Llego a casa azotando la puerta al entrar.
No ví a la parejita en la escuela y tuve que venir caminando hasta casa. Zabdiel se ofreció a llevarme, pero me negué, y me arrepiento tanto de hacerlo porque ahora me duelen los pies.
Estar cansado me pone de mal humor.
Me acuesto en el sillón de la sala después de sacarme los zapatos y lanzarlos por ahí.
Cierro los ojos por varios minutos ,tratando de poder echarme un siestita. Pero cuando estuve a punto de caer en un sueño profundo, el timbre suena.
Bufo abriendo los ojos para levantarme y caminar hacia la puerta para abrirla.
Encontrándome con Joel.
—H-Hola— murmura.
Desvío la mirada de sus ojos y veo el ramo de rosas rojas en sus manos.
—Hola— murmuro también, con las mejillas coloradas.
Un silencio incómodo se instala entre nosotros. Aclaro mi garganta y vuelvo a hablar.
—Y... ¿Qué haces aquí?
—Yo... Vengo a disculparme contigo— suspiró y me extendió el ramo— son para ti, perdón por no mandarlas en la mañana.
Niego con una sonrisa en el rostro mientras acepto el ramo, antes de que pueda agradecerle él vuelve a hablar.
—También siento mucho haberte llamada así la otra vez, en serio. Sabes que no me gusta estar peleado contigo, así que ¿Me perdonas?— hizo un adorable puchero y lo miré a los ojos, perdiéndome en ellos.
Amaba tanto esos ojos cafés, mis favoritos en todo el mundo. Sus largas pestañas lo adornaban y lo hacían ver más tierno.
Cuando reaccioné, ambos estábamos más juntos uno del otro, podía sentir su respiración chocar contra mí rostro.
Bajé mi mirada a sus labios. Esos labios que tanto deseaba volver a besar estaban a milímetros de los míos.
—Claro que sí— murmuro, hago puntillas y sin pensarlo una vez más presionó mis labios contra los suyos.
Ninguno de los dos movemos los labios, sólo dejamos que se toquen. Hasta que el primer movimiento fue de Joel, moviendo sus labios de una forma suave y lenta, llevando sus manos hasta mi cintura y yo dejo caer el ramo para rodear su cuello con mis brazos, siguiéndole el beso mientras lo atraigo más a mí.
Su sonrisa en medio del beso me hace sonreír también y sin razón me rio alejando mi rostro del suyo para ocultarlo en su pecho.
—¿De qué te ríes? ¿Tengo mal aliento? Lo siento, te juro que fue inevitable no comer ese chocolate antes de venir— dijo haciéndome reír aún más.
—No, no es nada— suspiré calmando mi ataque de risa.
Sus manos en mi cintura me apretaron más contra su cuerpo, sintiéndome protegido.
—Te extrañe muchísimo— susurró contra mí cabello.
Cerré los ojos con mí corazón latiendo a mil, siento mi estómago revólverse, ¿Acaso vomitaria sobre él?
Eso sería muy divertido, sin embargo este no sería el momento adecuado.
¿Era éste el momento de perdonarlo? ¿Era momento de dejar todo atrás y darle una segunda oportunidad?
—Yo también lo hice— admití, sacando la cabeza se su pecho para mirarlo a los ojos, podía ver un brillo especial en ellos.
En un rápido movimiento volvió a juntar nuestros labios, esta vez más largo y profundo, demostrando todos los sentimientos que aún teníamos en ese beso.
—¿Puedes perdonarme por todo lo que hice? Fui un idiota, un gran estúpido por hacer esas cosas que me arrepiento demasiado de hacer— habló apenas nos separamos—. Te necesito tanto en mí vida, eres como mí oxígeno de todos los días, sin ti no puedo respirar...
—No exageres— lo interrumpo riendo.
—No soy bueno para esto, pero eres algo así— rió—, el punto es que sin ti mi vida no tiene sentido ¿Se entiende?
—Algo— volví a reír.
—¿Y qué dices? ¿Perdonas a éste pobre tonto, o lo echarás a putazos?
—A ver... Déjame pensarlo— fruncí el ceño junto a mis labios fingiendo estar pensando.
—¡Erick!— chilló con un puchero.
—No es cierto— reí— perdonaré a éste pobre tonto.
Sonrió de oreja a oreja, feliz, me abrazó fuertemente contra su cuerpo.
—Éste pobre tonto ahora está muy feliz.
Ambos reímos antes de volver a besarnos.
