Prólogo - Silencio

488 65 38
                                    

Generalmente, todos los comienzos son complicados, aunque algunos lo son más que otros. En este caso, el comienzo fue, al mismo tiempo, sencillo y complicado. Sencillo de vivir, pero complicado de explicar. Complicado como comenzar a contar esta historia intentando describir un estado tan poco común como en el que me hallaba al principio, un estado que nadie más ha experimentado: Un estado de silencio total.

Sentía que acababa de "despertar" de un largo sueño, si se le puede llamar así, sin embargo, al mismo tiempo, no había nada en absoluto. Lo único que podía sentir en aquel lugar, y que me cubría por completo, era el silencio. Un silencio pesado y sobrenatural, tan espeso como una manta de tela gruesa y tibia que me arropaba por completo. Un silencio que se pegaba a la piel como ropa mojada. Tan profundo y real que parecía posible verlo e incluso palpar su superficie con las manos. Era, en su pleno sentido, el silencio absoluto.

Pocos pueden decir que han experimentado un silencio siquiera parecido a ese. Lo que es más, un silencio absoluto no puede sentirlo nadie que esté con vida. Incluso si alguien lograra, de alguna forma, aislar todo sonido del mundo exterior, al poco tiempo sentiría aumentar la percepción de cada uno de los sonidos producidos por su propio cuerpo, hasta llegar incluso a oír su propio corazón latir con la fuerza de un golpe de tambor.

Pero aquí, donde fuera que me hallaba, no había sonidos de ningún tipo, ni dentro ni fuera de mí.

Unida al silencio estaba además la oscuridad, o mejor dicho, la ausencia. De alguna forma podía sentir mis alrededores, y notaba que no estaba oscuro, sino que, simplemente no había nada frente a mí que se pudiera ver. Dirigía la mirada hacia todos lados, pero se veía únicamente la misma manta negra uniforme. Levanté una mano frente a mi cara, pero tampoco pude ver siquiera su movimiento. Incluso intenté tocar mi otra mano sin obtener ningún resultado. Era como si mi cuerpo no estuviera allí. Como si no tuviera siquiera un cuerpo.

No sentía estar apoyado sobre el suelo, ni sentía frío, calor, movimiento o ningún otro tipo de sensación. Era como si, en realidad no estuviera en ningún lugar. Simplemente flotaba en medio del vacío infinito y oscuro, blindado por aquel perfecto silencio. Era... justo como imagino que debe sentirse la muerte. Lo pensé por un momento. ¿Acaso estaba muerto?

De inmediato pensé que eso no tenía sentido, pues, de estar muerto no podría estar pensando en esto. Aunque, por extraño que parezca, no parecía recordar lo que se debía sentir estar vivo. A pesar de eso, era casi lógico que, de alguna forma, debía estar vivo. Estaba ahí, en medio de algún lugar, o al menos eso era lo que sentía, pero ¿Dónde? ¿Qué lugar era este?

No tengo idea de cuánto tiempo estuve allí, pues no sentía que pasara el tiempo de ningún modo. Poco a poco comencé a sentir que algo cambiaba por primera vez, algo extraño. Algo comenzó a cambiar y no parecía ser en el exterior. Pronto descubrí que lo que cambiaba era dentro de mí.

Comenzaron a aparecer de la nada pensamientos en mi mente, como alguna clase de recuerdos que llegaban a mí, pero que no parecían ser míos. Sentía como si estuvieran siendo implantados en mi mente de alguna forma.

Comenzaron a llegar recuerdos de tiempos antiguos y gloriosos, de tiempos de paz y de guerra, tiempos de odio y tiempos de felicidad. Aparecieron también recuerdos de lugares con belleza sobrenatural y lugares de horrores inimaginables. Después de todo esto empezaron a formarse en mi mente recuerdos de rostros. Rostros cálidos, solemnes, amigables y hermosos, que de solo recordarlos me hacían sentir paz, y rostros crueles y violentos, con retorcidas sonrisas macabras que hacían surgir recuerdos de ira.

Mi mente se hallaba en gran confusión, pues todos los rostros que veía me parecían de alguna forma familiares, como si los hubiera conocido durante mucho tiempo, a pesar de que una parte de mí sabía que jamás los había visto antes. Sentía, casi con completa seguridad, que había pisado el suelo de aquellos cientos de lugares, e incluso que había residido en algunos de ellos durante años. Se sentía tan extraño como parece.

El desfile de recuerdos continuó recorriendo mi mente durante mucho tiempo, como un torbellino de imágenes extrañamente familiares, pero que estaba seguro de que nunca había visto, tan claras y detalladas que parecían ser reales y recrearse en medio de la oscuridad en la que me hallaba.

Mi mente comenzaba a sentirse cansada luego de ver pasar y adquirir tanta información, cuando, de pronto, la danza de recuerdos se detuvo por completo. Pude seguir viendo las imágenes etéreas colgando en el vacío durante unos segundos antes de que comenzaran a desintegrarse como una montaña de arena llevada por la fuerte brisa.

Al desaparecer por completo, sentí cómo se borraron también de mi mente, y todo volvió a verse tan oscuro como antes. Pero esta vez no por mucho tiempo, pues, a los pocos segundos vi aparecer un punto de luz blanca en la lejanía frente a mí, muy pequeña y débil.

Al mismo tiempo que apareció el punto luminoso, el aire a mi alrededor cambió de forma notable, primero pasando por algo parecido a una suave brisa fría y luego por un resplandor cálido, para acabar después con una incómoda sensación de presión en el aire, como si de pronto estuviera sumergido bajo el agua y el aire vibrara de forma casi imperceptible.

Lo único que había permanecido inalterado durante todo ese tiempo era el perfecto silencio, hasta que, en cuanto apareció aquella luz, se vio roto por un sonido de lo que parecía ser un leve zumbido, apenas perceptible.

La luz, que se veía como un punto lejano en un horizonte invisible, comenzó a acercarse rápidamente a mí, y, a medida que se acercaba y se hacía más grande y brillante, el zumbido también se hacía más fuerte y el aire se sentía más pesado e incómodo, haciendo presión contra mi cuerpo.

Aquella lumbre, que ahora se veía mucho más grande, se detuvo a unos pocos centímetros frente mis ojos, llenando todo mi campo de visión con un blanco cegador, a la vez que el sonido de zumbido ya era ensordecedor, atravesando mi cabeza y haciendo que mi cuerpo completo temblara junto con el resto del ambiente. Sentía también cómo el aire se revolvía a mi alrededor y aplastaba mi cuerpo desde todas las direcciones al mismo tiempo.

En menos de medio segundo, todo aquello volvió a desaparecer, dejándome sumido nuevamente en la oscuridad y el absoluto silencio que había al principio, hasta que se escuchó por todas partes, dentro y fuera de mí, un fuerte y extraño sonido. La única forma de describirlo es como el de una gota cayendo sobre un charco, un vidrio romperse y un martillo golpeando una dura piedra, todo unido como un solo sonido.

El sonido fue ensordecedor y me dejó sumamente aturdido, mucho más confundido que antes, preguntándome qué era lo que estaba pasando. Acompañando este ruido, una potente luz blanca me cubrió por completo y sentí como mi mente y mi cuerpo se comenzaron a dormir de inmediato hasta que, en menos de un segundo, dejé de ver, sentir, o escuchar nada. Estaba inconsciente.

Y pensar que todo acababa apenas de empezar...

El misterio del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora