Quince por ciento

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Narrador Omnisciente:

Mina se mantuvo sentada en la sala de espera con la cabeza agachada y las piernas ligeramente abiertas, al llegar al hospital le atendieron con rapidez impidiendo que tuviese algún tipo de contacto con Nayeon; la pelinegra apretó su mandíbula recordando la forma en que la coreana le observaba, el como sus bonitos ojos rebosaban en temor por no comprender que era lo que estaba sucediendo. La japonesa echó su cuerpo hacia atrás tomando la delicadeza de posar su brazo vendado sobre su muslo, la muchacha observó en silencio el como las enfermeras y doctores deambulaban por los pasillos completamente sumergidos en sus propios pensamientos. Mina alzó su mano ilesa despeinando su largo cabello, estaba asustada, le preocupaba el hecho de no tener ningún tipo de noticias sobre la coreana, ¿Que se suponía que le diría a Tiffany? y quizás ese era el menor de sus problemas, pero no estaba mentalmente estable para soportar a una pelirroja histérica.

La pelinegra tensó los músculos de su espalda en el instante que escuchó una conocida voz femenina retumbando en los pasillos del lugar, vanamente la japonesa intentó fundirse con la silla de la habitación, teniendo- como lo sospechaba-la mala suerte de ser vista por la coreana furiosa. Mina se irguió manteniendo sus hombros casi entumecidos por culpa del pavor que aquella mirada oscura podía causar en su cuerpo, la menor tragó saliva observando en silencio como Tiffany daba grandes zancadas hasta quedar frente a su cuerpo, no reaccionó, no fue capaz de siquiera de entreabrir sus labios antes de que aquella mujer empuñara su camiseta y la alzara del asiento quedando sus rostros peligrosamente cerca.

—¿Que cojones sucedió?—preguntó con ira empuñando cada vez con mayor fuerza la chaqueta de la japonesa, a la vez que podía sentir vanamente como su esposa tiraba de su blusa en un intento casi desesperado por alejarla de la menor—¿Por qué no la protegiste?—cuestionó con su voz temblando por la ira y el inminente llanto que amenazaba con exponerse—¿P~Por que mi hija?—preguntó al aire con su mentón temblando y las lágrimas descendiendo por su rostro importandole bien poco verse vulnerable frente a la pelinegra.

Mina tragó saliva en el momento que Tiffany soltó su prenda dándole un ligero empujón que ocasionó que su trasero colisionara contra el borde del asiento, la joven se quedó en silencio observando como la pelirroja giraba sobre sus talones envolviendo sus brazos sobre el cuello de Jessica permitiéndose el llorar sobre el cuerpo de su mujer, la extranjera agachó su mirada notando las vendas en su brazo, le dolía las quemaduras, le dolía la palma lastimada, pero lo que más le dolía era sentirse culpable de que la coreana estuviese internada en alguna habitación de aquel estremecedor lugar.

—El fuego consumió la primera entrada, yo intenté protegerla, lo juro, pero todo fue tan rápido y yo, y yo...—confesó Mina pero a la mitad de sus palabras terminó por ahogarse a causa del llanto, Tiffany alejó su rostro del cuello de su esposa observando el brazo vendado de la extranjera—pude protegerla del fuego, pero el sonido de la explosión provocó que sus tímpanos comenzaran a sangrar, nadie me ha querido decir que sucede, todos pasan por mi lado como si yo no existiría, estoy malditamente desesperada por saber que como está y usted no me ayuda a sentirme mejor—hablaba a tropezones mientras que se colocaba de pie desafiando a la sensible pelirroja—de verdad amo a su hija... me gusta su personalidad, el como se expresa y su forma adorable en como me sonríe, me gusta su silencio y la forma en que me suele analizar con aquellos bonitos ojos castaños, la amo tanto que me duele verla en ese estado porque no se lo merece, es tan buena y pura que no debería por qué estar en aquella habitación—se sinceró desde su corazón deseando con todo su ser que aquella mujer creyera en sus palabras.

Tiffany apretó su quijada acercándose a la japonesa, Jessica preocupada estiró sus manos completamente aterrada de pensar que la pelirroja perdería el control, pero para su grata sorpresa se quedó estática observando como su mujer envolvía sus brazos sobre el cuerpo de la pelinegra aferrándose a los delicados hombros ajenos.

SilenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora