Nunca había estado en una cafetería muggle. Se encontraba sentado al fondo del local, tratando de no llamar demasiado la atención y paseando los verdes ojos entre la muchedumbre que se había aglomerado a lo largo de las mesas. Algunos charlaban, otros leían el periódico, y otros muchos, simplemente se sentaban solos y en silencio. Al igual que él. La única diferencia era que él estaba esperando a alguien. Volvió a cepillar el sitio, en busca de algún indicio de que la persona que buscaba se encontraba en la cafetería. No estaba. Soltó un leve bufido y se acomodó de nuevo en la incómoda silla, impacientado.
Llegaba tarde, como siempre. Gellert siempre se hacía de esperar. Le encantaba ponerle nervioso. No pudo evitar sonreír inconscientemente, como un padre que sonríe al ver a su hijo. Porque lo estaba consiguiendo. Su intencional tardanza lo sacaba de quicio, detestaba esperar. El búlgaro lo sabía. Y sabia sacarle provecho. Albus sonrió divertido, mientras tamborileaba los dedos contra la madera de la mesa.
El brillo en los ojos se fue tan rápido como llegó al ver que un joven alto y rubio se le acercaba. Vestía una camisa blanca, adornada con una pajarita y un chaleco gris. La pajarita hacía juego con sus largos pantalones oscuros. Dio un respingo. Gellert siempre detestó las pajaritas. Estuvo a punto de preguntarle qué hacía con esas pintas cuando entonces vio que los dos ojos del chico ojos eran azules. Del mismo color. No era Gellert. Se trataba de un camarero, que le saludó sonriente y colocó con cuidado una pequeña copa llena de espuma blanquecina frente a él.
Miró extrañado al camarero, alzando una ceja
-Me temo que aún no he pedido, lo siento.
El camarero le sonrió, como si hubiese esperado esa reacción por parte del pelirrojo, y entonces le contestó con un tono cortés.
-Cierto, pero un chico pidió hace unos instantes que se lo sirviera. Él mismo invitó, lo pagó y se marchó. – Albus miró con desconfianza la copa que tenía enfrente, para luego subir la vista hacia los ojos del camarero. Le miró a los ojos y le leyó la mente de forma disimulada.
“Es un muggle. No parece tener malas intenciones".Se dijo a sí mismo, aun así la desconfianza no abandonó su cuerpo, y decidió insistir.
-Pudo haber sido un error ¿Está seguro que me invitó expresamente a mí?
-Completamente, señor. El chico mencionó expresamente aun joven pelirrojo de ojos verdes, sentado al fondo del local. – Un escalofrío le recorrió la espalda al escuchar esas palabras. Alguien sabía de su paradero, era posible que lo hubieran seguido, y que lo estuvieran observando en ese momento.
-Y… ¿sabe algo de dicho joven?- Preguntó, pensando que así tendría alguna pequeña pista sobre su observador.
-No mucho, señor. Iba encapuchado, por lo que no llegué a ver su rostro de forma nítida. Tampoco mencionó su nombre. – Al ver el nerviosismo en la cara del pelirrojo, tomó una pequeña pausa antes de proseguir.- En cualquiera de los casos, simplemente disfrute de la bebida, señor. Hay alguien ahí afuera que ha querido tener un detalle con usted.- tomó otra pausa y posó sus ojos azules sobre los verdes orbes de Albus.- Además, no me malinterprete , pero no veo motivos para no tener un detalle con usted.
Albus le asintió, enmascarando su sorpresa bajo una pirada serena y una leve sonrisa. El camarero leyó las intenciones bajo los ojos verdes y decidió retirarse, con una sonrisa. Una vez se aseguró de que el chico le había dado la espalda y nadie le miraba, miró con suspicacia el contenido de la copa, haciendo un amago desconfiado. No sabía quién lo había invitado a aquella bebido, ni sus intenciones. Pero algo en su interior se tensó, diciéndole que fuera cauto.
La copa podría haber sido envenenada. No sabía de nadie con intenciones de acabar con su vida, pero sabía que su muerte se podría camuflar perfectamente, haciéndola pasar por un accidente de forma sencilla, si ésta sucedía en el mundo muggle. Podría hacerse pasar por una simple intoxicación, nadie le daría importancia y esa persona podría huir fácilmente.
Miró fijamente la copa mientras sacaba lenta y sutilmente la varita mágica del bolsillo del pantalón. La agitó suavemente por debajo de la mesa, realizando un revelio no verbal. Sabía que muchos de los venenos eran inmunes al hechizo, pero así se quedaría más tranquilo. Esperó varios segundos una posible reacción por parte del contenido de la capa. Nada. Ni siquiera se movió. Suspiró ligeramente aliviado y relajó los músculos del cuello.
“No seas estúpido, Albus”
Agarró la copa y se la llevó lentamente a los labios. Paró a mitad de camino y abrió los ojos de par en par al notar el olor a limón. Ahogó un grito y bufó indignado sintiéndose estúpido por no haberlo visto venir.
“Maldito búlgaro…”
Una voz burlona sonó tras él.
-Creo que me llaman.- Albus alzó la vista para encontrarse con los gélidos ojos heterócromos del rubio que tenía en frente. Su brillante y pícara sonrisa realzaba sus pómulos, dándole un aire infantil y divertido.
-¡Eres un idiota, Grindelwald! ¡Me has asustado!.- Rio el pelirrojo.
-¿Desde cuándo tener la consideración como para invitar a alguien a una bebida es una idiotez, Dumbledore?- Arrastró las letras al mencionar el apellido del pelirrojo de forma burlona, tal y como él había hecho. Nunca se llamaban por el apellido, y le pareció divertido que justo lo hicieran en esas circunstancias.
-¡No lo sabía! Podría haber muerto envenenado.- Albus puso una voz dramática y se enfurruñó en su silla, intentando esconder el alegre brillo de sus ojos. Era evidente que no estaba enfadado, ni molesto. Gellert le devolvió la sonrisa y sus ojos brillaron divertidos.
-¿De verdad crees que alguien es capaz de envenenarte estando yo vivo?- Gellert soltó una carcajada al ver la incendiada cara del pelirrojo. Ahora era él el que sonreía divertido aprovechándose de la situación. Una ola de ternura le invadió al ver su sonrisa tímida y sus sonrosadas mejillas. Quitó todo rastro de broma en su rostro y miró profundamente a los ojos verdes que tenía enfrente.– Ya te he perdido anteriormente, Albus. Recuperarte me costó muchísimo. No pienso volver a perderte, y mucho menos dejar que te hagan daño.- Le habló con seriedad, con seguridad y con certeza. Era completamente consciente de lo que decía. El pelirrojo le asintió sonriendo y tomó un sorbo de la copa.
El limón le inundó la boca en una explosión de sabor. Era ácida, pero sutil. Lo justo como para hacerse de notar sin llegar a ser molesta. Cerró los ojos y saboreó cada gota, esbozando una leve sonrisa. Estaba deliciosa. Los recuerdos se mezclan con los sabores y van llenando poco a poco la mente del pelirrojo.
-Los muggles lo llaman “Sorbete de Limón”. Supuse que te gustaría.- Gellert rompió el silencio con una sonrisa dibujada en sus labios.
-Me encanta. Muchas Gracias, Gellert
-No es nada
-Pero, ¿Por qué aquí? ¿Por qué en una cafetería muggle?.- Albus le miró, inquisitivo mientras tragaba lo que quedaba de espuma.
-No lo sé, la verdad. Simplemente quise cambiar un poco de aires. Además, las cafeterías muggles tienen su encanto, ¿No lo crees? Tienen un aire muy acogedor, y son muy tranquilas. Sólo quería … poder estar contigo tranquilamente, a solas. Sin brujas cuchicheando, ni duendes saltando sobre la mesa.
Albus asintió, acariciando la pálida mano de su acompañante por debajo de la mesa. Éste último alzó la mirada para encontrarse con dos orbes verdes sonrientes, que instantáneamente le inundaron con un fantástico brillo. No se molestó en reprimir una sonrisa.
-¿Estás listo para visitar la tierra de mis orígenes?
-¿Lo estás tú para mostrarme los montes que te vieron crecer y te esculpieron como persona?
-Lo estoy
-Entonces yo también lo estoy.
66 años más tarde…
-Como nuevo director, es de su elección la contraseña del despacho, señor Dumbledore.- El señor Armando Dippet le señaló con la mano una gárgola de piedra que adornaba el pasillo del tercer piso. La gárgola pareció mirarlo expectante, impaciente por conocer la nueva llave de la estancia que custodiaba.
-"Sorbete de Limón", sin duda, señor Dippet.- Dijo con seguridad. La gárgola le miró con suspicacia y dirigió la mirada al señor Dippet, que le miraba a los ojos, extrañado en busca de un ademán bromista que nunca llegó.
-¿Está usted seguro, Albus? No se lo tome usted a mal, pero no creo que el nombre de una bebida muggle sea la contraseña más adecuada para el despacho de un director de Hogwarts… ¿No debería escoger usted una contraseña más… relevante?.- Albus me miró a los ojos, sonriendo y negando con la cabeza.
-¿Acaso son los montes eslavos irrelevantes? ¿Lo son las Lunas francesas o las melodías españolas? ¿Es irrelevante el rumor de las olas caribeñas? ¿Es acaso un compañero de viaje y de vida, algo irrelevante? Sinceramente, Armando. He de decirle que hay mucho que, a pesar de su gran experiencia, no termina de comprender.
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Sorbete de Limón (dumblewald/grindeldore)
FanfictionObscurus AU. Uno nunca sabe lo que significa la palabra "amar" hasta que la siente en sus carnes.