Capitulo 9

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Hola!
Después del capítulo de ayer me apetecía mucho seguir escribiendo, así que aquí os dejo otro poquito.
Este capítulo es casi entero en forma de lobos, pero en el siguiente volvemos a la rutina humana jejeje.
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El viento acaricia mi pelaje mientras corremos por el bosque. Gabriel abre la marcha, claramente moderando su velocidad para no dejarme atrás.

Llevamos un buen rato avanzando entre la maleza cuando llegamos a un claro. El enorme lobo negro frena en seco y cuando me chocó contra él suelta un gruñido. Luchando contra mis instintos, consigo no agacharme. El pelaje se me eriza y me sacudo para acicalarme.

Gabriel resopla, no muy impresionado con mi comportamiento. Casi puedo escuchar su grave voz en mi oído "contrólate niñita".

No tardamos mucho en entrar en acción. Entender lo que quiere de mí, no es tan problemático como esperaba.

Me rodea en círculos y de vez en cuando lanza un ataque: me muerde una oreja, las patas o el costado. Yo intento evitarle sin muchos resultados. Noto como crece su impaciencia cada vez que consigue alcanzar mi cuerpo y con ello, sus ataques se vuelven más agresivos, derribándome al suelo.

Yo me sacudo una y otra vez, volviendo a ponerme de pie. Probablemente mañana me despierte con las costillas amoratadas después de tantos golpes, pero sé que pedirle que pare ahora es mostrarme débil.

La siguiente vez que se lanza contra mi estoy a punto de conseguir esquivarle, pero acaba dándome en la cadera. Esta vez el golpe duele más y sin pensarlo mucho lanzó una sentada que acierta en su cuello. El responde con un ladrido que me lanza al suelo de manera mucho más efectiva que sus placajes.

Huelo un poco de sangre, pero se que he mordido flojo, así que no me preocupo demasiado. En unas horas estará curado.

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A media mañana nos acercamos a un río que corre cerca para beber y descansar. Mi entrenador se tumba en la orilla. Incluso en su forma lobuna mantiene su actitud sombría.

Mi lobo siempre ha sido activo, con ganas de jugar. Y cuando he salido a correr con mis amigos y mis padres, la experiencia siempre tenía ese trasfondo de juego. Sin embargo con Gabriel, tengo que apartar de mi mente la idea de intentar empujarle al agua.

En vez de eso, me tumbo a su lado, manteniendo un espacio de comodidad. Más por él que por mi, claro. Mi lobo no puede hacer más que respirar en su dirección, intentando interiorizar su olor.

Inconscientemente acerco mi cabeza a él, hasta que mi hocico casi roza su costado.

Cuando nos llega el olor de una presa, Gabriel se pone instantáneamente de pie. Con un gesto me indica que le siga.

Hace años que no cazo en mi forma de lobo. No es algo de lo que disfrute particularmente. Nunca he conseguido deshacerme lo suficiente de mi parte humana como para que no interfiera.

Nuestra presa es un ciervo joven. Probablemente aún no se ha cruzado con ningún humano en su vida, porque cuando huele nuestro rastro en el aire, se queda tenso, pero no huye.

Gabriel hace todo el trabajo y hasta que no empieza a despedazar el vientre del animal, no se da cuenta de que no me he movido de mi posición a sus talones.

Con un gesto de cabeza me invita a acercarme a la presa, pero yo sacudo la cabeza, a la vez que me echo para atrás. El enorme lobo negro no parece entender mi negación, porque se gira hacia el animal derribado y de un mordisco arranca un pedazo de carne, que lanza a mis pies.

Yo le lanzo un gruñido, intentando dejar claras mis intenciones, y con bastante asco, empujó el pedazo sanguinolento de vuelta hacia él.

Gabriel resopla, y sé que esa es su manera lobuna de reírse de mi.

Me retiro a la sombra de un árbol mientras él come en tranquilidad.

Debo de haberme quedado dormida porque lo siguiente que sé es que una mano me sacude hasta que abro los ojos.
Una mano humana.
Gabriel se alza ante mi, completamente desnudo.

—Tienes que dejar de quedarte dormida en todas partes. Es bastante molesto.

Yo me siento, aún en mi forma lobuna, intentando con todas mis fuerzas no bajar la mirada más allá de su pecho.

—Vamos a practicar el control de tus instintos. Claramente eres incluso más desastre como lobo en este tema.

Yo intento quejarme, pero obviamente no puedo expresar lo que quiero decir con mis gruñidos y sonidos de lloriqueo.

—He de decir que me sorprende bastante el control que estás teniendo ahora mismo... mirándome a los ojos...— este comentario está apunto de hacerme mirar, aunque solo sea para hacerle sentir incómodo. Aunque algo me dice que probablemente no se siente muy cohibido con su forma física.— Vamos a empezar con intentar controlar tu aroma.

Sin otra palabra, vuelve a transformarse.

Empieza el ejercicio dejándome un momento para que deje la mente en blanco, intentando dejar de "sentir"
Después se acerca a mi, y lo cierto es que no tiene que hacer mucho más que eso, en cuanto me llega su olor, mis instintos quieren que se acerque más y más.

A lo largo de las horas voy mejorando. Aunque no creo que sea un logro mío, creo que simplemente me estoy acostumbrando a tenerlo cerca.

Cuando se da cuenta de que la cercanía no es suficiente, empieza a entrar en contacto conmigo. Primero empieza a rozarme, como si no se diese cuenta y poco a poco va subiendo la intensidad: pega su cuerpo a mío, me mordisquea el costado, restriega su cabeza contra mi cuello...

Se que estoy hacéis todo un trabajo nefasto con el olor, pero sinceramente , me estoy controlando muchísimo. Lo único que quiero ahora es abalanzarme encima suyo. Pero con esfuerzo me contengo. Probablemente me está temblando todo el cuerpo.

Además sé que estos roces van a hacer que todo mi cuerpo huela a él esta noche.

En un momento de máxima estupidez por mi parte, cuando está a pocos centímetros de mi cara, le chupo el hocico.

Oh Dios mío

Me quedo completamente paralizada, no me puedo creer que haya sido tan estúpida. Me ha salido solo, ni lo he pensado. Parece un gesto tan natural...

Por un segundo me preparo para una bronca monumental, sin embargo tras unos segundos, Gabriel sacude la cabeza con un estornudo que se mezcla con risa y sigue con su labor.

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El sol está bajando cuando hacemos el recorrido de vuela a donde hemos dejado la ropa esta mañana.

Una fina llovizna se asienta en mi pelaje para cuando llegamos al lugar en el que vamos a volver a cambiar.

Es un alivio volver a mi forma humana, y dejar atrás los súper sentidos de mi lobo.

La ropa está un poco húmeda cuando me la pongo, pero no le doy mayor importancia y me escurro los vaqueros y la camiseta rápidamente, intentando no mirar a mi entrenador, que también se viste al otro lado del claro.

De camino hacia el edificio de apartamentos habla por primera vez.

—No lo has hecho mal hoy, pero espero mucho más de ti.— sus ojos no me miran— tus compañeros tienen la ventaja de su estrato sobre tí.

Yo asiento, demasiado agotada como para contestar.

La lluvia se intensifica cuando entramos en el edificio.

—A partir de mañana entrenaremos a tu lobo por las tardes...—parece distraído mientras habla— puede que traiga a alguien más a nuestras clases. Sería más fácil a la hora de...

Sus palabras de pronto se vuelven sonidos indescriptibles. Los dedos de las manos se me duermen y entonces recuerdo que no he comido en todo el día.

Gabriel debe darse cuenta de lo que está pasando, porque cuando mi cuerpo se desploma, caigo en sus brazos y no sobre las piedras del suelo.
Lo último que pienso antes de perder el conocimiento es que si pudiera elegir como morir, esta no parece una mala manera.

La llamadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora