- Me muero.- Había sido un bocazas, sabía que no debería haberlo dicho, pero es que el el maldito pelirrojo siempre encuentra alguna manera de derribar el muro que me he hecho durante todos estos años. No sé cómo lo hace. Pero me hace perder el control. Lo hace sin esfuerzo, sólo habla. Y embruja con sus palabras. Y no pienso. Y hablo más de la cuenta. Y le hiero. Años de práctica tirados a la basura. Es irónico que ni siquiera el propio ministerio de Bulgaria (tuve un juicio allí, cuando me expulsaron) pudiese quebrantar aquella barrera de hielo macizo, y sin embargo, aquel chico de mejillas sonrosadas lo hiciera con sólo sonreír o hablar . Pero él era puro fuego. Se salía de mi alcance. Una barrera de hielo no servía de nada, porque ahí estaba su cabello brillante y sus ojos para fundirla. Miré hacia el suelo, no quería mirarle. No quería mirar su rostro si éste no estaba feliz. Sabía que si lo hacía vería las lágrimas correr por sus mejillas, y su sonrisa siendo borrada otra vez. Por mi culpa. No sé qué tengo, pero soy un artista para crear desgracias. Un desastre. Destructivo, peligroso, letal. Impulsivo y despiadado. Como un dragón. Porque así era yo. Gellert Grindelwald, el frío. El inquebrantable. Oclumante experto, nadie puede leerle. El hombre que resistió al veritaserum. Un hombre de hielo que congelaba con la mirada, era realmente un dragón. Un bola de fuego que a pesar de tener un castillo de hielo a su merced, siempre se las arregla para destruir algo. Éso era lo que reflejaba mi patronus. La destrucción. Porque era un recuerdo feliz. En cierto modo, e inconsciente, destruir me hacía feliz. Porque era lo único que me hacía sentir bien cuando explotaba. Porque venía conmigo. Porque yo soy así. Pero no quería seguir destruyendo. Porque sabía que el próximo sería Albus. Y no quería. Su voz me sacó del ensimismamiento. Alcé la mirada para mirarle. Vi su confusión, su dolor. Y vi lo que iría a pasar. No lo aceptaría. Y me insistiría. Y yo me negaría. Yo volvería a insistir, sin saber que con cada palabra que entonaba me clababa más fuerte la espina en el corazón.
- ¿Cómo que...? ¿cómo...? no es posible... seguro que... seguro que podemos...
- No, Albus.
- Pero... ¿qué te pasa? En San Mungo se pueden curar muchas de las enfermedades mágicas letales... podemos... puedes...
- ¡No, Albus! ¡Mi única salvación son las Reliquias! ¡Y ni siquiera sé dónde buscar! Por muchos años creí que estaba bien, que por fin lo había controlado y que no volvería. Y cuando maté a tu hermana...
- Tú no mataste a mi hermana - Me interrumpió, con la voz quebrada. Odiaba aquello. Odiaba que me quitara la culpa de encima para hacerme sentir mejor. Odiaba que siempre intentara animarme. Y sin embargo, cuando no lo tenía, lo echaba localmente de menos. Deseaba poder disfrutar de aquel chico, que me sacaba de quicio todos los días. Pero "todos los días"es demasiado tiempo para un Alma que tiene poco tiempo para matar, o morir.
- ¡Cuando maté a tu hermana volvió! Se hizo más fuerte. Creció. Ya no soy capaz de controlarlo tanto, ni por tanto tiempo. Y si no lo mato pronto él me matará a mí
- ¿Pero qué tienes exactamente?
- ¡Tengo la necesidad de encontrar esas malditas reliquias o sino él acabará conmigo!
- ¿Quién es? Gellert sólo dime quién es. Yo podría ayudarte. Íbamos a ir a por las reliquias juntos, ¡Aun estamos a tiempo de ir juntos!
- No me puedo arriesgar a que vuelva contigo cerca. Porque tú también podrías morir. Y si pasa eso me crucio a mí mismo. No puedo, ¿Vale?
- Voy contigo.- Sus ojos se mantenían firmes, aunque su mirada expresaba terror, pánico. - Y no es una pregunta. - Y me mantuvo la mirada. Orgullo Gryffindor. Albus era como el Fénix que le regalé por su cumpleaños. No por casualidad era un Fénix su patronus. Un ave hermosa, delicada y elegante. Aparentemente frágil, pero fuerte. De gran aguante. Un ave que arde de dolor en desgracia y resurge de las cenizas dispuesto a luchar otra vez. Y él era así. Hermoso. Elegante, pero fuerte. Era tan diferente a mí... yo, en su lugar me habría ido. No, definitivamente no lo hubiera hecho. Es más, haría exactamente lo mismo que está haciendo él ahora. Arriesgarme a morir por la persona a la que amo. El problema era que si moría, lo haría en vano. Y no podía dejarle morir. No podía ver mis pesadillas hechas realidad. Me acordé de hace dos días, cuando un boggart se escondió en mi armario. Y le vi muerto. Yo lo había hecho. Por culpa de él. Y no podía dejar que mi mayor miedo se cumpliera. No podía dejar que aquella estúpida cosa hiciera que las mejillas del pelirrojo no volvieran a arder nunca. No podía arriesgarme a ir a buscarlas con él. Y menos ahora que ha vuelto. Podría salir y hacerle daño. O peor, matarlo, tal y como había visto. Si iba a buscarlas, debía hacerlo solo. Porque si hacía algún daño, al menos sólo sería malo para mí, y no perjudicaría a nadie más. Pero ¿Cómo hacérselo ver? Parecía completamente inflexible. Y entonces sólo se me ocurrió mostrárselo. Decir la verdad. Le miré a los ojos y noté por un momento que se estremecía.
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Sorbete de Limón (dumblewald/grindeldore)
FanfictionObscurus AU. Uno nunca sabe lo que significa la palabra "amar" hasta que la siente en sus carnes.