Capitulo 3

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Me despierto con el hocico de uno de mis compañeros Omegas empujándome la cara. A mi alrededor la Manada se despierta y empieza a moverse.

Olfateo a mi alrededor, intentando identificar a algún conocido, pero por lo que veo, la mayoría ya han empezado a retirarse.

Hoy empieza mi nueva vida. Desde aquí tendré que correr hasta el campamento situado a las afueras, pero para eso tengo que encontrar mi grupo de graduados. Me separo de el resto de Omegas, en busca de mis compañeros, y los encuentro cerca del lago, peleando entre sí, jugando.

Un ladrido hace que el grupo se enderezca, atento. Al menos ese es el efecto que tiene en el resto de lobos, en mi caso , siendo una Omega, el instinto hace que me agache y no pueda levantar la mirada. Después de unos segundos, el efecto se pasa y me sacudo con desdén, buscando al responsable con la mirada. No tardo mucho en encontrarlo, el mismo lobo negro de la noche anterior me observa ahora.

A la luz del día me encuentro con unos profundos ojos azules. El Alfa comienza a caminar, abriendo la partida y de alguna manera me encuentro caminando justo detrás suyo.

No tardamos más de un par de horas en llegar al campamento del SM. Nos adentramos en un laberinto de edificios grisáceos de dos plantas. Caminar en nuestras formas lobunas aquí está casi fuera de lugar.

Llegamos al patio central, una plaza de arena rodeada de edificaciones cuadradas de ladrillo. En el suelo arenoso hay un montón de ropa oscura, probablemente son nuestras mudas para cuando nos transformemos. Lo que significa que todas estas personas con las que llevo teniendo pesadillas los últimos meses, van a verme desnuda.

Los lobos más cercanos a mi deben poder oler mi incomodidad, porque me miran de reojo y sueltan bufidos, como risas lobunas.

Desde uno de los laterales del patio llegan dos hombres. Reconozco a uno de ellos como el Alfa que ayer dio el discurso de la Carrera, uno de nuestros líderes. El otro es más joven, debe rondar los veinticinco. Al llegar estos, el lobo negro que nos ha guiado hasta aquí se retira.

-Soy Axel. Líder militar de la manada.- Comienza el hombre de la cicatriz.- Este es Peter, el será vuestro entrenador durante los próximos seis meses. Pero ahora, antes de empezar, cambiad.- la orden es dada con su voz Alfa, por lo que mi cuerpo es el primero en responder.

Con un pellizco de dolor, mis huesos comienzan a volver a su estado humano, y en pocos segundos me encuentro de rodillas, algo mareada y sin nada con lo que poder taparme. A mi alrededor, mis compañeros aún no han cambiado, e incluso en mi forma humana puedo oler las hormonas de los alfas que me rodean. A pocos metros veo de nuevo el montón de ropa y me pregunto cuánto verían de mí si me levantara para ir a coger una de las capas.

No tengo tiempo para averiguarlo, Peter se acerca a los ropajes y me acerca uno, echándomelo por los hombros, con un gesto de pena en los ojos. Una vez estoy segura de que estoy tapada al completo, me enderezo, intentando conservar algo de dignidad.

Axel pierde su paciencia ante tal espectáculo con un grito repite su orden.

A mi alrededor aparecen las caras que llevo viendo toda la vida. De las que me he intentado alejar. La multitud no tarda en separarse entre Betas y Alfas, este último grupo siendo notablemente menos numeroso.

Catorce Alfas.
Más de cuarenta Betas.
Una Omega

Axel se despide de nosotros en el patio, dejándonos a cargo de Peter.
Durante las siguientes horas, recorremos el complejo. Las edificaciones que rodean el patio es donde nosotros viviremos durante los próximos seis meses. Las casitas son barracones con cuatro camas, y un baño mixto. Durante esta parte de la visita un sudor frío me sube por el cuello. Peter lo nota y me lanza una sonrisa apenada.

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