Capítulo VIII

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Se fijó en las cercanías del área, asegurándose de que no había personas próximas a él. Se alejó a prisa del taxi y se adentró velozmente en la casa de un piso, ignorando si surgió un nuevo detalle en la fachada de piedra o si las plantas decorativas se encontraban en buen estado.

Lo recibió la sala, más allá estaban el comedor y la cocina, todo en pulcras condiciones que, cualquiera que entrara, podría pensar que ahí vivía la familia perfecta. Pero el conocía la verdad: solamente era la portada de un horrible contenido. Terminó con rapidez el pasillo que conducía a las habitaciones y, a lo que a él le importaba, al sótano.

Descendió por la inclinada escalinata, llegando en segundos a la blanquecina estancia. Se había pintado de ese color para disminuir lo tétrico que usualmente producía la falta de luz en el lugar; además, así parecía que las condiciones ahí no eran tan antihigiénicas. Varias computadoras se ubicaban a sus costados, todas encendidas, como si alguien más aparte de los dos hombres cercanos las usara; a metros de distancia, divisaba la otra entrada, que habían instalado en caso de algún inconveniente; cables, gruesos y delgados, viajaban en todas direcciones pero encontrándose en un mismo destino: la cama de exploración metálica.

Si su plan resultaba, él estaría ocupando ese helado lecho en pocos días y, mientras tanto, se suponía que otra persona debía descansar sobre de ella, aquel con el que compartía apariencia.

—¿Dónde está?— farfulló el castaño, perdiéndose en el reflejo distorsionado de la luz blanca—. ¿Dónde está Baekhyun?

Los dos sujetos giraron en su respectiva silla con ruedas, no logró leer la expresión en sus rostros pero aun así un mal presentimiento se apoderó de su ser.

—¿A qué te refieres, Haneul?— preguntó Luhan. El aludido lo observó con el entrecejo fruncido.

—¿Por qué conservaríamos a alguien que nos es inútil?— pronunció Yifan, el menor casi podía ver la diversión es sus ojos.

—¿Lo asesinaron?— su voz tembló.

No necesitaba oír la respuesta, adivinaba el "sí" por cada milímetro de la macabra expresión de la dupla. ¿Por qué creyó que ellos dos lo cuidarían? ¿Qué pasaría con Sehun ahora que Baek había muerto? El mundo del pelinegro se derrumbaría, se terminaría al enterarse, porque tarde o temprano lo haría, ya que en su plan no se hallaba pasar el resto de su vida junto a él.

—Debían mantenerlo con vida hasta que encontrara el aparato, así él volvería a su casa sin memoria y nadie se enteraría de lo sucedido— recordó Haneul, tratando de sacar a su cuerpo de su estado petrificado.

—No podíamos correr ningún riesgo— habló el mayor, regresando su atención a uno de los monitores—. No sabemos cuánto tardaremos en conseguir el equipo, estarlo sedando se volvió tedioso; además, si despertaba y escapaba, nuestro plan se arruinaría.

—Ya sé dónde se encuentra el dispositivo— informó, su mandíbula tensa—. Está en la empresa de los Oh.

—¡Por fin!— exclamó Luhan, aliviado, como si hubiera sido liberado después de décadas en cautiverio—. Llegué a pensar que ya te gustaba estar con ellos.

Una mueca de desagrado se apoderó del rostro de Haneul, ¿cómo podía pensar eso de él? Lo único que quería era pasar el menor tiempo posible en aquel lugar, él se regocijaría si esas personas se incineraran en el punto más caliente del infierno. El único que merecía salvación era Sehun.

Le agradaba pasar tiempo con el pelinegro y por esa razón debía alejarse de su lado lo más pronto posible, porque lo ponía nervioso y comenzaban a surgir en él emociones que se supone no debía sentir.

Forget you «SeBaek» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora