Capítulo 11 - Rubí

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El fuerte estruendo metálico que causó la puerta al cerrarse me tomó por sorpresa, haciendo que me sobresaltara. El eco del golpe se extendió por todo el lugar, rebotando varias veces contra las paredes durante unos segundos, antes de extinguirse en la oscuridad.

Volteé a mirar la puerta y pude ver estaba cerrada firmemente, y los símbolos en ella ya no estaban. Ahora solo quedaba una inmóvil placa de metal. También el brillo que emitía su superficie había desaparecido. Al parecer no era opción regresar, aunque tampoco es que pensara hacerlo.

Entré a una cueva en la que no podía ver mucho de lo que había a mi alrededor, ya que estaba completamente oscuro dentro. La única luz que me permitía ver algo era el leve brillo azulado que emitía la lanza de hielo, el cual formaba un arco de luz que se expandía apenas un par de metros, aunque era mucho mejor que la oscuridad absoluta.

Tampoco alcanzaba a escuchar ningún ruido dentro, a pesar de que estuve inmóvil por un momento tratando de percibir algo. Caminé un poco hacia adelante alejándome de la puerta con pasos lentos. Acercaba la lanza a las paredes para iluminar un poco, usándola como si se tratara de una lámpara.

Pude ver que las paredes y el piso seguían siendo de la misma piedra que formaba el volcán, hasta que llegué a un punto en el que esta roca terminaba, y en su lugar, éstas eran sustituidas por unas lisas placas de color marfil con más símbolos dorados parecidos a letras, como los que tenía la puerta anterior.

En cuanto acerqué la lanza a uno de los símbolos, éste emitió un leve brillo dorado junto con el símbolo en el arma. Al igual que había hecho con la puerta, lo toqué con la punta de la lanza, que también había comenzado a brillar más. Tan pronto como la lanza tocó el símbolo, la iluminación que tenía aumentó mucho, emitió una pequeña vibración y la luz comenzó a esparcirse muy rápido hacia los símbolos adyacentes en las paredes, que estaban conectados unos a otros con finas líneas doradas.

A medida que la luz avanzaba y encendía los símbolos, la sala donde estaba se iluminaba, haciéndose más visible hasta que todos los símbolos estuvieron encendidos y brillando con fuerza, permitiéndome ver con claridad por fin.

En cuanto la luz se encendió por completo noté que me hallaba en una sala gigantesca, tanto que pensé cómo era posible que estuviera dentro de aquel volcán, pues parecía incluso más grande que el volcán completo. Debía tener más o menos el doble de extensión que la parte externa del volcán, y el techo estaba a unos veinte metros de altura.

Las paredes, el piso y el techo estaban hechos de grandes placas de roca blanquecina y reluciente, cada una con un símbolo dorado en el centro. Pude ver que todos estos símbolos eran iguales: un círculo de líneas finas con una especie de letra extraña en el centro.

La iluminación dorada que emitían los símbolos de las paredes se reflejaba en las placas de piedra y en el suelo, lo que le confería a todo aquel lugar un ambiente mágico y misterioso. La sala seguía estando en completo silencio.

Di un paso sobre el piso blanco y de inmediato el eco de éste se extendió rápidamente por todos lados, viajando varias decenas de metros hasta detenerse, dejando caer el silencio otra vez sobre la sala. Di otro paso y seguí caminando muy despacio a través de la enorme estancia, mirando en todas las direcciones.

En el extremo más lejano pude ver algo que brillaba mucho, emitiendo una luz roja constante contra la pared del fondo, pero estaba tan lejos que no distinguía lo que era desde el lugar en que estaba, así que seguí caminando en esa dirección, justo por el medio de la sala.

Sentía un poco de tensión en el aire. Posiblemente a causa del pesado silencio, de la dorada luz y de saber que estaba en un lugar que de seguro llevaba siglos sin ser abierto. Luego de un rato caminando llegué a lo que parecía ser el centro de la gran sala, ya que en el piso los símbolos eran diferentes durante unos pocos metros.

El misterio del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora