HARD FOR ME ❈ YUDO

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Incluso si trato de olvidarte,
en la esquina de mi mente y en
mi corazón, todavía te extraño.

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Sus dedos entrelazados, su mirada fija en el otro y sus labios rozándose. Sus mentes repletas de pensamientos amorosos con relación al otro y una felicidad enorme inundando sus corazones. Así era como Doyoung recordaba haber pasado la última navidad al lado de su pareja. Así era como planeaba pasarla también esa noche, pero no. Estaba él solo con el silencio siendo su única compañía mientras observaba los regalos bajo el árbol, regalos que estaban lejos de ser para él. 

Días atrás hubiese estado ansioso y emocionado esperando por las doce y que así Yuta pudiese ver lo que había comprado con tanto esfuerzo para él. Quería que desgarraran juntos los papeles como si de un par de infantes se tratase y rieran al ver el impredecible obsequio que le tenían al otro. Porque así siempre fue su relación: impredecible. Sin embargo, fue tan incierta que ninguno de los dos pudo ver venir el final de esta. 

Semanas atrás planeaban su cita navideña de todos los años en la cual celebraban también otro año más como pareja, por lo que Doyoung nunca esperó que durante el gran día su mente no se dedicara a otra cosa más que de deshacerse del recuerdo de su encantador ex novio. 

Maldición, sí que dolía pensarlo, mucho más decirlo. En ningún momento de los cinco años que llevaban saliendo se imaginó que llegarían los días en los cuales ya no lo llamaría como su adorado amante o el amor de su vida.

Ahora era tan difícil olvidar como en un inicio se había asegurado de contarle a todo el mundo que mantenía una relación amorosa con Yuta y este último había hecho lo mismo. Ninguno con la intención de reclamar al otro como suyo, si no que se habían asegurado de compartir su felicidad con todos sus cercanos e incluso con los que no lo eran tanto. 

Suspiró y se levantó hasta la mesa para cenar él solo de una vez por todas. Yuta no llegaría como tiempo atrás habían planeado y no dejaría que eso le afectara; no más de lo que ya lo había hecho. 

En silencio comió la pizza recalentada que había ordenado durante el almuerzo y bebió de su gaseosa. Aquel banquete no era ni un poco similar al que esperaba pasar preparando junto al japonés durante ese día, pero estaba bien así. Si Yuta no estaba, no necesitaba algo mejor. 

—Maldición —bufó alejando con brusquedad su silla de la mesa. Estaba molesto, molesto consigo mismo por no poder disfrutar la noche por su propia cuenta y por empeñarse en mantener el recuerdo del mayor demasiado claro todavía. 

Se lanzó al sillón y nuevamente se dedicó a observar el árbol de navidad. Recordaba cuando Yuta se le había declarado frente al gran árbol que en el centro comercial ponían desde el comienzo de diciembre y él se había aguantado su respuesta, claramente afirmativa, hasta noche buena solo para poder volver todo más memorable. 

Sonrió melancólico por el recuerdo y de pronto sintió muy lejanos todos sus buenos momentos con el contrario. Todavía se amaban, ¿entonces por qué todo se había terminado?

Se sintió culpable, porque quizá en parte era su culpa. Solía dejarse llevar muy rápido y por un estúpido mal entendido había sacado rápidamente a Yuta de su vida lanzando maravillosos años de relación a la basura. 

Había sido un completo idiota, sí, pero la otra parte de la responsabilidad le pertenecía a su ex novio porque en algún momento Doyoung le había dado la oportunidad de excusarse, mas su orgullo fue más grande y prefirió dejar las cosas como estaban, hiriendo todavía más al menor y a sí mismo como consecuencia. 

Era tan difícil dejar de pensar en Yuta, no quería dejar de hacerlo. Quería odiarlo por ser un maldito terco orgulloso y haber preferido su dignidad antes que su relación, pero no podía. Extrañaba la calidez de sus brazos y el sabor de sus besos. Su hermosa voz susurrándole al oído y su contagiosa risa retumbando en aquella sala que ahora lucía tan fría y solitaria solo con él en ella. 

Intentó abrir los regalos, pero no se sintió capaz. Después de todo no eran para él y a quien realmente le pertenecían no estaba ahí; quizá nunca volvería a estarlo. De verdad no quería que fuera de esa forma, una parte de él anhelaba y tenía fe en que Yuta y él se reconciliarían y por eso se aferraba tanto a su recuerdo. Porque era más doloroso dejarlo ir que continuar queriéndolo mientras corría el riesgo de no recuperarlo. 

La media noche se anunció entre gritos de niños buscando a Santa Claus en las calles y la campanilla del pequeño y anticuado reloj que atesoraba sobre su arrimo. Con un suspiro cansado se levantó para irse a dormir de una vez por todas, pues no le quedaba nada más por hacer además de cepillarse los dientes y entregarse a los brazos de Morfeo; sin embargo, un golpe en la puerta lo interrumpió y antes de poder hacer el ademán de marchar a su habitación, debió ir hasta ella para abrirla. 

Cuando lo hizo, del otro lado del umbral pudo observar a Nakamoto Yuta cargando en sus brazos una gran caja envuelta en papel de colores con un listón en medio y un semblante que dejaba ver perfectamente los nervios y la ansiedad que sentía.

Los ojos de Doyoung ardieron ligeramente y su respiración se volvió pesada a la vez que sus manos comenzaban sudar. No le quitaba la vista de encima al pobre chico, pero al parecer ambos estaban en las mismas condiciones.

—Feliz navidad —musitó Yuta. El regalo que cargaba entre sus brazos cayó al piso y en su lugar Doyoung se coló entre ellos abrazando fuertemente al mayor quien no vaciló ni un momento en corresponderle con más fuerza y desesperación todavía—. Lo siento.

Y con ese sencillo par de palabras Doyoung se dio cuenta de que no estaba listo ni siquiera para intentar dejar ir a Yuta todavía y que tampoco lo necesitaría. Era difícil olvidarlo porque en realidad no quería hacerlo. Jamás querría hacerlo.

CHRISTMAS MOOD 愛 NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora