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-Hola -dije ese día, como siempre, mientras me sentaba a tu lado.

Levantaste tu cabeza rápidamente sin despegar la vista de las letras de tu libro, ese era tu saludo habitual.

-¿Qué lees? -me acomode contra la pared y te mire. Tenias tu típica sonrisa que ponías cuando no querías contestar. Levantaste un poco el libro y me mostraste la portada sin quitar la vista de la lectura.

Los Miserables.

-¿Esta interesante?- moviste tu cabeza afirmativamente.

-¿Te gusta el Romanticismo? -arrugaste la nariz y supe que eso era un no.

-Y... ¿ya comiste? -cambie el tema.

Levantaste un plato con salchitacos de tu lado y pude ver que solo habías comido uno y sólo faltaban 15 minutos para el timbre.

-Tienes que comer... -te quite el libro de las manos y tú plato de la otra mano y te lo puse en tu regazo. Tu me miraste con un intento de mirada asesina que solo hacía que te vieras tierna -¿Qué? -me miraste como si estuviera loco -Oye, tienes que comer... ve nomás lo que has comido ¡un salchitaco! Anda, aliméntate.

Pusiste los ojos en blanco y comenzaste a comer.

-¿Quieres? -te ofrecí uno de mis chocolates favoritos y tú lo aceptaste con un gracias.

Terminaste de comer y me miraste mientras señalabas el libro.

-¿Me lo devuelves?

-Si me contestas una pregunta -te dije sabiendo que dirías que sí.

-Vale.

-¿Por qué eres tan renegada?

Sonreíste ampliamente y pusiste los ojos en blanco. Te inclinaste un poco y me quitaste el libro de mi regazo y volviste a leer.

-Miren miren, la Chinitos toda seria -dije sonriendo. Era divertido verte intentando mantener tu fachada de renegada -uy sí que renegada, como si alguien le creyera que es tan amargada- empecé a molestarte. Casi siempre te reías y me ignorabas cuando te molestaba de esa manera, pero esa vez dijiste:

-Eres un idiota.

Me quede en shock por un momento pensando que te había molestado de verdad esa vez, pero entonces sonreíste y te soltaste riendo. Sonreí al darme cuenta que por fin habías dicho algo más aparte de tu gran variedad de "Síes", "Noes" y "Estoy leyendo", además de tus miradas cada vez que no querías hablar.

-¡Oh, por Dios! La Chinitos puede decir más de dos palabras -me burlé mientras ponías tus ojos en blanco.

-¿Qué quieres? -dijiste con una sonrisa en tus labios y tu mirada divertida.

-Nada, sólo platicar contigo.

-¿Tan necesitado estás? -dijiste levantando tus cejas.

Me reí.

En ese momento timbraron y tú arrugaste tu nariz.

-Diablos, yo que quería saber la respuesta.

-Tal vez la sabrás luego -dije levantándome.

-¿Tal vez? Yo quiero saber -dijiste mientras entrabas en tu salón-mañana me dirás-ordenaste en la puerta.

-A la orden general -dije y con un movimiento de mano entraste en tu salón.

Después de eso me fui con una sonrisa a mi salón, sabiendo que ese era el inicio de nuestra amistad.

Flores rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora