa. Comencé a caminar por aquel bosque mientras observaba mis pies, acomodé bien mi bufanda, la brisa de la mañana se sentía un tanto refrescante. La tranquilidad del bosque pronto terminó cuando comencé a llegar a la cercanía de aquel puente; se podían escuchar a escasos metros los carros pasar y los pasos apresurados de personas.

Volví a ignorar lo que por mi mente pasaba de cierto rubio cuando levante mi mirada y pude notar a Jimin al inicio de aquel puente de cantera.

—¡Oh mierda!—dije por debajo.

Intenté distraerme, en un intento por cubrir mis manos del frío, metí mis manos a los bolsillos de mi chaqueta y aparenté estar buscando algo. Solo seguí caminando, debía pasar de largo a Jimin, no tenía la intención de seguir cruzando palabra con él.

—¿Cuándo comenzamos?—preguntó el pequeño rubio al momento en el que intentaba caminar al ritmo de mis pasos.

No contesté. Ignoré por completo su presencia y decidí ponerme los audífonos para que así notara que me molestaba su cercanía y se fuera.

Al pasar el puente giré hacia la derecha y llegué a la parada del bus, donde no había nadie solo Jimin y yo. Deseaba que el bus llegará lo más rápido posible. Tenía que ir con el Señor Mark, tenía que dejar ir la poca dignidad que me quedaba para que así tuviera mínimo un empleo.

Ni los pensamientos del Señor Mark lograban distraerme de quien me acompañaba. Sentía como su pequeña estatura estaba justo de mi lado izquierdo, giré un poco mi vista hacia él; tan sólo llevaba puesto un intento de pants y una camiseta, bien podría morir de hipotermia.

MÁS ALLÁ DE LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora