Amaba la escuela.
Y desde que me había dado cuenta que asistíamos a la misma escuela la amaba aún más.
Aún así ese día no quería ir.
No sé por qué, tal vez era una tontería pero sabía que volver a verte haría que la realidad fuera mas dura.
Haría que fuera mas real el hecho de que el núcleo de mi mundo se destruía y que esos moretones que tenía dolieran más.
Aún así esa mañana salí de la casa con mi mochila al hombro, con una mancha morada -prueba de que mi mundo se venía abajo- en la mejilla y un ánimo de perros.
Llegué a la escuela.
Como siempre tu estabas tirada en el pasto junto a la entrada esperándome.
Esperaba cualquier comentario burlón, cualquier risa o algo que me hiciera sentir mal, después de todo así eras y eres tu, con un peculiar humor oscuro que adoro y una curiosa tendencia a levantar muros a tu alrededor haciendo sentir mal a los demás.
Esperaba de todo, menos esa sonrisa que desapareció lentamente y que se transformó en un gesto de preocupación al acercarte.
-¿qué te pasó? -dijiste y antes de que pudiera decir una palabra, un nudo se formó en mi garganta y una lágrima corrió por mi mejilla.
Dijiste algo y me abrazaste.
Alguna vez leí una frase que decía que las mejores amistades surgen de los momentos difíciles, bueno, Chinitos, para mi el momento difícil fue ese, pero no necesité de él para saber que nuestra amistad sería la mas especial de todas las que tenía.
Eras mas baja que yo, me llegabas al hombro, así que recargue mi cabeza en la tuya mientras lloraba y tu solo dabas leves golpecitos a mi espalda.
Y la verdad, desde ese momento te comencé a amar.
Y, Chinitos, aún después de todo te sigo amando.
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Flores rotas.
Short StorySiempre decías que las flores eran como el amor. No importaba lo hermosas que fueran siempre terminaban marchitándose. Tal vez tenías razón...