Entramos en mi habitación cogidos de la mano, como si esa unión fuera un ancla que nos detiene antes de irnos a la deriva.
Su tacto es frío.
Se sienta en mi cama y yo lo suelto por un momento para coger la silla y colocarme frente a él, es un instante terrible en el que pienso que va a salir corriendo sin darme tiempo a tomar asiento, pero cuando me doy la vuelta sigue ahí.
Entrelazamos los dedos y espero, necesito que sea él quien me lo cuente todo.
Y no sé porqué, pero pienso que todavía no está preparado.
Él toma una bocanada de aire y empieza a hablar.
- Todo comenzó a mediados de primero, más o menos.
Casi tres años.
Los mismos que sin vernos, sin hablar.
Un desenlace que ocurrió hace poco más de tres años.
- Había salido a celebrar el fin de exámenes cuando unos tipos de arrinconaron en un callejón. Después me enteré que ese era uno de los lugares que frecuentaban para hacer sus negocios. Iban armados con navajas, se abalanzaron sobre mí sin preguntar, claro.
Se lleva la mano a la marca del labio.
- No era mi mejor momento, todo sea dicho. ¿Recuerdas lo que pasó en el instituto con mi padre? - Como para olvidarlo.- Bueno, desde aquel momento hemos perdido completamente el contacto, salvo por mi madre. Ella estaba realmente volcada en la carrera de Ámber, en su trabajo como modelo, no sus estudios, y a mí no me gustaba demasiado el matiz que estaban tomando las cosas... Necesitaba dinero si quería seguir independizado y estudiando.
Tengo miedo de abrir la boca. Quizá si le interrumpo se romperá el hechizo y volveremos a ser dos desconocidos jugando a ser los protagonistas de la mayor tragedia literaria que se haya contado jamás. Las doce campanadas en persona convirtiendo este nexo en una calabaza y un zapato de cristal.
Me limito a estar ahí, sosteniendo una mano que ahora me aferra como la garra de un animal salvaje.
El terror está por llegar.
- Les dije que podía ayudarlos, que trabajaría para ellos, lo que hiciera falta para que me dejaran en paz y además me dieran una oportunidad de ganar dinero fácil. Al principio desconfiaron, pero no tardaron en llevarme hasta el responsable de la zona. - Una pausa. - Me jode decir esto, pero lo cierto es que con mi ayuda el negocio prosperó bastante, reorganicé las zonas de entrega, los grupos de camellos e incluso busqué proveedores mejores. Todo iba bien hasta que llegó mi turno, el momento de hacer una venta real, darle droga a una persona, MC, ver su cara, su aspecto y ser perfectamente consciente de que no le estás haciendo ningún bien.
Con mi mano libre, le retiro el pelo de sus ojos, sus pupilas se quiebran.
Pero continúa adelante.
- No pude. Cogí la mercancía y di el cambiazo por una mezcla inofensiva de plantas y especias. Me pareció una idea brillante pero, evidentemente, no eran tontos y se dieron cuenta del truco. Quizá fue cosa de los clientes o bien del consumo propio, pero me pillaron. A partir de este momento llegaron los problemas: me obligaron a involucrarme totalmente en las ventas, tenía un gorila siempre a mi lado por si intentaba algo y... la gente empezó a verme, a hablar y a sacar sus propias conclusiones. Después de un tiempo, el año pasado, las cosas empezaron a relajarse, hasta ahora. Sospechan que estoy haciendo algo a sus espaldas y han vuelto a las andadas.
- ¿Y lo estás haciendo?
El espacio parece espesarse, el aire se hace más denso cuando vuelve a mirarme.
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Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]
FanfictionNo a todo el mundo le gustan los cambios. Algunas personas prefieren quedarse donde estaban, respetando una rutina dulce con sus pequeñas dosis de pimienta, pero no por ello menos feliz. Pero, en la mayoría de los casos, el cambio es algo inevitable...