Aquí estoy otra vez.
De nuevo, en esta sala repleta de gente que parece moverse a cámara lenta en un ambiente cargado y denso tras el último acorde de guitarra.
Busco a algo: una disculpa.
Y a alguien que me la regale.
Pero se podría decir que he perdido la esperanza de encontrar ambas cosas.
O eso creo.
Lo veo a lo lejos, pero no está solo.
Un déjà vu.
Como aquella vez después de la fiesta, con otra chica.
Pero ahora es él quien intenta escapar, y son unas manos grandes las que lo sujetan por las trabillas del pantalón.
Por un instante lo pierdo de vista.
Para volverlo a ver entre unos brazos llenos de tatuajes.
Quiero correr hacia él, pero la gente parece no entender que tengo prisa, que quiero saber qué está pasando y si mis sospechas son ciertas.
Oigo su voz y me escondo detrás de una columna.
- Basta.
- Yo también te he echado de menos.
Un solo vistazo y tengo que taparme la boca para contener el grito que pugna por escapar.
Nathaniel es como San Sebastián en pleno martirio, retorciéndose en un delicioso placer, sujeto, en este caso, a la pared por manos ajenas, mientras la boca de Castiel lo asaetea, dejando marcas rojas en su cuello y sus clavículas.
- Basta, Castiel.
Cuando pronuncia su nombre, el aludido le lame los labios e intenta abrirse camino en busca de su lengua. Pero Nathaniel cierra la boca con fuerza.
- ¿De verdad quieres que pare?
Se lo susurra al oído, pero yo lo oigo con total claridad.
A la par que veo como lo suelta y le arregla la ropa.
- No es el momento ni el lugar.
Nathaniel, eres un cortarrollos hasta en mis sueños. Porque esto tiene que ser un sueño, ¿no?
- A nadie le importa lo que hagamos o dejemos de hacer.
Salvo a mí.
- ¿No te importa convertirte en el cotilleo del año?
Se lo dice con una sonrisa de esas nuevas que se gasta. Castiel se muerde el labio.
- Lo único que ahora mismo me importa está aquí abajo.
Un solo dedo se desliza desde el vientre de Nathaniel hasta sus caderas y de ahí aún más abajo. Le sigue la palma de la mano, que se aprieta contra la bragueta del pantalón, testigo de cierto bulto cada vez más evidente.
- Estos conciertos me dejan hambriento.
Con manos diestras, Castiel le desabrocha el cinturón y sin demora le siguen el botón y la cremallera. Tras hurgar en su ropa interior empieza a masturbarlo despacio.
La actitud de Nathaniel cambia de repente. Una de sus manos se enreda entre hebras de terciopelo rojo, forzando a Castiel a acercarse hasta sus labios, con la otra parece aferrarse a su espalda.
Entre besos acalla los primeros suspiros.
Pero nada más puede contenerlos cuando Castiel se postra de rodillas en busca de un remedio para su gula, lamiendo con hambre la erección de cierto delegado, para después dejar paso a su boca.
El rostro de Nath refleja los claroscuros del placer y la pasión. Sus gemidos se tornan roncos, pero soy la única que los escucha.
Y yo también siento cierto calor entre mis piernas.
Y una de mis manos, traviesa, busca cierto alivio al colarse en mi pantalón.
- ¡MC!
Oh no. ¿Qué? ¿Me han pillado mirando, es eso?
- ¡Serás guarra! Pajeándote cuando yo también estoy en la habitación – me está golpeando con un cojín y yo no termino de reaccionar.
- ¿Yeleen? ¿De qué me hablas?
- Te estaba oyendo gemir, tronca ¿De qué coño vas?
- Estaba durmiendo.
- Lo que tú digas. Como vuelvas a hacerlo estando yo por aquí... en fin ¡ni se te ocurra!
- Que lo que tú digas, déjame dormir.
La oigo murmurar e insultarme un poquito más mientras se acuesta.
Estoy completamente tapada, sonrojada hasta las orejas.
Y lo primero que se me ocurre es escribirle a Alex relatándole mi sueño.
Seguro que él también sabrá apreciarlo.
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SORRY NOT SORRY
*huye*
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Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]
Fiksi PenggemarNo a todo el mundo le gustan los cambios. Algunas personas prefieren quedarse donde estaban, respetando una rutina dulce con sus pequeñas dosis de pimienta, pero no por ello menos feliz. Pero, en la mayoría de los casos, el cambio es algo inevitable...