Capítulo III

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Su penthouse, al que siempre ansiaba llegar para poder alejarse del mundo y poder concentrarse en su vida con Baek, parecía haber perdido el susodicho propósito desde hace días. La calidez que lo motivaba cada día a regresar se esfumó de la nada, incluso con su marido ahí.

Una semana había transcurrido desde su reencuentro y las cosas entre los dos permanecían igual de deterioradas: el mayor lucía distante y con la atención perdida cuando estaban juntos, siempre parecía tener prisa, desaparecía en ocasiones de su sitio de trabajo, los momentos a su lado se redujeron considerablemente... Algo sucedía y necesitaba saber qué.

En esos días, su relación cambió en demasía, aun cuando había llenado de atenciones a Baek, la fría actitud de su hyung lo hacía sentirse golpeado sin piedad por una ola de inseguridad que lo arrastraba y lo asfixiaba, dejándolo sin escapatoria.

—¿Estás bien?— cuestionó Baekhyun.

El castaño había estado entretenido preparando su té, cuando sus ojos captaron al pelinegro perdido en algún lejano limbo. En un par de ocasiones dirigió su mirada hacia donde la contraria señalaba, sin hallar nada de interés en la guinda cortina. Movía la cuchara para mezclar los ingredientes mientras esperaba una respuesta.

Los segundos pasaron, impacientándolo, ¿acaso el hombre no se dignaría a hablar? Se resignó a que sería de ese modo pero cuando Sehun lo vio fríamente, una alarma se encendió en su cuerpo, transformándose en un desagradable escalofrío que viajó rápidamente por su columna.

—Soy yo quien debe preguntarte eso... ¿Qué ocurre contigo?

Las orbes ajenas se agrandaron sorprendidas. No le extrañaba la reacción del mayor, de hecho, él también se sentía un poco impactado por animarse a confrontarlo en tal estado, con el calor del enojo nublándole la razón. Ambos siempre optaban por despejar la mente antes de hablar sobre algún problema, pero esa vez su boca tomó vida propia al ser incapaz de soportar el cambio de actitud de su pareja por otro segundo más.

—¿A qué te refieres?— pronunció apenas, tras salir del aturdimiento.

—Sabes a lo que me refiero— habló Hun, severo, sin apartarse del sillón donde se ubicaba.

Su esposo apartó la nívea taza y le sonrió arrogante, parecía decirle que desistiera de su papel de enojado porque no daba resultado ya que, de un segundo a otro, podría quitarle la idea de pelear con uno de sus apasionados besos. Odiaba tener ese lado débil, odiaba sentir a su miembro encenderse con solo ver a Baekhyun acercarse a él, lentamente, como si fuese un felino y él se hubiese transformado en la presa.

—Lo lamento— pronunció en voz baja, sus labios se hincharon en un puchero mientras se acomodaba en medio de las piernas del alto—. Estoy muy estresado estos días, los documentos para los japoneses no quedaron como deberían y...— se frotó el cuello—. Sé que te he descuidado pero...

—Lo entiendo, amor— interrumpió Hun, agarrando a su marido por el elástico del grisáceo joggers—. Es sólo que... Creí que habías conocido a alguien en la conferencia— confesó abochornado. Sus dedos ascendieron, colándose por debajo de la blanca camiseta de tirantes.

El castaño apretó su boca hasta que se convirtió en una delgada línea, tomó las mejillas impropias y alzó la faz del menor para conseguir un intercambio miradas.

—Tonto— dijo Baekkie, sonriendo.

Con varios ágiles y rápidos movimientos del pelinegro, la cercanía se vio reducida a nada a causa de un desordenado beso y su cuerpo quedó presa debajo del otro. Los labios de Sehun liberaron los suyos y se dirigieron al sur.

Forget you «SeBaek» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora