Epílogo - Silencio

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Siempre me he sentido cómodo con el silencio. Para mí, es un sinónimo de paz, de tranquilidad, de descanso... Y ahora volvía a sentirlo.

Nuevamente el silencio me envolvía junto con la profunda oscuridad. Aquel silencio absoluto y perfecto que tan bien conocía se tendió sobre mí una vez más, y la paz cubría mi cuerpo y mi mente. Sólo había sentido algo parecido hace tiempo. Antes de despertar la primera vez. ¿Significaba esto que estaba muerto? ¿Se repetiría una vez más el ciclo que llevaba milenios establecido?

Estaba casi seguro de que había muerto. El hecho de que no sintiera el dolor de la herida en mi pecho me hacía creer esto, aunque de alguna forma mi mente seguía funcionando dentro de mi cabeza. Al menos, tenía la seguridad de que Bylanz lo había logrado. Sorcim había sido encerrado, o al menos eso quería creer yo.

Si iba a morir ahora, podía morir con la dicha de haber acabado con aquel despreciable ser de una vez por todas. De ser así, la guerra no seguiría.

La paz que asociaba con la muerte seguía acompañándome al igual que el silencio. Aunque todavía me preguntaba por qué mi mente todavía parecía seguir viva. De un momento a otro, el silencio fue roto por un lejano sonido intermitente y rítmico, parecido a pasos. Comencé a sentir cómo mi cuerpo parecía moverse involuntariamente, a pesar de que no percibía con claridad lo que sucedía. Mi mente pareció despertar y algo dentro de mí me animaba a abrir los ojos. Me costó un poco, pero luego de varios intentos logré abrirlos. Aparentemente no estaba muerto.

Abrí lentamente los ojos con dificultad, y todo se seguía viendo sumamente borroso y distorsionado. Parecía ver el mundo a través de un grueso cristal empañado. Al abrir los ojos, lo único que pude ver fueron dos hermosas y brillantes gemas verdes que emitían una pequeña cantidad de luz, danzando sobre la oscuridad que se cernía frente a mi cara. Mi vista seguía muy borrosa, pero poco a poco se aclaró, y lo que había visto como gemas, se revelaron como dos brillantes ojos verdes posados en una cara conocida.

Aria me miraba fijamente, con su cara frente a la mía mostrando un gesto de profunda preocupación. En cuanto terminé de abrir los ojos dio un fuerte grito que resonó en cada rincón de mi cabeza.

—¡¡Está vivo!! —Gritó con mucha emoción, abriendo mucho los ojos—. ¡Bylanz, Letcitus despertó!

Escuché otros pasos que se venían hacia mí rápidamente y pude ver a Bylanz, que se acercaba observándome con cara de alivio. Aún me hallaba confundido y muy adolorido. Luego de unos segundos comencé a recordar lo que había pasado y de pronto una pregunta llegó a mí, golpeando mi mente con fuerza.

—¿Donde esta Sorcim? —Pregunte con voz débil, al ver a Bylanz—. ¿Lo logramos?

—Lo logramos —Respondió Bylanz con una sonrisa en la cara—. Tú lo lograste. Míralo tú mismo.

Bylanz y Aria me ayudaron a sentarme en el suelo. La herida en el pecho aún me dolía y ardía mucho, mientras seguía emitiendo un brillo rojo. Levanté la mirada y solté un suspiro de alivio con lo que vi. Unos quince metros frente a nosotros, Sorcim se hallaba encerrado en una pequeña jaula hecha de algún fino material que emitía mucho brillo blanco y dorado.

Alrededor de la jaula se alzaban cuatro pilares de piedra negra con símbolos que brillaban con luz roja. Sorcim estaba en medio de la jaula con grandes cadenas brillantes rodeando su cuerpo, manos y pies, que parecían ser hechas de lo mismo que la jaula.

—Sorcim está atrapado —Dijo Bylanz con orgullo—. No podrá salir de ahí por más que lo intente. Aunque tampoco es que lo pueda intentar, en realidad —Añadió con una sonrisa—. La jaula y las cadenas están hechas con la esencia del silencio de tu arma, quemando su cuerpo y drenando por completo su poder hasta el punto de que, con dificultad podrá apenas moverse. Y los pilares están hechos con la esencia del caos de su arma, lo que evitará que muera y lo alimentará para siempre. Por extraño que suene, funcionó.

El misterio del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora