.14

6.6K 846 666
                                    



—¿A qué te refieres con renunciar?—hablaba Jin mientras su rostro enrojecido estaba demasiado molesto al igual que su voz.

—Estoy agradecido, pero de todos modos tenía pensado irme de aquí a finales de Diciembre.—apreté fuertemente mi puño.—Tomé la decisión de irme antes.

Jin llevo su rostro hacia el techo viendo aquella gran lámpara de cristal mientras tronaba un poco su cuello y luego dejaba escapar un largo suspiro.

—No puedes.—contestó mientras seguía en la misma postura.

—Tomé mi decisión.—dije con firmeza, no entendía el comportamiento de Jin, así que gire sobre mis tobillos dispuesto a salir de su oficina cuando volvió a hablar.

—Creí que eras mi amigo.—su voz ahora era un poco más baja pero severa, me dolía escucharlo así que giré de nuevo para encararlo y vi su mirada fija en el suelo a diferencia de hace tan solo un segundo.

—Lo eres. Estoy muy agradecido por todo, pero... tengo que irme.—giré de nuevo, llegué hasta la puerta y me detuve en el momento que tomé la manija.—Iré a despedirme de tu padre.

Salí de su oficina sin una mirada más y sentí demasiado pesado el corazón con cada paso que avanzaba. Caminé por aquellos pasillos hasta llegar a la oficina del padre de Jin pero no estaba, suspiré otra vez ya que su ausencia significaba que tenía que venir nuevamente para hablar con él.

Salí de las Fábricas Schumacher con mis pasos demasiado pesados, vi los rayos del sol expandirse por los pocos edificios; aún era muy temprano; había salido de mi casa demasiado temprano ya que temía que Jimin llegara a mi casa de nuevo, como siempre después de su trabajo y no quería escucharlo llorar de nuevo por mi causa.

Al llegar a la banqueta vi al señor flautista justo al otro lado de la calle mientras tocaba sus melodías con una gran sonrisa. El verlo me hizo sonreír un poco, así que caminé hasta él y al reconocerme extendió aún más su sonrisa.

—Me sentía un poco abandonado, ya no te había visto por aquí.—habló mientras tomaba asiento en el piso delante de él.—Tu corazón está herido ahora mismo ¿verdad?—continuó mientras veía fijamente mi rostro y tragué saliva en un intento por calmar mis ganas de llorar nuevamente.—Adelante, llora. ¿Quién dijo que los hombres no pueden llorar?—la forma en que él podía percibir el dolor ajeno me hizo recordar aún más a Jimin y la forma en que llegó a mi vida... a cambiarla por completo.

—¿Qué piensa que es la vida?—pregunté un tanto bajo con mi vista en el suelo.

—No puedo darte esa respuesta, porque ese es nuestro propósito al estar aquí; averiguar lo que significa esa palabra.—respondió y levanté un poco mi vista hasta él, vi las arrugas que el paso de los años han dejado en su rostro, dándole experiencia y sabiduría. Llevó su flauta a la boca y entonó dos simples notas, me miró con sus profundos ojos y habló nuevamente.—Pero sí puedo decirte algo; cada ser manipula su vida a su modo, depende de a quiénes elijas que estén en tu vida ya que es como elegirás lo que ésta sea. Puede ser luz o puedes vivir en oscuridad, pueden pasar los años y no sabremos cómo vivir, o puede llegar un segundo y toda tu vida concentrarse en éste. Cada día es una nueva vida.

Suspiré tanto como pude permitirme... vida, es lo que no se me permitía tener.

Tenía demasiados pensamientos en mi cabeza entremezclados, pensamientos sobre mi vida, y la vida de todos los que me rodeaban. Tenía que ayudarlos.

Permanecí un poco más de tiempo con aquel señor y después de oírlo tocar unas cuantas melodías con su desgastada flauta me puse de pie y fui a una librería, no quería llegar a casa todavía, seguía con ese temor que Jimin estuviera ahí y el lastimarlo aún más era algo que no estaba dispuesto a hacer.

MÁS ALLÁ DE LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora