El camino de vuelta

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Uno nunca sabe lo que significa la palabra "amar" hasta que la siente en sus carnes. No, uno no tiene ni idea de lo que significa hasta que la propia palabra te agarra del corazón y te empieza a estrujar lentamente. Es ese momento en el que sabes que no hay nada que hacer, que lo mejor es dejar ir. Es ese momento en el que tienes que posicionarte. Cuando las palabras se estampan contra el muro de contención entre los pensamientos y la realidad, haciéndolo temblar. Es ese momento en el que no quieres dejar ir. Cuando tu Alma grita, llora y patalea por dentro. Y ahí, sólo en ese momento, sabes que tu vida es tan absurda y frágil, que pende de un fino hilo atado al corazón de otra persona. Sólo en ese momento sabes que el mundo que conoces se derrumba. Sólo en ese momento en el que no te puedes sacar a esa persona de la mente. Estás asustado, aterrado. Muerto de miedo. En ese momento sabes que si dejas ir, estás a merced del viento, perdido y sin rumbo. Pero también sabes en ese momento que dejar ir es la mejor opción. Todo es muy confuso, sí. Pero hay que posicionarse. Yo, definitivamente no estaba listo para posicionarme. Pero tuve que hacerlo. Ya lo había hecho, y no pensaba moverme de ahí. Y es ese momento en el que sabes que el viento nunca soplará lo suficiente como para hacerme volar. Sabes que el agua, por mucho que rompa sus olas contra mi pecho nunca ahogará mis sentimientos. Que no hay tierra suficiente que me pueda separar de él. Que las llamas nunca devorarán lo mucho que lo necesito junto a mi. Y es en ese momento, en el que, a pesar de que todo apunte a que no hay nada que hacer, arriesgas todo a pesar de no tener nada. Y es en ese momento en el que te sientes estúpidamente enamorado. Enamorado de verdad. Hasta la médula. Enamorado de su olor a limón. De sus ojos, y su mirada congeladora. Enamorado de su sonrisa pícara. De su repeinado cabello. De sus dulces labios. Enamorado de su hombro salpicado de pecas. De lo seductor que se ve cuando se enfada. De su cuerpo perfecto. De su Alma en pena. De lo frágil que es en el fondo. De esa manera que tiene de hacerme ruborizar. De su carácter y su frialdad. De su mal humor. De su historia y su dolor. Enamorado hasta las trancas, de un dragón búlgaro hecho de hielo macizo. Enamorado del idiota de Gellert Grindelwald. Oh, porque era un idiota. Un idiota integral. Pero ahí estaba mi hilo, pendiendo de su corazón.

- Gellert

- No, Albus, escucha- El rubio ya me estaba interrumpiendo. Oh, cómo detestaba que me interrumpiese mientras me rogaba con los ojos. Malditos ojos, ¿Cómo lo hacen? ¿Cuál es el secreto? Era odioso. Me sacaba de quicio, se restregaba contra mi cerilla, y ésta se prendió. Era una simple chispa, pero él no sabía que a pesar de aparentar ser frágil, por mis venas corre gasolina. Que mi corazón es una caldera, y que cuando me hieren, ardo. Y en ese momento, estaba sangrando. En ese momento estaba herido. Herido por lo que había visto y por lo que no quería ver. Un cóctel perfecto, agitándose en mi interior. Ah, pero somos fuego en el fuego. Y ambos estamos prendidos. Es una bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento. Y surgí de las llamas. Reviví las cenizas de un amor que estaba a punto de consumirse. Y exploté.

- ¡Por Merlín Gellert, escúchame tú de una vez! ¡Acabo de ver cómo un hijo de puta que no conozco de nada te intenta violar en un maldito cubículo de baño! ¡¿Se supone que no debo decir nada al respecto?! ¡Al menos déjame hablar! - Se calló instantáneamente, sin dejar de mirarme, parecía sorprendido por mi recién sacado carácter, pero en sus ojos brillaba una pizca de asombro y admiración. Y, puede que, sólo un poco, seducción. Cerré los ojos, inspiré hondo, y proseguí.- Bien. Vale. Vete. Si quieres ir solo, ve. Pero si realmente quieres que no te siga, mátame. Sé que eres capaz de hacerlo, lo vi en tus ojos cuando me miraste por primera vez. Lo escuché cuando me soltaste un "no me retes". Y en ese momento supe que lo que decías era cierto. Que no era conveniente retarte. Te estoy retando.

» Si quieres irte vete. Pero si quieres hacerlo completamente solo tendrás que matarme antes. Porque soy un maldito egoísta, y como egoísta de primera, no te pienso soltar. Adelante, desaparece y prosigue tu viaje; pero allí estaré yo para hacerte de sombra y seguirte allá donde vayas, porque lo haré. Te conocí porque te seguía. Y seguirte me hizo sufrir. Seguirte me hizo aprender, y justo cuando dejé de seguirte, me sentí perdido.

Sorbete de Limón (dumblewald/grindeldore)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora