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¿En qué momento la escuela se había vuelto tan aburrida?

Olvídalo, ya recordé desde qué momento... El punto aquí, Chinitos, es que desde ese entonces el único motivo por el que iba era -principalmente- para verte, y también para escapar de mi casa.

Era lo único que mantenía coloreado mi mundo.

Tenía más morados -ya se había vuelto costumbre que mi padre me golpeara a mi en vez de a mi madre-, y yo lo soportaba, dolía, pero prefería eso a que lastimarán a mi mamá.

Llegué a la escuela, como siempre estabas tu ahí, sentada en el pasto con las piernas cruzadas.

-Hola niña -dije mientras chocábamos manos.

-Niño raro -me devolviste el saludo.

-¿Cómo estás?

-Bien -dijiste, pero supe que era mentira. Me quedé mirándote intentando saber qué había mal, pero te incomodaste bajo mi mirada y sacaste tu humor para evitar hablar sobre el tema-: yo sé que soy bellísima, pero no te me quedes mirando porque me desgasto.

Me reí y te seguí el juego.

-Uy pues perdone, su hermosa majestad.

-No te perdono.

Me llevé la mano a la frente y dije de forma dramática:- ¡Oh!, ¡La Chinos no me quiere perdonar!, ¡Noooo!

Te reíste y me golpeaste el hombro.

-Ya, no seas dramático.

-¿que hora es? -dije cayendo en cuenta de que ese día iba tarde.

-Las 7 con 35 minutos...

-Oh, lo siento, pero ya voy tarde. ¡Nos vemos luego Chinitos!

-Vale, hasta luego Isaac.

Y me fui, sin saber que ese día te salvaría de tus voces....

Flores rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora