Era extraño estar en los brazos de Morfeo sin que éste atacara con ninguna pesadilla. Sin que el muy maldito me recordara que soy un monstruo. Aquella noche pareció haberme dado una tregua. Era extraño no escuchar las voces que durante tanto tiempo me habían acechado. En aquel momento, se podría escuchar el más ligero sonido. Era un silencio muy inusual. Era raro, pero no me podía quejar. Se sentía francamente bien. Era un delirio. Un momento de profunda tranquilidad. Un pequeño silencio en medio del batiburrillo. Era un milagro. Algo ilógico, imposible de explicar. Porque nunca antes me había pasado algo parecido. Había probado todo, y sin embargo, nada funcionaba. Y entonces, ¿Por qué ahora? Era algo que sí, sentaba muy bien al cuerpo. Pero era inquietante para mi mente. Porque ésta sabía que era imposible.
Y es que ningún tratamiento me había funcionado antes. Ni siquiera las pociones para dormir sin sueños lograban acallar aquellas voces. Mis propias voces. La mente puede cometer ese tipo de atrocidades. Y la mía estaba muy bien educada. Cuando entrenas tu mente para aguantar, cuando la entrenas de verdad y consigues resultados; lo aguantas todo. Eres completamente inmune. Indestructible. En un principio puede sonar muy bien eso de aguantarlo todo. Pero, si bien los sueños pueden cumplirse, las pesadillas no dejan de ser sueños. La palabra "sueño" engloba muchas cosas. Incluidas las pesadillas. Sueños malos, pero sueños. "Todo" es una palabra que engloba demasiadas cosas buenas. E incontables cosas malas.
Siempre nos olvidamos de ese pequeño detalle; hasta que llega un punto en el que lo recuerdas todas las noches. Recuerdas que, en el fondo, no quieres cerrar los ojos por miedo a lo que te espera después. Recuerdas que nada será capaz de librarte del sufrimiento porque eres tú mismo el que lo causa. Recuerdas que todo es por culpa de un parásito que te come vivo. Porque él te obligó a reprimirte. A cerrarte. Recuerdas lo mucho que sufriste aprendiendo a hacerlo. Recuerdas que fue duro. Y recuerdas que es posible que todo tu esfuerzo se vaya a la basura algún día. Que, aunque tengas control sobre él, no sabes a ciencia cierta cuánto durará dicho control. Que a pesar de estar inactivo, está despierto. Estático, pero expectante. Aprendiendo de ti. Hurgando en tus más profundos deseos. Alimentándose de tus más oscuros miedos. Estudiándote en busca de un punto débil. Recuerdas de pronto que eres un hombre de hielo. De hielo, sí; pero no dejas de ser un hombre. Un humano. Vives. Mientes. Amas. Y de eso mismo se alimenta él. De tu vivir. De tus mentiras. De la persona a la que amas. Del punto más débil de cada persona. Y, lo peor de todo; recuerdas que eres débil. Frío y duro, sí. Pero débil. Porque tu debilidad se encuentra en estos momentos entre tus brazos. Frágil e indefensa. Un blanco perfecto.
Supe al instante por qué me sentía tan tranquilo a pesar de estar tan inquieto. Por qué me sentía tan bien. Era por él. Su presencia me tranquilizaba. Me hacía sentir protegido. A salvo. El tacto de su espalda contra mi pecho hacía que mi respiración se calmara. Sentir bajo mi barbilla su pelo cobrizo me daba seguridad. Porque sabía que, a pesar de ser yo el que le abrazaba; era él el que me protegía. Era él el que me proporcionaba calma. En aquellos momentos me sentía como un niño que abrazaba a su osito de peluche. El abrazado es el osito, pero es el niño el que se siente a salvo abrazándolo. No se trata de abrazar o no, se trata del motivo que te lleva a abrazar. Cada uno tiene el suyo.
Yo me abracé a la luz al final del túnel. La abracé porque me iluminó cuando todo estaba oscuro. Porque me levantó del suelo. Porque me dejó un hombro donde derramar mis lágrimas; para secarlas posteriormente. Me abracé a la pequeña llama que queda cuando el fuego devora el último trozo de leña en una chimenea invernal. Me abrazo a ella por miedo a que se esfume. A que se apague. Me abrazo a ella porque quiero que me siga guiando. Porque quiero seguir perdiéndome con ella. Porque la necesito. Me abrazo al acosador que me seguía calle abajo aquella tarde. Me abrazo a las diez manzanas que aparecieron en aquella cesta. A mi calcetín gemelo. Me abrazo a sus mejillas ardientes. A sus labios dulces y a su linda sonrisa. Me abrazo a mi debilidad. A la persona que acabo de amar bajo la luna. A la persona que amo. A la persona que amaré siempre.
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Sorbete de Limón (dumblewald/grindeldore)
FanficObscurus AU. Uno nunca sabe lo que significa la palabra "amar" hasta que la siente en sus carnes.