Capítulo VI

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Pasaron un par de semanas tranquilamente, sin señales de Morrigan o de cualquier otro ser infernal que pudiera perturbar la paz de aquel lugar inglés. Tobías y Alexa entrenaban durante todo el día con intensidad, siguiendo las indicaciones de Hermes, Hnos y Heimdall. Por su parte, Raquel se empapaba de conocimientos acerca de diferentes culturas, mitologías y deidades, mediante libros y manuscritos que había encontrado en una trampilla de la pequeña casita, tal y como le había indicado Heimdall, el guardián, secretamente. Además de libros y manuscritos, en esa trampilla, al bajar se abría una habitación llena de objetos curiosos y antiguos, y todo aquello se envolvía en un manto mágico que Raquel no sabía explicar muy bien. Agosto ya se estaba acabando, pero nadie parecía notarlo.

Los dos hermanos habían congeniado rápidamente, en las técnicas de combate que les enseñaba Hnos, habían demostrado tener una gran compenetración, casi instantánea. Tobías era directo y fuerte, mientras que Alexa con su agilidad y destreza, salía del campo visual rápidamente para poder inutilizar sin ser vista y con la distracción de su hermano.

En cuanto a las clases con Heimdall, Alexa había superado con creces a Tobías, ella era sin lugar a duda una estratega nata. Inteligente, diligente y con gran exigencia sobre si misma y el resto. Por lo que, en cuanto a estrategia se refiere, Alexa era la líder indiscutible de ambos.

Por otra parte, con Hermes, no iba nada bien la cosa. Alexa y Tobías, trabajaban diariamente con los amuletos que este les había entregado, pero no obtenían respuesta alguna. Hermes, los guiaba incansable, explicándoles cómo podían sincronizarse con el elemento que portaban y así utilizarlo.

- Alexa, siéntelo, visualiza que tiene el orbe, respira y desde el corazón trata de localizar ese sentimiento que te lleva a él. Tobías, igual, relajado, estás demasiado tenso. – insistía Hermes con paciencia.

- Pero, no veo nada, es inútil ¿y si este no es el amuleto adecuado? – preguntaba Tobías.

- Calla, si lo escogisteis enseguida, fue una buena señal. Esperaba más, pero probablemente aun tengáis que desarrollaros más. A nivel personal... - suspiro Hermes – bien, lo dejamos por hoy, ya es tarde.

El Sol comenzaba a ponerse y los dos hijos de Baldr empezaban a flaquear mentalmente. Era necesario parar y relajarse.

Tras darse una ducha, Tobías se sentó en el sofá que ocupaba Raquel y le dio un beso afectuoso.

- Hola, preciosa, ¿todavía leyendo? Descansa un poco, anda – le dijo tiernamente mientras le retiraba el libro - ¿me dirás de donde lo has sacado alguna vez?

- Vale, vale, ya paro – sonrió Raquel besándolo – Y... no, son de Heimdall ya lo sabes, no puedo decirte más.

Raquel se levantó juguetona mirando a Tobías sonriendo de reojo y se apoyó en el pequeño banco de la cocina a hablar con Alexa.

Tanto Alexa como Raquel, se habían llevado bien casi al instante, ambas chicas congeniaron rápidamente. Alexa, muy musical, muy vívida, una artista soñadora de los pies a la cabeza le contaba sueños y vivencias a Raquel. Por su parte, Raquel le contaba todo lo que Alexa pedía de una forma más meticulosa y racional, acerca de casi todo tipo de temas.

Tobías se quedó mirando a Raquel embobado, pensando en como había cambiado la chica en a penas unos meses. Recordando como había pasado de ser su mejor amiga a ser su novia, como su rostro brillaba con fuerza y su cuerpo transmitía seguridad y más hermosura que de costumbre. También se dio cuenta en el cambio de actitud de ella, mucho más segura, abierta y risueña, feliz y madura. Era un espectáculo fascinante observarla.

La caída de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora