XIV. American Gothic

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- ¿Sí? 

- Castiel.

- ¿Quién es? 

- Yo.

- ¿MC? Son las... son las 7 de la mañana ¿qué coño pasa? 

- Nos vamos. 

- ¿Qué dices? 

- Nos vamos a la granja de Lysandro. Prepara una mochila con lo básico. Nos vemos en una hora en la estación de autobuses. 

Y ya está.

El perdón. La verdad. La justicia.

Son grandes palabras a tener en cuenta.

Lo cierto es que mi último encuentro con mi (ex)delegado me ha hecho pensar más de la cuenta. Y en plena noche en blanco fueron ellos los que vinieron a hacerme compañía. 

Estoy segura de que lo que ha pasado entre ellos no puede ser tan grave para perder completamente el contacto. Y, en el caso de que lo haya sido, cualquier momento es bueno para pedir perdón. Mejor perdón que permiso, o al menos eso dicen.

La verdad es un concepto complejo donde los haya. La verdad es que Castiel es un buen músico, un tío valiente que va detrás de sus sueños. La verdad es que lo que le pasó a Lysandro no fue justo, pero también es cierto que denota valor a su manera. Seguir su camino a pesar de que otros le adelanten.

La justicia es ciega. 

A veces también sorda y muda.

Yo quiero hacer justicia al pasado. A ellos. 

Quiero darle esta libreta que guardo en la mochila. 

Y pedirle perdón por desaparecer durante tanto tiempo.

Decirle que verdaderamente espero que siga escribiendo y llene esas páginas de palabras.

Porque no es justo que el mundo se quede sin sus versos.

Cuando llegó a la estación, Castiel me está esperando. 

Juro por el surrealismo daliniano que pensaba que me iba a dejar tirada. Lo cierto es que no sé si estoy del todo preparada para enfrentarme a esa mirada bicolor. 

Pero ahora somos dos. 

- ¿Al menos sabes adónde vamos? 

- No. Pero esperaba que tú sí.

- ¿Y si no llego a venir? 

- Tenía fe en que aparecieras, supongo. 

- Eres una metomentodo, ¿lo sabías? 

Le paso el brazo por los hombros. 

- Algún día me agradecerás esto, Cassy.

Se deshace de mi agarre y echa a correr.

- ¡Date vida o se nos escapará el bus! 

Allá vamos. 


* * * * * 


Nunca me había parado a pensar en cómo sería la granja donde vivían los padres de Lysandro. 

Ha superado todas mis expectativas, eso está claro. 

Una bonita casa colonial, con paredes de madera que parecen recién pintadas.

Madre mía, sólo falta una tarta de manzana enfriándose en el alfeizar. 

- Venga, niñita ¿Acaso te ha entrado el miedo ahora? 

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora