Somnolienta se tomaba el café mientras miraba por la ventana el día que empezaba a amanecer. El verde prado se extendía hasta mezclarse con el agua totalmente azul e inusualmente tranquila del mar, a lo lejos y por encima de todo, el cielo completamente despejado dejaba ver un amanecer rosado en los altos acantilados de la vieja isla británica.
Mirando por esa ventana, recordó porqué se había mudado ahí. Lejos de la civilización, lejos del mundo, un retiro espiritual necesario para el alma de una artista que no podía salir en el barullo de una gran ciudad.
Inmediatamente, cogió su caballete, un lienzo, sus pinturas y su violín, se puso algo abrigado y salió al portal de su pequeña casita. Avanzó unos metros, casi al límite del acantilado y montó todo su material ahí. Empezó a pintar aquel paisaje que se mostraba a sus pies, dándole toques de imaginación propia que se le venían a la cabeza. Tras unas horas pintando, se quedó mirando el cuadro. Frunció el ceño, pensativa, como si le faltara algo más. En el cuadro se mostraba una pequeña cala cerrada entre muros de piedra y arena que subían a un prado completamente verde. Al fondo, se apreciaba un sol radiante y una especie de dragón que surcaba los cielos. Era un cuadro sencillo, pero bonito.
Guardó sus pinturas y desenfundó el violín y ahí, en lo alto, mientras el sol cada vez se hacía más y más poderoso, se puso a improvisar una melodía.
De pronto, un Golden Retriever apareció corriendo, con la lengua fuera y con ganas de jugar, ella dejó el violín y se puso a acariciarlo.
- ¿Ya te has levantado, Caín? Hoy si que no querías moverte de la estufa, con lo bien que se está aquí fuera – sonrió la chica al perro, mirando a su alrededor alegre.
De pronto, el cielo empezó a cubrirse de gris y un rayo cayó a pocos metros de ella y del perro. Ambos se quedaron petrificados al ver lo que había dejado el rayo tras de sí.
...
Como un estruendo, Tobías, Raquel, Hermes y Hnos aparecieron en un prado enorme completamente verde. Desorientados miraron alrededor solo se apreciaba una pequeña casa y el precipicio que tenían al lado. Se apartaron apresuradamente.
- ¿Esto es Brighton? Pensaba que era una ciudad – comentó Tobías extrañado
- Cariño, no nos podíamos trasladar hasta allí directamente, aquí es el nexo, piensa ¿qué pasaría si nos vieran los humanos aparecer así? – le dijo Hnos, acariciándolo cariñosamente.
- Entonces, se supone que no debería haber nadie.... ¿y quiénes son esos? – se apresuró a decir Raquel.
A unos metros de ellos, una chica y un perro se acercaban a ellos corriendo. Hermes se quedó boquiabierto al ver a la muchacha de pie junto a ellos. Su pelo azul eléctrico resaltaba mucho, pero lo que más llamaba la atención eran sus dos ojos rojos como el fuego, en contraste con su piel pálida y su cara angelical.
- Chicos, creo que la hemos encontrado – sonrió Hermes
- ¿Encontrado? ¿Quiénes sois? – pregunto la chica alejándose un poco de ellos.
- Vamos, Heimdall, todos sabemos que eres tú, soy Hnos, ¿acaso no te acuerdas lo bien que nos lo pasábamos? – comentó picarona la valkiria al perro.
En ese momento, el perro, como si por arte de magia se tratara, se transformó en un hombre de ojos azules y piel oscura, enorme en su constitución física y con rostro amable les sonrió a todos, hasta acabar mirando a la chica.
- Hola, Alex, siento haberte engañado, soy Heimdall, tu protector por encargo de Baldr. Supongo que querrás explicaciones – se giró rápidamente a Hnos, ruborizándose – ¡Y tú no digas eso delante de tanta gente!
- ¡Tonterías! Si estos niños ya están curados de espanto – contestó la valkiria restándole importancia, dándole un azote en el trasero a Heimdall y guiñándole un ojo.
La chica respiraba con dificultad, no se movía y miraba a todos como aterrada. De pronto, se desplomó y con rápidos reflejos Heimdall la sostuvo. La llevaron a la casita y la acostaron para que se recuperara.
- ¿Queréis un té o un café? – preguntó cortésmente Heimdall.
- Sí, un té, por favor – respondieron Raquel y Tobías al unísono.
- Yo, tomaré café, gracias – dijo Hermes educadamente.
- Yo no quiero nada – contestó Hnos con una educación y tranquilidad que no pegaban con ella.
- Ahora en seguida os lo traigo todo. Y bueno, ¿qué haces aquí y quiénes son esos muchachos que traéis con vosotros? – preguntó el dios nórdico desde la pequeña cocina.
- Bueno, Heim, viejo amigo, ella es Raquel, la novia de este señorito de aquí – contestó rápidamente Hermes, cogiendo a Tobías – y este, bueno, él es el hijo de Baldr, el hermano de Alexa. Supongo que con eso ya sabrás a que venimos y lo que supone que haya llegado este momento. El inframundo se está movilizando, Morrigan ya le ha atacado un par de veces y le ha marcado. Bladr, nos envió aquí a por ella, es hora de que por fin sepan quienes son y su papel en esta guerra celestial.
- ¿Mi hermano? – todos se giraron y vieron a Alexa de pie frente a ellos, tapada con las mantas que la abrigaban y señalando a Tobías – yo no tengo ningún hermano, es imposible, me crie en Brighton. Soy la única hija de los Sullivan... - volvía a hiperventilar y Heimdall se acercó a ella.
- Pequeña mía, los Sullivan no existían, fui yo el que se inventó toda tu vida para protegerte -la abrazó – ahora cálmate, siéntate con nosotros y te explicaremos todo lo que necesitas saber.
Alexa se sentó intranquila y escucho como Hermes y Heimdall narraban una historia de dioses y guerreros, de padres e hijos abandonados y muerte y destrucción por todo el mundo. Cuando acabaron de contarle todo lo sucedido hasta el momento, Alexa se sentía cansada e impactada por semejante bombardeo de información. Raquel se le acercó y le cogió la mano tímidamente, con ternura, como diciéndole que, aunque no se conocieran se podían apoyar los unos en los otros.
- Se que es difícil de asumir, sois dos hermanos separados, hijos de un dios nórdico y una diosa griega. Se supone que debéis apaciguar esta guerra entre los dioses y ni siquiera sabéis quien sois realmente. Además, está el factor de que Morrigan anda cerca y es muy peligrosa. Ha puesto los ojos en Tobías y no parará hasta satisfacerse. – aclaró Hermes con calma mirando a los dos hermanos – es por ello, que aquí, aun sin estar a salvo del todo, os voy a hacer entrega de unas armas y unos consejos que so ayudarán a entrenar y a coger confianza. Lo lleváis en la sangre, no temáis por no saber utilizarla, es instintivo una vez esta arma, mejor dicho, talismán, se os acopla y se mimetiza con vosotros y vuestro poder divino. Bien, ahora tenéis que elegir una.
Metiendo la mano en el bolsillo, Hermes empezó a sacar diversos objetos y los puso en orden sobre la mesa. Un orbe dorado, un pequeño puntero dorado, un cinturón, un puñal y varios objetos más. Después se quedó mirando a los hermanos y les dio a elegir uno de ellos.
- Por favor, coged uno en base a lo que más os despierte curiosidad, a lo que sintáis en el momento de coger, no escojáis por apariencia, todos ellos tienen una utilidad que veréis una vez lo asimiléis en vosotros mismos – especificó Hermes – ¿quién va primero?
Alexa miró a Tobías y estiró la mano directa al orbe, se quedó con la mano estirada ante el objeto un momento, y lo agarró sin dudar. Se lo acercó y lo agarró con ambas manos, como abrazándolo.
A continuación, Tobías miró todos los objetos que tenía delante de él, de pronto vio como uno de ellos brillaba con más fuerza, estiró su brazo hacia el puntero dorado y este emitió una luz que solo Tobías pudo ver, esa luz lo envolvió y un sentimiento de nostalgia, mezclado con alegría y poder lo llenó por completo. Escogió el puntero sin duda alguna y una vez guardado miró a Alexa y a Hermes.
- ¿Y ahora qué?
- Ahora vamos a entrenaros.
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La caída de los Dioses
Teen Fiction¿Cómo te sentirías si una mañana te despertases y toda tu realidad se desmoronase?¿Qué harías para llegar a descubrir el verdadero sentido de tu vida? ¿Realmente puedes fiarte de un Dios? En estas páginas encontrarás la historia de Tobías, un estudi...