Capítulo 9 - Cenizas

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Comencé a caminar con cautela bajo el oscuro cielo estrellado, a través del terreno llano, vacío y cubierto de cenizas. Al principio caminaba despacio, cuidando mucho cada paso que daba, pero luego de unos metros sin ver nada fuera de lo común retomé el paso normal. El calor se hacía más intenso poco a poco, a medida que avanzaba acercándome a la base del volcán.

Gracias a la oscuridad de la noche, se veía el tenue brillo anaranjado que se desprendía desde el cráter del volcán y también se sentía el calor que este emitía. El viento soplaba con fuerza de manera intermitente, removiendo y agitando las cenizas que cubrían la tierra, haciendo que fueran mecidas y llevadas hacia todas partes.

Mis pasos también iban levantando pequeñas nubes grises detrás de mí que surgían desde el suelo, elevándose unos pocos centímetros en cuanto pisaba, antes de volver a caer junto al resto o ser llevadas por el viento.

Mientras caminaba iba concentrado en analizar toda la información que había descubierto en tan poco tiempo. Sólo durante la conversación con Bylanz, había aprendido que, según aquella historia, se suponía que yo era alguna especie de ser creado a partir de un antiguo y poderoso guerrero. También había descubierto que aquel bastón que ahora portaba en mi mano era una legendaria arma ancestral, y, peor aún, que me hallaba en medio de una guerra que aparentemente nunca había tenido fin desde el comienzo de la creación, y ahora yo debía pelear en ella.

También se hallaba en mi mente una duda: saber si de verdad podía confiar en todo lo que Bylanz me había contado. No conocía casi nada sobre el misterioso anciano, sin embargo, aquella duda no tardó mucho en desaparecer, pues todo lo que me había contado tenía completo sentido, además de que había incluso algunas pruebas de que era cierto. Como, por ejemplo, el arma que llevaba conmigo. Además de eso, no parecía tener más opción que confiar en lo poco que había logrado descubrir hasta ahora.

Seguí avanzando a través del terreno cubierto de cenizas, restos quemados de vegetación que todavía se veían y los delgados esqueletos calcinados de varios troncos de árboles que no habían terminado de caer o de ser consumidos por el fuego. Caminé durante unos minutos, con mi mente ocupada pensando en todo, hasta que estuve un poco más cerca del volcán.

Todo se hallaba tranquilo, quizás demasiado tranquilo. Sólo se oía el débil silbido del viento, además de unos pocos sonidos lejanos, provenientes del bosque que había quedado ya bastante lejos detrás de mí.

Seguí caminando unos cuantos metros más. Había recorrido casi la mitad de la distancia que separaba el límite del bosque y la base del volcán, cuando, de pronto, comenzaron a elevarse desde el suelo varias pequeñas nubes de ceniza, a pesar de que el viento no había aumentado de intensidad ni cambiado de dirección. Me detuve de inmediato y miré hacia los lados.

Pude ver que, en todo mi alrededor, las pequeñas nubes de oscura ceniza seguían levantándose, como si algo desde el suelo las soplara hacia arriba, hasta llegar a rodearme por todas partes. Habían comenzado siendo cúmulos de pocos centímetros, similares a las que se formaban con los pasos que daba, pero, en cuestión de segundos, ya habían multiplicado su tamaño hasta llegar a tener una altura un poco mayor a la mía.

Comencé a ponerme nervioso en cuanto me di cuenta de que aquellas nubes empezaron a revolverse de manera extraña, girando y retorciéndose sobre sí mismas. Seguían aumentando de tamaño mientras surgía de ellas un molesto sonido, como de electricidad fluyendo, y tomaron una especie de forma humana, pero con la piel grisácea, del color de la roca. Eran los Chaotics que había visto antes, y esta vez eran cientos de ellos.

Hace poco había presenciado cómo Bylanz destruía a varios de estos seres en cuestión de segundos, pero en ese momento él parecía ser un experto y sabía muy bien lo que estaba haciendo. Yo, en cambio, no tenía idea de qué hacer. Me hallaba de pie, con el bastón brillando con suavidad en mi mano y el miedo aumentando con cada segundo que pasaba.

El misterio del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora