Capitulo 5

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Me despierto empapada en sudor tras una noche de pesadillas. Alguien golpea mi puerta y por un momento pienso que es mi madre, que sigo en casa y llego tarde a clase.

Miro por el enorme ventanal, el sol aún no ha salido y el cielo solo acaba de empezar a cambiar ligeramente de color. La puerta se abre y Gabriel aparece con su intimidante olor. La poca luz natural que entra ilumina su cara lo suficiente como para ver su ceño fruncido y el labio levantado en un gesto de desdén. Con tres pasos llega al lado de mi cama y por un ataque de valentía o locura, le gruño y meto la cabeza debajo de las almohadas.

Él agarra mi manta en un puño y la retira, dejando mi cuerpo a merced del fresco de la mañana. Por suerte ayer decidí llevar pijama en vez de dormir en ropa interior como hago en casa. Soy consciente de que gastar el tiempo de Gabriel solo va a meterme en problemas y oigo la voz de mi madre: Julia no llames la atención. Obedece las órdenes y todo irá bien. Incluso mi madre me impone los roles esperados de los Omegas.

Quince minutos después nos encontramos en una parte del campamento que ayer no me habían mostrado. Es como un enorme parque de recreo, con cuerdas que trepar, muros de escalada, zanjas por las que arrastrarse... De pequeña me habría encantado jugar en un sitio así, pero intuyo que después de un par de horas aquí ya no me gustará tanto.

Gabriel no me ha dirigido una palabra tras la amenaza de las cosas terribles que iban a pasarme si volvía a quedarme dormida.

-El SM consta de dos partes: el control de tu cuerpo humano y el control de tu lobo.- Me mira de arriba a abajo.- Al ser Omega vamos a tener que incluir una tercera parte: el control de tus instintos.

Quiero gritarle que si alguien tiene que aprender a controlar sus instintos son los Alfas, pero claro, la agresividad, la necesidad de control y la competitividad deben estar en los estatutos de la milicia. Algo en mi olor debe de cambiar porque me dirige una mirada que claramente refuerza su idea sobre mi necesidad de control.

Intento olvidarme de mi orgullo, de mis padres, de todo lo que he aprendido hasta este momento y me digo a mi misma que no hay nada que pueda hacerme fallar. Puedo superar este entrenamiento. Estoy tan en forma como el resto de mis compañeros y me he pasado los últimos cinco años trabajando en controlar mi lobo.

Después de correr durante una hora sin parar, subiendo y bajando cuestas e intentando mantener el ritmo de Gabriel, empiezo a dudar seriamente mis habilidades.

Cuando terminamos la carrera, durante la cual el no ha sudado ni una gota, me da un minuto para reponerme antes de andarme a trepar uno de los muros de escalada.

-¿Sin cuerda?- No quiero cuestionarle, pero lo cierto es que solo de pensar que podría caerme desde esa altura hace que me de un vuelco el corazón.

-¿Tienes miedo, Omega?- Su sonrisa despiadada me da a entender que diga lo que diga voy a acabar subiendo esa pared.

-¿De romperme una pierna? Si.- Mi contestación no parece encantarle.

Las piernas me tiemblan por el cansancio cuando me acerco a la pared y miro hacia arriba. No voy a darle más razones para dudar de mi. Con lentitud y un esfuerzo inhumano comienzo a subir, intentando poner todo el peso en las manos, no muy segura de si mis piernas serán capaces de aguantar. Después de lo que parece una eternidad consigo llegar a arriba y tocar la campana.

La bajada se me hace más complicada,  no veo lo que tengo debajo de los pies y encontrar los enganches es más difícil de lo que ha sido a la subida. Por otro lado, sus suspiros de impaciencia no ayudan demasiado.

En cuanto toco el suelo siento un mareo repentino que me tumba contra el suelo. Genial.
Entonces recuerdo que ayer no cené y hoy aún no hemos desayunado. ¿Que tipo de entrenador no deja que sus alumnos desayunen?. Escucho sus pasos acercándose, aunque mis ojos se han cubierto por una capa negra con puntitos brillantes.

La llamadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora