XVIII. Naufragio en el claro de luna

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Aquella mañana desperté sola.

Cómo no.

Tampoco es algo que me extrañara. Sabía con quien estaba hablando. 

Pero ni una nota sobre la mesa, un mensaje en el teléfono.

Nada.

Y eso que ya han pasado dos semanas. 

Un renovado silencio se ha extendido entre los dos después de aquella noche.

Como un naufragio que tiene lugar durante la luna llena, donde la luz blanca desdibuja los rasgos del rostro y puede cambiar el significado de las palabras. Un anonimato lumínico que por un momento permite olvidarse del mundo que nos rodea para ser mecidos por las olas hasta morir.

Estoy divagando para nada ¿A quién pretendo engañar?

Por mucho que estemos juntos, nunca estaremos solos para ser nosotros mismos. 

Sus socios, sus secretos, mis amigos, los rumores, el acoso... 

Es imposible luchar contra todos ellos cuando eres tú sola contra el mundo, con el chico que ocupa tus pensamientos como escudero.

Ni siquiera puedo afirmar con seguridad que acudiría a la batalla conmigo y no me dejaría sola, al frente de este naufragio mental.

En fin.

- ¡Vuelve a la Tierra, MC, estás bajando el ritmo! ¡Ya casi estás!

He vuelto al gimnasio, puesto que la única forma de dejar de darle vueltas al asunto y andar sumida en un ambiente que parece digno de la época del Romanticismo es volver a hacer deporte. Y tengo que decir que está funcionando muy bien, mi cabeza está demasiado ocupada recordándome que hace casi un mes que no pisaba las instalaciones y mi cuerpo puede desfallecer en cualquier momento.

- Kim... no puedo más...

Me muero sin remedio.

Sin un Romeo con el que fingir que todo ha sido un malentendido y en realidad vamos a fugarnos juntos.

- ¡Sí que puedes! Vamos, estoy contigo en esto.

Me aferro a las agarraderas de la cinta de correr como si fuera un salvavidas. 

Un poquito más. Sólo un poquito mas.

- ¡Conseguido!

Para la máquina y yo me bajo como puedo. 

Me da una palmada en el culo.

- Es normal que te sientas así, llevabas unos cuantos días sin venir, sólo es cuestión de tiempo que vuelvas a pillar el ritmo.

- Lo siento, Kim, han sido unas semanas... intensas.

- No tienes porqué darme explicaciones, me enteré de lo que te pasó y tampoco es plan de que te fuerces, por si acaso.

- Vaya, sí que corren rápido los rumores...

- Es lo que tiene compartir gimnasio con ciertas personas.

- ¿Te lo ha dicho Nathaniel? 

- Puede ser, tampoco es un secreto, ¿no?

- No, no, pero... ¿lo has visto últimamente?

- ¡Ah no! ¡De eso nada! No voy a entrar en el jueguecito de trágicos amantes que os traéis entre manos.

¿Pero qué dice?

No la dentengo y ella sigue con su perorata.

- Me pagan por dirigir un gimnasio, no por escuchar dramas del uno cuando la otra no está y viceversa. 

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora